Prioridad y visibilidad tiene precio.
Organizar la información del mundo y hacerla universalmente accesible y útil fue la misión que se fijó Google desde su fundación en 1998; sin embargo, en la actualidad es más que eso: es un poderoso imperio basado en la mercantilización de la palabra.
«Cuando alguien googlea una palabra y el resultado de la búsqueda aparece en la pantalla, quien buscó no sabe que la clasificación de lo que aparece está económicamente estructurada», señala el antropólogo Gustavo Lins Ribeiro.
En su artículo «El precio de la palabra: la hegemonía del capitalismo electrónico-informático y el googleísmo», refiere que a pesar de los muchos servicios que ofrece Google, su motor de búsqueda sigue siendo la gran estrella en la constelación de la compañía.
El acceso gratuito al servicio es una buena noticia para el usuario. ¡Perfecto! ¡Una de las compañías más grandes y más poderosas del mundo, con casi 40 mil empleados en más de 70 países, ofrece un servicio esencial gratuito!
«Quizá Google sigue en sintonía con las fantasías hippies de muchos de los pioneros de internet, que comenzaron sus negocios en un pequeño garaje o en el dormitorio de la universidad, con la cabeza llena de ideas comunitarias».
Sin embargo, el antropológo señala que al googlear por ejemplo la palabra «hoteles» el usuario tendrá en sólo 0.69 segundos mil millones de resultados encabezados por nombres como TripAdvisor, un sitio de viajes estadunidense, y otros como booking.com, hotels.com, Expedia y Travelocity.
Esto se explica porque el orden jerárquico en Google se subasta y los ofertantes compran prioridad y visibilidad, de ahí la expresión «word mining» que literalmente significa «minería de palabras», pues existe un mercado de palabras clave en donde el precio y el poder clasificatorio varía según su frecuencia y el poder económico que subyace en ellas.
«El término colocación preferente es empleado por las compañías para promover las páginas web en las respuestas a las consultas. Las organizaciones pagan a las compañías de motores de búsqueda para que sus sitios web aparezcan en las posiciones más altas en los resultados de las búsquedas, de tal manera que puedan recibir más accesos [hits, en el original]».
Los accesos cuentan cuando se acumulan. En la economía de los accesos, las organizaciones esperan ganar dinero mediante la publicidad de banners y mediante la presencia demostrable en la red.
Para Lins Ribeiro, la palabra escrita es el origen de las primeras regulaciones sobre el valor de la creación. El libro es la madre del copyright, que a su vez se encuentra en el origen de otras formas de propiedad intelectual.
Así, desde hace bastante tiempo, las palabras —o mejor dicho, los conjuntos de palabras encadenadas bajo una forma literaria— tenían valor porque su composición revelaba
una creación única, una capacidad de invención, una autoría.
«Hoy, los motores de búsqueda revelan que cualquier palabra que pueda asociarse a mercancías o servicios tiene un valor. En la actualidad, el precio de las palabras se encuentra desencarnado: ya no supone una creación literaria. Las palabras son realmente fetiches. Para venderlas, ya no es necesario el escritor-creador».
Así, el precio de las palabras que antes existía sólo bajo la forma de la creación literaria, se ha reducido al precio de la palabra convertida en un signo de bienes y servicios capitalistas negociables. El capitalismo electrónico-informático ha creado una nueva mercancía y los medios para explotar este recurso en varias lenguas.
«Al transformar las palabras en signos de búsqueda, Google sacó a la luz el mercado de la palabra y lo convirtió en un mercado mundial», señala el director y profesor-investigador del Instituto de Ciências Sociais de la Universidade de Brasilia (UnB).
Al mismo tiempo, la empresa concentró en su propia sede la capacidad de ver lo que ocurre en el mundo y en la economía, de saber cuáles son los intereses de las personas y las compañías, crear para sí misma un panóptico electrónico del mercado, e hizo que el mercado global fuera investigable de manera instantánea y potencialmente disponible para cada usuario.
«Al hacerlo, fomentó un mercado global virtual poblado por usuarios y no por consumidores. Si llamáramos consumidores a los usuarios, la relación desigual entre las compañías y sus clientes quedaría en evidencia, es decir, los consumidores obviamente están comprando algo, mientras que al usar Google reciben un servicio gratuito en apariencia».
C$T-GM