El cierre del año suele ser el momento propicio para reflexionar sobre los propósitos y los objetivos marcados al inicio de un nuevo periodo de 365 días, pero en tu balance anual ¿has pensado en el rol que juegan los hábitos digitales que adquiriste, eliminaste o modificaste?
Aristóteles lo dijo muy claro: “Somos lo que hacemos repetidamente, la excelencia entonces no es un acto, sino un hábito”. Es decir, los hábitos nos pueden llevar al éxito o al fracaso de aquello que deseamos emprender.
Si bien es cierto que, nuestro bienestar general está determinado por las experiencias físicas y emocionales que tenemos a diario y que la tecnología es cada vez más una parte importante en nuestras vidas, es fundamental analizar cómo estamos gestionando el tiempo que pasamos ante una pantalla, pues pequeñas acciones podrían estar afectando nuestro bienestar, salud mental y por ende, nuestras metas personales.
Indudablemente la tecnología y la conectividad son clave para mejorar y simplificar nuestras vidas, pero no debemos permitir que su uso indiscriminado se convierta en una permanente distracción, preocupación o malestar.
Los hábitos son acciones repetitivas que nuestra mente y cuerpo aprenden para desarrollarlas de forma automática, y de hecho se crean porque el cerebro siempre busca la forma de ahorrar esfuerzo, tiempo y energía.
Al automatizar ciertas conductas su realización se hace rápida y certera. La repetición es una forma en la que nuestro cerebro aprende para después volver a esa acción automática.
Cada vez que realizamos algo de forma repetitiva, le hacemos el camino más fácil a nuestro cerebro, el cual es tan maravilloso que sólo tarda 21 días para aprender un nuevo hábito y que lo desarrolle de forma automática.
Por ejemplo, cuando nos sentamos en el coche, colocarnos de inmediato el cinturón de seguridad es una acción aprendida, automática y convertida en hábito. Sin embargo, así como bastan sólo 21 días para formar un comportamiento positivo, recuerda que toma el mismo tiempo adquirir hábitos nocivos.
Tomar el teléfono inmediatamente después de despertar, parece un acto tan inofensivo que pocas veces reparamos en que su repetición automática, puede estar generando un desgaste de energía y pérdida de foco, pues nos “come” las primeras horas del día, que son las más productivas y las que más deberíamos aprovechar en nuestro beneficio.
En el caso de adultos que dedican muchas más horas a ver y compartir contenido en sus redes sociales, que escuchar a sus hijos o convivir con su pareja, pocas veces toman en cuenta que pueden estar acrecentando conflictos de comunicación, organización de tareas y disciplina.
Ver películas, series y documentales en las plataformas streaming como Netflix y Youtube es una actividad creciente entre la población, pero ello no significa que lo estemos haciendo del todo bien, sobre todo cuando hay un exceso en el tiempo que se le dedica, pues si se realiza en la noche, perjudica los ciclos del sueño, crea somnolencia y por ende, reduce el rendimiento físico y mental.
La procrastinación, es decir, retrasar la realización de actividades o enfrentar situaciones que deben atenderse, es un hábito muy relacionado con la vida digital. ¿Cuántas veces esos 10 minutos de “relax” se convirtieron en una hora? ¿Te ha pasado que ese retraso inocente te complicó el día y terminaste con menos motivación y energía para concluir tus responsabilidades?
Crear hábitos digitales responsables y positivos es una tarea que implica reconocer que es necesario tener un equilibrio entre el uso e importancia que le damos a las pantallas, la interacción social y los objetivos marcados en nuestro día a día.
Se trata de establecer una relación saludable con la tecnología, ponerla a nuestro servicio para lograr metas en lugar de distraernos, interrumpirnos o ser un obstáculo, y para ello, podemos iniciar con pequeñas pero poderosas acciones.
¿Qué tal si comenzamos por crear el hábito de evitar el uso del teléfono celular cuando estamos en una reunión con amigos, con la pareja o en familia? Con este pequeño cambio podremos empezar a desarrollar la escucha activa, la empatía, mejoramos la comunicación y fortalecemos los lazos afectivos.
Llegar a un bienestar digital consiste en desarrollar una relación saludable con la tecnología, para que podamos disfrutar de todos sus beneficios y, a la vez, mantener el control. El equilibrio es tener horarios, disciplina, y sentido crítico respecto a su uso, especialmente con las infancias.
Los cuidados más importantes son controlar la cantidad y el momento del uso de internet y videojuegos, por ejemplo, un hábito a incorporar puede ser evitar ocupar los dispositivos por la noche y hacerlo máximo dos horas por las tardes y después de terminar pendientes.
Otra acción positiva que podemos convertir en hábito es activar el modo avión del dispositivo móvil el mayor tiempo posible; incluso, hay alternativas muy interesantes como Family Link de Google, Launcher de Microsoft y Screen Time de Apple, que permiten a los usuarios llevar un autocontrol y gestionar mejor el tiempo que emplean en sus dispositivos.
Lo importante es que la tecnología sea siempre una ayuda, un instrumento de apoyo para el conocimiento y el cumplimiento de metas, pero nunca, en ninguna circunstancia, un elemento capaz de sustituir a la familia, las relaciones, el amor, la ternura y el contacto físico o verbal.
Las pequeñas acciones, generan grandes cambios, enfoquémonos en reflexionar cuáles podríamos comenzar a poner en práctica para mejorar nuestro bienestar físico y emocional.
Si ya estás haciendo tu lista de propósitos para el nuevo año, toma en cuenta lo que un día dijo John Maxwell: “Puedo predecir el resultado a largo plazo de su éxito si me muestra sus hábitos diarios”.
¡Brindemos por una vida emocional más plena y mejores hábitos digitales. Nos vemos en 2023!
#Psiconexión
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