En América Latina y el Caribe, donde la falta de desarrollo de habilidades y los desafíos en la transición al mercado laboral han conducido históricamente a una alta tasa de pobreza entre los jóvenes, la desvinculación de la educación y las pérdidas de aprendizaje inducidas por la pandemia, provocarán una disminución de los ingresos anuales de esta parte de la población de entre 15 mil y 30 mil dólares a lo largo de su vida.
“El costo de esta situación, de no tomar acción, es demasiado alto. Según los datos recogidos en este estudio para Chile, Colombia, Costa Rica, México y Argentina, los jóvenes podrían llegar a perder alrededor del 11 por ciento de sus ingresos laborales a lo largo de su vida, lo que equivale al 17 por ciento del PIB agregado de estos países”, señala el BID.
En el reporte ¿Cómo reconstruir la educación post pandemia?: soluciones para cumplir con la promesa de un mejor futuro para la juventud, indica que las consecuencias pueden no ser evidentes a corto plazo, pero tendrán un impacto en la calidad de vida de las futuras generaciones.
“Si los jóvenes no desarrollan las habilidades que necesitan para tener éxito en la escuela y en la vida, su futuro empleo, riqueza y bienestar se verán perjudicados”.
Durante la pandemia de COVID-19, más de 165 millones de estudiantes de América Latina y el Caribe se vieron abruptamente desconectados de la educación. A finales de 2021, las escuelas de la región habían permanecido cerradas en promedio 237 días, más que en cualquier otra parte del mundo.
Aunque los equipos docentes y las madres y padres hicieron esfuerzos heroicos para garantizar que los alumnos mantuvieran algún nivel de aprendizaje, millones de estudiantes no participaron en actividades de aprendizaje significativas.
Es decir, las y los jóvenes de la región, no solo se vieron privados de aprender nuevos conceptos y habilidades, también perdieron conocimientos y habilidades que ya dominaban; y aunque son pocos los sistemas educativos que disponen de datos sobre las pérdidas de aprendizaje relacionadas con la pandemia, los que sí lo tienen muestran pérdidas devastadoras, que equivalen a hasta un año entero de escolarización.
En ese contexto, el gasto público debe actuar como amortiguador del impacto que han recibido las personas más vulnerables en sus ingresos y en el acceso a los servicios básicos.
En el corto plazo los recursos necesarios para la rehabilitación de escuelas y el regreso seguro a clases se estiman en más de 23 mil millones de dólares, que representan el 0.21 por ciento del PIB regional.
Estimaciones del BID indican que la inversión total requerida, combinando respuesta de corto plazo y transformación de los sistemas educativos en los próximos 10 años, será de aproximadamente 221 mil millones de dólares, incluyendo inversión en infraestructura y equipamiento.
“Si nos enfocamos en el gasto dedicado a mejorar la retención y los aprendizajes, el gasto promedio se incrementaría en mil 200 dólares por alumno, alcanzando una inversión promedio del 5.0 por ciento del PIB regional (del año 2018), acercando a América Latina y el Caribe en términos de inversión al promedio de economías más avanzadas”.
En su análisis, el BID subraya la relevancia que tiene elevar los niveles de conectividad y adopción de dispositivos en la región, pues dado que las disparidades en el acceso a la tecnología están correlacionadas con el estatus socioeconómico, la brecha digital puede replicar e incluso reforzar los patrones de segregación ya existentes.
En este escenario, resulta claro que la transformación digital de la educación tiene un enorme potencial para favorecer el aprendizaje, pues la adopción de la tecnología para el aprendizaje permite mejorar tanto la enseñanza tradicional en grupo como el aprendizaje a medida y las experiencias más individualizadas.
“La crisis empujó a los gobiernos a invertir en tecnologías de aprendizaje híbridas y a adoptar nuevos métodos de enseñanza. Esto podría convertir la crisis en una oportunidad para garantizar tanto la recuperación inmediata de los efectos de la pandemia como una transformación digital permanente de los sistemas educativos”.
En este sentido, destaca que los gobiernos deberían dar prioridad a las inversiones en acceso a dispositivos y conectividad a internet de alta calidad para romper el aislamiento de los estudiantes y de las escuelas, permitir a los profesores compartir contenidos multimedia y abrir canales para las interacciones colaborativas dentro de la comunidad escolar.
Asimismo, sugiere invertir en contenidos de alta calidad, formación de los profesores y pedagogías eficaces adaptadas a los entornos de aprendizaje virtuales e híbridos, con herramientas para supervisar el progreso de los estudiantes; y en la instrucción personalizada en lugar de enseñanza igual para todos los estudiantes, entre otras sugerencias.
C$T-GM