La digitalización posibilita la desintermediación.
La transformación digital en el mundo no implica solo retos para los ciudadanos y empresas, sino también para los Estados y gobernantes que deberán considerar a las personas como el centro, en un marco de respeto a los derechos humanos, para un mejor desarrollo económico, social y político.
En el contexto del foro «La Unión Europea y América Latina: hacia una alianza tecnológica inclusiva”, José Ignacio Torreblanca director de la oficina de Madrid, European Council of Foreign Relation, sostuvo que europeos y latinoamericanos comparten una visión, desafíos y valores.
“Queremos que la tecnología sirva para promover el desarrollo económico, pero también el progreso social y que la transformación digital se haga en un marco de respeto y garantía de los derechos individuales, de forma que refuerce y no debilite la democracia y la esfera pública”.
Tanto el mercado como el Estado tienen un papel importante que jugar en esta transformación, sostuvo, pero “son las personas que tienen que estar en el centro y la ciudadanía la que debe protagonizar y beneficiarse de esta transformación”.
Como parte del encuentro, en el panel “La transformación digital: Desafío y oportunidades para la democracia y la ciudadanía”, Felipe González, expresidente del gobierno de España, habló del impacto que ha tenido la revolución comunicacional en la democracia representativa, al romper la intermediación.
La digitalización posibilita la desintermediación de la democracia, pero aclaró: “no quiere decir que no vaya a haber alguien al mando, pero quien se queda al mando tiene una tendencia dramática a convertirse en un caudillo, el que responde por tuits no sólo a los que le reclaman sino a los que no le reclaman”.
Ese, agregó, es otro de los efectos de los que tenemos que defendernos; porque a través de un tuit o miles de tuits se puede segmentar el discurso, y hay personajes que tienen un público que “lo que quiere oír es lo que le dicen y la tecnología lo permite”.
Por otro lado, refirió que se ha visto a un año de la pandemia que ésta también ha sido sido un factor de aceleración de desigualdades, de un problema de inclusión, porque se trata del “acceso o no a un nuevo sistema de comunicación, de enseñanza, de educación, de gestión que es el sistema digitalizado”.
Aunque reconoció la función reguladora del Estado, a la cual no puede renunciar, subrayó que la “la universidad tiene que reconsiderar su papel en relación con la sociedad, para que esta revolución tecnológica favorezca la inclusión, la justicia la igualdad y defienda el derecho de cada persona”.
Para Ricardo Lagos, expresidente de Chile, la revolución digital lo que ha traído es una mayor igualación entre todos, por lo que uno de los grandes desafíos será cómo crear las nuevas instituciones políticas que van a surgir como resultado de esta revolución.
En el sistema democrático anterior a la revolución digital es un sistema vertical, y lo que hace la revolución digital es “tan pronto» si alguien dice algo le puedo responder de inmediato con un tuit. Pasamos de un sistema vertical al sistema político horizontal”.
Incluso, consideró que podrían surgir “instituciones políticas como resultado de la revolución digital, porque el ser humano va a querer que le escuchen su punto de vista entre elección y elección de su representante”.
Pero advirtió que en esta necesidad de ser escuchado, para ganar legitimidad, tiene que hacerse de manera tal que no dé origen a lo que decía Felipe González, “la tentación de aquél que está en el poder y devenir en un caudillo aprovechando las nuevas tecnologías”.
C$T-GM