Estereotipos generados en entornos familiares y modelos educativos han contribuido a mantener alejadas a las niñas de las carreras STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería, Matemáticas) y en consecuencia de participar en el desarrollo de avances científicos y tecnológicos en igualdad de condiciones con los hombres, de limitar sus oportunidades para ingresar a mercados laborales mejor remunerados, además de subestimar su talento para ingresar a este tipo de disciplinas.
“Los estereotipos cobran especial importancia, ya que influyen en la elección de itinerarios educativos de las niñas. La idea de que las mujeres tienen menos talento que los hombres en algunos ámbitos se repite en muchos entornos familiares, en modelos educativos, medios de comunicación, redes sociales o los videojuegos, entre otros muchos ejemplos”.
Milagros Sáinz, investigadora líder del grupo Género y TIC (GenTIC) del Internet Interdisciplinary Institute (IN3) de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), precisa que en Latinoamérica, aunque esta situación presenta ciertos avances, la proporción de mujeres investigadoras en relación con los hombres es de sólo 44 por ciento, es decir, 44 de cada 100 investigadores, son mujeres.
El porcentaje es todavía menor, en aquellos sectores de las ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas que no tienen una conexión directa con los cuidados; Las mujeres aún están “infrarrepresentadas” porque desde niñas son alejadas de las disciplinas STEM en forma sistemática a lo largo de su trayectoria educativa, lo que limita sus oportunidades para ingresar en estos campos en su edad adulta.
“Al no contar con representación en este ámbito, obtienen menos reconocimiento. Esto contribuye a consolidar la idea de que las carreras STEM, ligadas a menudo a mejores sueldos y más liderazgo que aquellas con mayor implicación femenina, pertenecen a un campo predominantemente masculino”, asegura.
En opinión de la investigadora, los estereotipos cobran especial importancia, al momento en que las niñas deben definir el rumbo de su formación académica, pues surge la “idea de que las mujeres tienen menos talento que los hombres en algunos ámbitos”, lo cual se repite constantemente en muchos entornos familiares, en modelos educativos, medios de comunicación, redes sociales e incluso en el ámbito lúdico como los videojuegos.
«Vivimos en una sociedad machista, fundamentada en fuertes creencias sexistas, que han privilegiado a los hombres. Estos han estado situados sistemáticamente en mejores condiciones personales y profesionales, mientras que las mujeres han sido desprovistas de dichos privilegios. Esto hay que cambiarlo y los cambios se han de producir en todos los ámbitos, implicando a todos los agentes socializadores y a la sociedad en su conjunto».
Para Milagros Sáinz es hora de buscar soluciones, iniciando por derribar el sexismo y que la desigualdad en la educación y el trabajo siga recayendo en las niñas y las mujeres, dejar de “responsabilizarlas” por la existencia de una brecha de género en el ámbito educativo, y su ausencia en la ciencia y tecnología.
“Idealmente, las medidas e iniciativas para erradicar el sexismo en la educación deben poner el foco en diferentes aspectos: aquellos que tienen que ver con la personalidad de los estudiantes (como sus capacidades y sus actitudes), con aspectos sociales (como los roles o los estereotipos) y con el papel que desempeñan otros agentes (como las familias y los profesores)”.
De igual importancia está el fomentar la igualdad de la mujer en estudios avanzados, una acción que ha emprendido ya el grupo GenTIC con la coordinación de INSPIRE, un nuevo proyecto que busca promover la igualdad de género en la investigación y en la innovación científica.
De igual forma es de suma relevancia el situar a las mujeres en el centro de los avances científicos y tecnológicos, “no solo como beneficiarias de dichos avances, sino también como diseñadoras y productoras de estos… Basta de infravalorar sus competencias, sus capacidades, sus intereses y sus inquietudes”.
“Esencial transmitir que la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres no se conseguirá en su totalidad, hasta que los distintos agentes sociales se alineen y remen en la misma dirección. Conseguirlo y situar a las mujeres en el centro de los avances científicos y tecnológicos contribuiría en gran medida a afrontar los grandes retos del presente, como la injusticia social o el cambio climático”.
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