De acuerdo con datos del Gender Gap Report 2017, publicación del World Economic Forum, en América Latina y El Caribe faltan 79 años para cerrar la brecha de género, al ritmo actual del progreso.
De no actuar en consecuencia, ocho décadas representan un largo camino por recorrer, estaríamos hablando que hasta finales de este siglo podrían verse cambios definitivos en la no discriminación por motivos de género y en la igualdad de oportunidades y de trato entre mujeres y hombres.
En el mismo informe, se reporta que México retrocedió 15 puestos en 2017 frente a 2016, para ubicarse en el lugar 81 de 144 en equidad de género. Un dato que pone focos rojos en la vida pública del país, por lo que resulta necesario e ineludible impulsar transformaciones sustanciales para acortar este pronóstico.
Veamos más datos: el estudio “Power of Parity” que realiza McKinsey desde hace 10 años ha logrado demostrar que reducir la brecha de género duplicaría la contribución de las mujeres al crecimiento del PIB, en un análisis publicado en 2015 determinó que si todos los países aplicaran progresivamente las mejores prácticas de género del país líder en su región, se podrían agregar 12 billones de dólares al crecimiento anual del PIB mundial en el 2025 o el 11 por ciento en ese mismo año.
Asimismo, en este análisis encontramos un dato por demás significativo: el mayor impulso potencial para el PIB de 2025 se encuentra en India y América Latina; pues tan sólo en México, se podrían agregar hasta 800 mil millones dólares al PIB anual del país en ese año, reduciendo la brecha de género e incrementando la participación de las mujeres en la fuerza laboral.
Ante estos retos, el sector privado tiene grandes responsabilidades con la equidad de género, como son contribuir a la autonomía económica de las mujeres, promover su participación paritaria en la toma de decisiones; atender y prevenir la violencia contra las mujeres y contra las personas por su orientación sexual. Asimismo, proteger los derechos humanos de sus colaboradores, y en particular de los derechos laborales.
Por ello, el camino a seguir por las empresas, a estas alturas ya impostergable, es incorporar la perspectiva de género en las políticas laborales, las cuales parten de reconocer capacidades, habilidades y potenciales de todas las personas, en un marco de respeto a los derechos humanos e inculcando el principio de no discriminación.
Recientemente, tuve oportunidad de conocer el “Catálogo de buenas prácticas sobre acciones que promueven la igualdad de género en el sector privado y en áreas industriales”, un esfuerzo de La Cooperación Alemana al Desarrollo Sustentable en México (GIZ), por sus siglas en alemán, para promover la equidad de género dentro del sector empresarial del país.
Este catálogo no sólo aborda los temas obligados para entender la perspectiva de género, como son los roles y estereotipos culturales que se han seguido a largo del tiempo, también aporta datos y experiencias que fundamentan el impacto económico que producen las buenas prácticas de empresas nacionales e internacionales que han incluido políticas de igualdad y no discriminación como parte de su modelo de negocio.
La sistematización de estas experiencias forma parte de las herramientas prácticas que la GIZ ofrece a actores del sector privado en economías emergentes que quieran transformar sus prácticas empresariales bajo criterios de sostenibilidad y desarrollo.
Empresas como Bosch, Adidas Group, Siemens, de origen europeo; así como las chilenas Laboratorios Bagó y Codelco, por citar a algunos ejemplos, se muestran como impulsoras de acciones contenidas en la Agenda 2030 para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU, en los lugares de trabajo:
• Incluir los principios de igualdad, derechos humanos y no discriminación.
• Incorporar la perspectiva de género en la contratación y promoción del personal
• Incrementar la presencia de mujeres en los cargos directivos.
• Capacitación en temáticas estratégicas para hombres y mujeres.
• Otorgar igualdad salarial, igualdad en derechos e igualdad en permisos.
• Difundir mensajes de igualdad, no discriminación y derechos humanos.
• Incorporar la licencia de paternidad.
• Ofrecer servicio de guardería con horario extendido para madres y padres.
• Ofrecer servicios de atención y cuidados de personas dependientes.
• Flexibilizar horarios, sobre todo a aquellas (os) trabajadores que cuidan a otras personas.
• Campañas permanentes para identificar y denunciar prácticas de violencia laboral.
Hay mucho por hacer en materia de equidad de género en México, por lo que es importante impulsarla como una estrategia clave para que las empresas mexicanas sean más competitivas y se encuentren a la vanguardia respecto a las compañías líderes del mundo que construyen relaciones laborales basadas en buenas prácticas de género que impactan positivamente en la rentabilidad, productividad y eficiencia de las empresas.
C$T-GM