La escuela debe representar un espacio “esperanzador”.
Luego de más de 15 meses de distanciamiento social obligado por el confinamiento sanitario y la pandemia, el retorno a clases genera la posibilidad de “plantearnos una nueva escuela”, de construir una nueva comunidad donde se pueda preparar un clima para mejorar la convivencia y la acogida de todas y todos los actores educativos.
Se trata de una tarea en la cual resulta imprescindible la participación de las estudiantes, vistos no como personas pasivas que esperan sólo obedecer instrucciones, sino como sujetos activos con derechos, que se involucran en la construcción del sistema de enseñanza-aprendizaje.
Sobre todo jóvenes dispuestos a tener acercamiento con las comunidades para compartir y crear juntos un mundo distinto, otra manera de relacionarse, de aprender, para tener una experiencia del bien común, precisó Luz María Moreno Medrano, directora del Instituto de Investigaciones para el Desarrollo de la Educación (INIDE) de la Ibero.
Al presentar el tema la “Convivencia y reconstrucción de comunidad escolar”, la especialista habló de la importancia de considerar que con la pandemia los niveles de pobreza, las desigualdades de género y la violencia intrafamiliar, observaron un incremento preocupante, además de ampliarse las brechas educativas, por lo que el retorno a la escuela debe representar un un espacio “esperanzador”.
“El confinamiento provocó que muchos estudiantes extrañen la escuela como espacio de convivencia, el lugar para hacer pandilla, para estar con amigos, amigas, jugar, platicar de sus problemas, de sus preocupaciones… todo ello con una perspectiva de mucho respeto, de mucha cordialidad, de mucha acogida, de mucha valoración también de nuestras diferencias”.
Luego de una larga ausencia de las aulas, destacó, es imperativo analizar qué tanta vigencia perdieron los conocimientos organizados en materias muchas veces desvinculadas no sólo unas de otras, sino también de la problemática del país, del mercado global.
Es importante que el aprendizaje se vincule con los problemas y la realidad que viven las comunidades, colonias y pueblos que enfrentan desempleo, falta de agua, contagios de COVID, altos índices de violencia. “Todo esto invita a que los estudiantes vean reflejada esa parte de su realidad sociocultural dentro de los contenidos, para que los entiendan y aporten algo para su transformación”.
En el foro “Preparando el regreso a clases”, organizado por el Departamento de Educación y el INIDE y la Confederación Nacional de Escuelas Particulares (CNEP), señaló que otro reto será el que imponga un modelo híbrido entre lo presencialidad y lo virtual, donde las instituciones educativas tendrán que resolver como se proveerán los materiales para operar bajo estas dos modalidades, cómo se asegurará la equidad en el acceso a la tecnología y qué se va a seguir enseñando.
“Tenemos que defender contenidos que garanticen la sustentabilidad de las nuevas generaciones. Cómo vamos a hacer para que de manera muy concreta aprendamos a cuidarnos, a cuidar al planeta, cómo hacer uso responsable, cariñoso y sensible de los recursos naturales; cómo vivir de una forma distinta, no en la lógica del consumismo, de la explotación y únicamente del mérito y la ganancia individual”.
Moreno Medrano, también subrayó la necesidad de tener mayor flexibilidad pedagógica, de dejar de pensar en currículums únicos, para hablar de esquemas más personalizados y sobre todo, que los docentes reflexionen sobre su práctica y la adapten más a las necesidades de los estudiantes.
Exhortó a pensar cuáles son las lecciones que dejó esta enorme crisis, cómo se puede mejorar la convivencia más allá de los lazos sanguíneos, así como establecer un ética del cuidado entre todas y todos, y que la escuela se convierta en ese espacio justo donde se vuelva relevante la búsqueda y la resolución de problemas.
C$T-EVP