El uso creciente y diverso de la Inteligencia Artificial (IA) en diferentes ámbitos del sector productivo es avasallador, en 2023 fue clasificada como la Aplicación del Año por usuarios Android y estadísticas relacionadas con el uso de Chap GPT hablan de la integración de usuarios superior a 180 millones por mes, pero en sectores como la salud, aún se cuestiona si las personas aceptarían ser atendidas por un robot.
“Utilizada correctamente, puede ser una gran herramienta… la IA puede ayudar a los profesionales de la psicología para buscar y elaborar información, siempre supervisada, así como su aplicación en el campo de la investigación», aseguró Rubén Nieto Luna, catedrático de Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).
De hecho, indicó el especialista, la IA ha sido utilizada hace ya algún tiempo, aunque en los últimos años experimenta un crecimiento exponencial, ganando mucha popularidad en diferentes ámbitos de la vida cotidiana de las personas, y al igual que ha sucedido con otras tecnologías, como aplicaciones móviles o la Realidad Virtual, la IA puede tener un amplio desempeño en la psicología.
Por su parte Mireia Cabero, profesora colaboradora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC, indicó que en el sistema público que ya registra cierta saturación y una demanda creciente de ayuda psicológica y psicoterapéutica, el uso de la IA podría ser de utilidad para hacer una primera criba de urgencia y gravedad de los casos, así como una herramienta diagnóstica de derivación a psiquiatría o de apoyo a unidades de emergencias como prevención del suicidio o de trastornos juveniles graves.
“También podría usarse para un acompañamiento diario en procesos que se agravan con la soledad. Puede beneficiar a las personas que una voz familiar, experta y afable, e incluso amorosa converse con ellas, así como útil y soportable para la superación de los procesos de dolor emocional, como el duelo, cambios importantes, o la recuperación de un trauma», indicó la catedrática.
Destacó que otra funcionalidad sería aprovecharla como medio para explorar emociones. A través de la generación de algoritmos que, ante determinadas respuestas verbales y de comunicación no verbal, pregunte y ayude a la reflexión de la persona.
Rubén Nieto, recordó que desde hace algún tiempo se han llevado a cabo algunos estudios para crear terapeutas virtuales, la idea es crear sistemas que pregunten a las personas por sus experiencias, las analicen y conversen con ellas.
«Difícilmente podrán sustituir por completo las tareas de un profesional, pero probablemente podrán ayudarlos en tareas específicas, o podrán ser de apoyo en algunos momentos concretos”, precisó.
Sin embargo, los expertos coinciden en que a pesar de los posibles beneficios que tiene para los expertos la aplicación de la IA en psicología, es necesario reconocer sus limitaciones, pues a la fecha no hay certeza de que puedan conectar emocional y profundamente, empatizar, así como leer entre líneas y utilizar la intuición, pues estas son características “muy humanas”, resultado de la acumulación de horas acompañamiento con las personas y de haber desarrollado un criterio psicoterapéutico, aseguró Mireia Cabero.
Pablo Vallejo Medina, profesor colaborador de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC, indicó que aunque esta tecnología se ha utilizado desde hace algún tiempo y que se ha logrado superar la inteligencia artificial propiamente dicha, entendida como una mera imitación de la inteligencia humana, todavía no se ha llegado al deep learning.
«Este nivel de IA es el más independiente: la propia tecnología decide qué variables tiene en cuenta para entrenarse. Sin embargo, en estos momentos nos encontramos bien establecidos en el nivel intermedio: el machine learning”, precisó.
Bajo ese modelo los algoritmos son capaces de aprender: no solo de imitar al humano, sino que en muchos casos lo superan, sin embargo “seguimos siendo los humanos quienes les decimos cómo deben entrenarse. Es decir, aún tenemos un rol activo en el diseño de la IA y, hasta cierto punto, en la comprensión del proceso», concluye el experto.
En 1966, Eliza, uno de los primeros bots conversacionales de la historia, creado por el profesor del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) Joseph Weizenbaum, fue uno de los primeros programas capaces de mantener una conversación con un usuario humano y estaba basaba en el método de psicoterapia del psicólogo Carl Rogers.
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