La expansión en el uso del internet en América Latina y el Caribe, como en el resto del mundo, ha traído beneficios como el mayor acceso a información, aumento en la capacidad de comunicarse, la facilidad de comprar bienes o contratar servicios y encontrar entretenimiento de todo tipo, sin salir de casa e incluso desde un teléfono inteligente.
Además, el internet ha permitido nuevas actividades que antes no existían como la interacción social remota que ofrecen las redes sociales, la mensajería instantánea, las videollamadas y los juegos en línea, que pueden tener efectos directos en el bienestar socioemocional de todas las personas y, en particular, de los jóvenes, segmento de la población en la región, donde al menos 16 millones de personas de 10 a 19 años, se ven afectados por algún tipo de trastorno mental.
En un artículo sobre el uso del internet y el impacto socioemocional en los jóvenes publicado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Virginia Queijo von Heideken y Marisol Rodríguez Chutruc, detallan que es evidente el estado depresivo de los adolescentes de América Latina y el Caribe, donde el 50 por ciento de los trastornos mentales entre jóvenes de 10 a 19 años se clasifica como depresión con más prevalencia entre las niñas (62.6 por ciento) contra los niños (33.8 por ciento).
En tanto, el uso del internet superó a los 5 mil millones de personas en el mundo hasta el año 2021, donde los jóvenes de 15 a 24 años representan el 71 por ciento de quienes están conectados y, por ende, expuestos a las partes buenas y malas de la red.
Entre otras cosas, “las nuevas formas de interacción social ampliaron el grupo de referencia de individuos, alterando potencialmente su autoestima y sus aspiraciones, y afectando así la satisfacción con sus vidas”, si bien en las redes sociales se publica más información buena que mala de las personas, lo cual implica posibles sesgos en las comparaciones sociales, especialmente de adolescentes.
Para ejemplificar de manera más concreta esta dualidad, las investigadoras citan un estudio que el BID realizó en Uruguay y en el cual se cuantificó el impacto que el acceso a internet de banda ancha tiene en el bienestar emocional de los jóvenes.
De ahí se desprenden efectos mixtos: por un lado, reduce la probabilidad de que los jóvenes se sientan solos; pero, por otro, se observa un aumento en la probabilidad de sentirse preocupados frecuentemente, al punto de no poder dormir.
Se observó también que “el acceso a internet de alta velocidad disminuye la satisfacción con la propia forma de ser en los jóvenes”, en tanto que, los resultados demuestran que las mujeres son un grupo particularmente vulnerable a los riesgos del internet, pues en ellas no se evidencia una caída significativa en la probabilidad de sentirse solas.
Los resultados evidencian además, en el extremo de los casos, “un aumento en la probabilidad de consumo de alcohol y marihuana, lo que muestra que el acceso a internet también puede afectar los comportamientos de riesgo en determinadas circunstancias”.
De ahí que sugieren implementar políticas públicas para prevenir los hábitos de riesgo en el uso del internet por parte de los adolescentes, como las campañas informativas en las escuelas, para ayudarles a distinguir los riesgos y reforzar la capacidad de los jóvenes para tener una relación saludable con la tecnología y, sobre todo, sus contenidos.
Y cuando se llega al punto de los trastornos emocionales son importantes las campañas de información y sensibilización para fomentar un entorno de apoyo y comprensión.
Las investigadoras señalan que uno de los posibles usos del internet para contribuir al bienestar socioemocional de los jóvenes, es el uso de herramientas digitales como aplicaciones móviles, plataformas, teleterapia y chatbots que, con las debidas consideraciones éticas y culturales, podrían contribuir eficazmente a la atención de la salud mental de este grupo de población.
De hecho, el BID tiene en marcha un proyecto en Uruguay, acompañado por el Ministerio de Salud Pública y otro en Chile, con el Ministerio de Salud, este último, para implementar una línea de primera ayuda psicológica para adolescentes a través de un chat capaz de procesar modelos de lenguaje natural.
C$T-GM