En un mundo donde 70 por ciento de las niñas y niños de 10 años no sabe leer y en América Latina y el Caribe la mitad de los jóvenes de 15 años es incapaz de entender un texto, el debate sobre la educación no debe centrarse en las tecnologías disruptivas que supuestamente podrían desplazar a los maestros y a millones de personas de sus empleos, sino en la inequidad y baja calidad de los sistemas de educación y formación, advierte el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
En un documento sobre el posible impacto que pudiera generar la Inteligencia Artificial (IA) sobre los sistemas educativos de la región, María Mercedes Mateo Berganza, Jefa de Educación del BID, indicó que la aparición del ChatGPT, el cual “hace posible que cualquiera pueda escribir un texto relativamente técnico o que alguien que no es programador pueda desarrollar código”, no significa necesariamente que los maestros sean prescindibles y que todo el mundo pueda usar la tecnología para su beneficio.
De hecho, otra tecnología tan disruptiva como ésta fue la invención de la imprenta en 1440 y después de 600 años, no ha producido la democratización de la educación que estaba llamada a generar al poner en manos de millones de personas los libros y por lo tanto, la posibilidad teórica de mejorar el acceso a la educación.
Incluso, las capacidades de la humanidad presentaron un retroceso debido a la pandemia, como lo demuestra el estudio “El estado del aprendizaje global: actualización de 2022” elaborado por el Banco Mundial”, el cual revela que la infancia experimentó un grave revés en sus habilidades de lectura. Hoy 70 por ciento de los niños de 10 años no puede leer un texto simple, cuando antes de la pandemia la tasa era del 57 por ciento.
El estudio en el que también participaron la UNESCO, UNICEF, la Oficina de Desarrollo y Mancomunidad Extranjera del Reino Unido, USAID y la Fundación Bill y Melinda Gates, revela que “esta generación de estudiantes ahora corre el riesgo de perder 21 mil millones de dólares de ganancias potenciales de por vida (valor presente) equivalentes al 17 por ciento del PIB mundial actual, mientras que en 2021 esa cifra se calculaba en 17 mil millones de dólares.
Peor aún, América Latina y el Caribe muestra un deterioro mayor al pasar del 50 por ciento de los niños de 10 años incapaces de leer un texto antes de la pandemia, al 80 por ciento hoy en día.
Frente a este panorama y cuando el ChatGPT podría representar el despido de hasta 300 millones de personas en el mundo al ser desplazadas por esta tecnología, según un estudio de Goldman Sachs citado en un artículo de The Economist, es importante poner las cosas en perspectiva y determinar si la inteligencia artificial es realmente el enemigo.
Al respecto, María Mercedes Mateo Berganza señala que hasta ahora, nos asustaba que la inteligencia artificial pudiera desplazarnos en trabajos rutinarios, repetitivos y predictivos, y por tanto había que “blindar” a las personas en el mercado laboral para formarlas en tareas donde las capacidades humanas son mejores que las máquinas.
Sin embargo, la inteligencia artificial generativa ha roto esa barrera, con el agravante de que los cambios no son lineales, sino exponenciales. Cada avance tecnológico acelera la depreciación y la obsolescencia de las habilidades en el mercado.
Tan es así, que la propia empresa OpenAI, creadora del ChatGPT, estudió el potencial de automatización de mil 16 ocupaciones en Estados Unidos, bajo el criterio de que una “ocupación automatizable” es aquella en que la tecnología puede entregar resultados de calidad equiparable en la mitad del tiempo. El resultado fue que la IA puede hacer el 10 por ciento de las tareas del 80 por ciento de las personas.
Si bien es cierto que la tecnología puede generar todos estos problemas, también lo es que puede servir para mejorar la calidad de la educación. Ante ello, la especialista señaló que la pregunta clave es: “¿cuáles son las condiciones necesarias para sacar lo mejor de la automatización, para que este salto tecnológico represente también un salto en bienestar que no deje excluidos?”, por qué “el poder transformador de la imprenta en el siglo XV y hoy el de la inteligencia artificial sólo son accesibles a unos pocos”.
Hoy día, los resultados que arroja el ChatGPT dependen de la pregunta que se le formule, en un fenómeno paralelo a una conversación entre personas: en una reunión, la calidad de la conversación depende de la preparación y cultura de las personas y los temas puestos sobre la mesa, igual que la calidad de la respuesta de la inteligencia artificial, dependerá de cómo se le presente la pregunta.
En ese sentido, “los avances de la tecnología deben venir acompañados con mecanismos de redistribución, para que las mejoras beneficien a todos. La educación es la herramienta por excelencia que tenemos para redistribuir y posibilitar el acceso de todos a esos beneficios”.
Por eso, el BID apoya a los países de la región a incorporar el uso de la inteligencia artificial para mejorar los procesos educativos y de aprendizaje con: sistemas de alerta temprana para detectar desde el inicio de año a estudiantes en riesgo de desvinculación; plataformas para la aceleración y personalización de aprendizajes que utilizan la gamificación y son adaptativas para apoyar al docente y que cada estudiante pueda aprender a su ritmo.
También con la evaluación de aprendizajes a través de soluciones que permiten evaluar fluidez y precisión lectora mediante la inteligencia artificial; y con asignación centralizada de docentes y estudiantes, para optimizar la elección de escuelas y la asignación de vacantes.
Estas herramientas demuestran que la tecnología se puede usar a favor de las personas, siempre trabajando en la equidad y la calidad de los sistemas de educación.
C$T-GM