Habilidades para el futuro, desafío permanente.
La brecha educativa y la fuerza laboral en los países de América Latina está divorciada; México no es la excepción y presenta un escenario complejo toda vez que para el año 2030 se estima que la automatización afectará entre 1 y 7 millones de trabajadores.
“En los años por venir la gran oleada de la automatización afectará a muchas plazas de trabajo por falta de capacitación, de ahí la importancia que desde el área educativa hasta la formación dentro de las empresas requieran de esta visión para atender las necesidades del mercado derivado de la Cuarta Revolución Industrial”, señala Mario Sánchez, director de Latinoamérica de D2L.
En opinión del ejecutivo, el sistema educativo y de desarrollo de habilidades actual no solo en México, sino a nivel internacional, no es accesible ni alcanzable para muchas personas; aunado a ello, no está produciendo las habilidades necesarias para satisfacer las demandas de un mercado cada vez más competitivo.
Un ejemplo de esto es la alta demanda de ingenieros y poca oferta en las regiones donde se ha ido instalando la industria automotriz durante las últimas décadas en estados fronterizos como Nuevo León, Chihuahua y Coahuila; en el bajío en Aguascalientes, Guanajuato y San Luis Potosí y centro del país en lugares como Estado de México y Puebla.
De esta manera, los empleadores del sector automotriz, entre otros muchos, enfrentan desafíos para cubrir los puestos laborales y el impacto en la competitividad económica es considerable. Por ello, han llegado a hacer convenios con gobiernos y universidades estatales, para enfrentar también la demanda técnica, de ingeniería, así como el reto del idioma (inglés).
Muchos estudiantes, todavía tienen el objetivo de obtener un título de educación superior, porque se les ha vendido la idea -a través de sus propios padres, o bien de la tradición social-, de que ello significa contar con las herramientas necesarias para prosperar en el mercado laboral, pero los actuales niveles de desempleo, en México y el mundo, exhiben por desgracia que esto no es cierto.
Un estudio de McKinsey & Company de 2013, realizado en nueve países, demostró que mientras que 72 por ciento de las instituciones de educación superior considera que prepara bien a sus alumnos para la fuerza laboral, la mitad de los estudiantes no está segura de si su preparación académica mejorará su oportunidad de encontrar empleo.
Esta desconexión también se observa en el sector privado, donde solo 11 por ciento de los líderes comerciales está “completamente de acuerdo” en que los estudiantes tienen las habilidades fundamentales para el mercado laboral, en comparación con 96 por ciento de los directores académicos que cree que sus instituciones fueron eficaces en brindar a los estudiantes las habilidades necesarias.
“Para garantizar una formación universitaria que responda a las necesidades del mundo laboral los estudiantes deben apropiarse de su experiencia de aprendizaje al desarrollar habilidades de presentación, resolución de problemas y pensamiento crítico. Un sistema de gestión de aprendizaje permite a los estudiantes recibir retroalimentación oportuna de los docentes y progresar a su propio ritmo”.
Para el especialista, otro asunto que pone el dedo en la llaga es el costo de una carrera profesional. En Estados Unidos, la matrícula promedio se ha cuadruplicado en los últimos 35 años, lo que ha aumentado la brecha entre quienes pueden acceder a la formación profesional y quiénes no.
“Solo para dar un dato: las universidades públicas de Estados Unidos tenían una matrícula estatal promedio de 9 mil 650 dólares al año en 2016, pero ésta se eleva a más de 20 mil dólares al sumar los costos de residencia y comida”.
Por supuesto, este aumento no es exclusivo del país vecino del norte, por el contrario, es un asunto que se percibe en América Latina; sin embargo, en algunos países como México, existe una oferta de educación superior gratuita, aunque cada vez es más difícil acceder a ella por el alto número de solicitantes.
A medida que se incrementan los cargos de la matrícula y la deuda estudiantil, los alumnos que quieren aprender y asistir a la universidad o a un colegio universitario, no están viendo un aumento proporcional a la utilidad de sus habilidades para prosperar en la vida.
“La triste realidad es que las ganancias promedio de una persona que tiene una licenciatura cayeron alrededor de 14.7 por ciento entre 2000 y 2012. Esta incongruencia por la obtención de un título debería hacer que muchas instituciones de educación superior reevalúen su propuesta de valor y su forma de trabajar, pero éstas luchan mucho para garantizar la cobertura de los costos operativos y la calidad de la enseñanza”.
C$T-GM