Son creadoras de nuevas oportunidades socioeconómicas.
En América Latina, alrededor de 250 millones de personas permanecen sin acceso a Internet y la posiblidad de comprar 1 Gigabyte (GB) de datos es asequible, en promedio, sólo para 40 por ciento de la población con ingresos altos; un escenario ante el cual las redes comunitarias se colocan como una alternativa creíble de conectividad.
«En los últimos años el número de redes comunitarias ha crecido en el continente, ofreciendo una alternativa creíble de ‘conectividad comunitaria’ al modelo tradicional de provisión de acceso a Internet en América Latina», señala el estudio «Redes Comunitarias en América Latina: Desafíos, Regulaciones y Soluciones».
El texto escrito por Carlos Baca, Erick Huerta, Luca Belli y Karla Velasco refiere que las redes comunitarias son proyectos de conectividad que toman como base en sus modelos organizativos y tecnológicos las formas de organización y modos de vida de las comunidades de las que forman parte.
Así, las redes comunitarias son el reflejo de las comunidades que las desarrollan y, consecuentemente, las estructuras sociales y políticas que caracterizan a los grupos más desconectadas de Internet son aquellas que moldean estas experiencias en la región.
«Es importante destacar que tales modelos no deben ser considerados como antagonistas al Estado o al mercado. Al contrario, actúan como un complemento válido que permite soslayar las evidentes lagunas tanto de las estrategias públicas como de las privadas».
Mediante la implementación de mecanismos participativos y de lógicas basadas en la gestión de bienes comunes, se logran consolidar proyectos que no sólo contemplan la necesidad de acceso a telecomunicaciones, sino también estimulan la construcción y el intercambio de contenidos, aplicaciones y servicios que pueden atender las necesidades particulares de los habitantes de las áreas desconectadas.
Las principales diferencias entre este tipo de iniciativas y los proyectos estatales o comerciales se encuentran en que son las mismas personas que hacen uso de las redes, quienes las construyen, mantienen y utilizan cotidianamente.
«Los usuarios se tornan miembros activos de la red, generando así mayores posibilidades de sostenibilidad de los proyectos de conectividad e influenciando directamente la evolución de las redes con los frutos de sus innovaciones y creatividad, lo que determina un impacto directo en la evolución de un Internet descentralizado y participativo».
En este sentido, el surgimiento y la difusión de las redes comunitarias permite a los individuos y las comunidades autodeterminarse, en el sentido más puro del término, y a disfrutar de su derecho fundamental de buscar su desarrollo económico, social y cultural por medio de las oportunidades que la conectividad puede ofrecer.
Además, el establecimiento de nueva infraestructura de red comunitaria crea nuevas oportunidades socioeconómicas y permite a los usuarios gozar plenamente de la característica fundamental de cada internauta de ser un “prosumer” o “prosumidor”.
Así, los usuarios no son sólo consumidores de contenido sino también adquieren la posibilidad de ser productores de nuevas aplicaciones y servicios potencialmente disruptivos, que atienden las necesidades de las comunidades locales, así como también compiten libremente con los actores de mercado ya establecidos.
En la región existen ejemplos de apropiación tecnológica a partir de diversas experiencias dotadas por redes comunitarias como es el caso de Argentina con AlterMundi que desarrolló un modelo de acceso a Internet con base en una arquitectura de redes y en México, con el proyecto Telecomunicaciones Indígenas Comunitarias A.C, enfocado en el acceso a telefonía móvil a partir de la autogestión y la propiedad de la infraestructura en las comunidades indígenas de Oaxaca.
El establecimiento y la expansión de las redes comunitarias, destacan los especialistas, dependen de innumerables variables que van desde la existencia de organizaciones eficientes y sostenibles a nivel local, disponibilidad de competencias tecnológicas, cantidad de recursos disponibles, existencia de condiciones ambientales amigables, así como las condiciones institucionales y regulatorias que pueden favorecer u obstaculizar la implementación.
«Aunque el modelo de red comunitaria parece ser relativamente fácil de implementar y operar, se debe tener en cuenta que se sabe poco sobre los modelos existentes y las posibilidades de organizarlos y mantenerlos, así como las condiciones que facilitan su implementación y éxito».
C$T-GM