Teniendo en puerta uno de los procesos electorales más grandes de su historia, a México le viene «muy al pelo», cuestionar si la democracia podría estar “amenazada de muerte por la Inteligencia Artificial”, o si pesa sobre ella, otro tipo de amenazas, como promesas incumplidas, o políticos que ignoran las preferencias y las necesidades reales de la ciudadanía.
“Hoy hay una crisis de la democracia”, pero principalmente por la ausencia de una buena comunicación entre quienes buscan ser representantes sociales y la ciudadanía. La democracia no está en riesgo por la Inteligencia Artificial, sino por una amenaza más generalizada, aseguró el director del Instituto de Gobernanza Democrática y titular de la Cátedra Inteligencia Artificial y Democracia del Instituto Universitario Europeo en Florencia, Daniel Innerarity.
Al participar en el 75 Aniversario de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), aseguró que los políticos desconocen cuál es la opinión real de la gente o no toman en consideración su opinión, “no nos representan, no nos hacen caso, lo hacen por un momento pero luego se olvidan de lo nuestro”, son algunas de las expresiones, que permiten advertir el malestar que hay actualmente en la democracia.
Bajo estos supuestos ¿convendría que en vez de votar, se gobernara a partir de la recabación de datos? ¿se deberían considerar las urnas como una reliquia del pasado, y en su lugar contar con una dispositivo tecnológico como Siri, Alexa o Cortana que recogieran en tiempo real, lo que la sociedad piensa, expresa, sus preferencias y necesidades reales?
¿Sería posible que tecnologías como la IA al tomar el mando, pudiera acabar con toda esa añeja gobernanza, prejuicios y sesgos que hacen los humanos, para que las máquinas generaran mejores procesos, tener un sistema más preciso, conocer las preferencias del electorado, dejando atrás líderes políticos que solo enuncian principios generales, para en su lugar poner máquinas que detecten con mucho más precisión los verdaderos intereses de la ciudadanía?
Para dar respuesta a todos estos cuestionamientos, primero habría que tener la certeza de que las preferencias que la gente expresa en redes y en el ámbito digital son reales, así como conocer la temporalidad de esas expresiones, para tener una idea de su vigencia.
Esto porque se parte del hecho de que los algoritmos son exactos, frente a las inexactitudes de la representación analógica. Sin embargo, esto no es del todo cierto, pues en la sociedad de las singularidades, se puede detectar con mayor precisión lo que quieren las personas, pero no las preferencias de grupos sociales.
Hasta ahora las políticas públicas se han construido a partir de las mujeres, de los pueblos originarios, de los maestros y ahora estaríamos frente a una sociedad que exige que se le atienda, pero a partir de su individualidad, a partir de experiencias que reflejan en la navegación cotidiana de la web, lo que es muy diferente y anula viejas doctrinas, de clase, de grupo, de segregación social, etcétera.
Es pertinente cuestionarnos si las tecnologías pueden recoger los sentimientos de las personas y tener un termómetro de esto en tiempo real, lo que sería de gran ayuda porque hoy los políticos no saben si los ciudadanos tienen miedo, si están satisfechos, si desconfían, y obtener datos de esto implicaría “ascender a una democracia directa, indirecta”.
Por lo menos hoy, esto no es posible porque el ámbito digital no está perfectamente alineado con lo creemos que somos, de lo que realmente somos… lo que supone un problema, “porque ¿queremos ser gobernados por lo que somos realmente o por lo que creemos que somos?”.
Las empresas en lo digital, buscan crear necesidades lejos de las necesidades que realmente tienen los usuarios, “así funciona el capitalismo”, lo que lleva también a cuestionar si lo que hay en redes son las preferencias reales de los internautas o se trata de preferencias inducidas.
“Estas plataformas (las digitales) están captando nuestra atención y de alguna manera desarmando nuestras defensas contra el diluvio de información existente. ¿Somos realmente el sujeto soberano, al que buscan satisfacer?, la realidad es que sólo modifican gradualmente lo que deberíamos preferir, hacia una dirección en la que no se nos permite reflexionar sobre lo que creemos que somos”.
Es pertinente también, considerar que las plataformas identifican preferencias de los usuarios con datos pasados, a partir de cosas superficiales como compras o entretenimiento, consultas que suponen que el comportamiento de una persona, estará continuamente en una misma dirección.
“El mayor sesgo de la IA es suponer que el comportamiento futuro de una persona estará determinado por su comportamiento pasado, ignorando que el humano de vez en cuando rompe con lo previsible, rompe con esquemas del pasado”
Esto mismo se erige como una problema al pensar en la IA y la democracia, ¿cómo podemos gobernar a las personas que tienen una característica natural, como la “imprevisibilidad”, es decir su libertad, su capacidad de evaluar situaciones nuevas.
Cómo se podría gobernar a una población con expresiones de “natalidad”, es decir, la capacidad de generar nuevos hábitos como dejar de fumar, dejar de ser machista, de dañar el medio ambiente, cosas que el mundo digital tiene muy poca capacidad de registrar.
“Vivimos en sociedades abiertas al cambio, a la transformación, hemos hecho reformas, revoluciones a partir de las cuales se han generado horizontes y situaciones nuevas, ejemplo de ello es cómo la violencia de género es un tema en el cual la sociedad hoy se ha volcado para erradicarla, para decir se acabó, algo que con los registros digitales pasados, difícilmente se hubiera logrado definir”.
Con los instrumentos digitales vigentes, las preferencias futuras de la humanidad difícilmente se pueden alcanzar, porque los seres humanos somos lo que somos, pero también somos el “yo aspiracional”, que integra una lista enorme de cosas que pueden representar una ruptura con muchas cosas del pasado.
La operación y el diseño de la Inteligencia Artificial tiene el gran desafío de no contradecir las premisas de una sociedad abierta, democrática, así como la “imprevisibilidad y la natalidad” de las personas.
Suponiendo que la IA y la digitalización pasara el examen de detectar nuestras preferencias reales, podría también aprobar la prueba de cómo resolver las preferencias electorales de derecha o de izquierda, concepciones complejas como lo es el de justicia, temas en los cuales generalmente los humanos tienen que organizar debates para intentar alcanzar puntos de coincidencia, ¿cómo podría superar estas decisiones una máquina?”.
“Las máquinas y los humanos pensamos de manera muy distinta. Estamos sobrevaluando la inteligencia de las máquinas e infravalorando nuestra inteligencia… Que los robots vayan a desarrollar en el futuro determinadas tareas, no significa que nosotros nos vamos a quedar sin trabajo, sin nada que hacer”, afirmó el también profesor de Política y Filosofía.
En su ponencia magistral “El futuro de la democracia en una sociedad digital”, se ha pensado que el ecosistema humanos-máquinas son dos realidades demasiado similares, pero la inteligencia humana y la inteligencia artificial son dos inteligencias de naturaleza diferente. No se trata de hacer competir la una con la otra, sino de generar un ecosistema en el que nos beneficiemos los unos de los otros”, concluyó.
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