A pesar de las evidentes ventajas de sumar tecnología al proceso educativo y de los resultados positivos que ha demostrado para dinamizar los ambientes de aprendizaje, “no debemos sobrevender sus bondades”, sino entenderla como una herramienta más para los profesores, cuyas habilidades para generar espacios de trabajo productivos en el aula, acuerdos de convivencia, definición de rutinas, verificación de comprensión y evaluación formativa con técnicas de monitoreo y seguimiento, siguen siendo centrales en el proceso.
Y si bien la digitalización está entre nosotros y no podemos evitarlo, antes de enseñar habilidades digitales a los niños en las aulas o a través de espacios digitales, los profesores deben no sólo ser capaces de usar las aplicaciones e incluso comprenderlas, sino de conocer las posibilidades que las herramientas digitales brindan para organizar, sistematizar, compartir y elaborar contenidos significativos para el mundo virtual y su conexión con el proceso de aprendizaje, advirtió Raúl Carlín, director de Programas de Radix Education.
En entrevista con ConsumoTIC, recordó que estamos en un momento crítico de la educación en el país y en el mundo, donde el informe “La situación de pobreza del aprendizaje mundial 2022”, elaborado por el Banco Mundial y otras instituciones, indica que 70 por ciento de los niños de primaria en América Latina y el Caribe, es incapaz de comprender un texto simple.
Esta situación “debería ser un escándalo, pues el estado de la educación es como el Nostradamus de una sociedad: si la observamos hoy, sabremos qué esperar para dentro de 20 años y este sentido de urgencia debe movernos a aplicar todos los conocimientos y habilidades de los profesores, aprovechando las ventajas de la tecnología”.
Sin embargo, esto lleva a su vez a otro dilema, pues muchos profesores carecen de las habilidades necesarias no ya para transmitirlas a sus alumnos, sino para ellos mismos ser capaces de manejarse dentro de los estándares globales para la alfabetización, las habilidades y la preparación digitales, que propone el DQ Institute.
Esta institución educativa evalúa la actuación de las personas a partir de numerosos indicadores como la literacidad digital, la capacidad para generar contenidos, su actuación en el mundo digital y el respeto a los derechos propios y de terceros, entre otros.
Esto es, debemos estar seguros que los profesores cuentan con todas estas habilidades, antes de que traten de usar herramientas digitales para transmitirlas a sus alumnos.
No obstante, ésta se antoja como una labor compleja, cuando revisamos los resultados del más reciente documento de trabajo (Working Paper) del centro de investigación The Competitive Intelligence Unit (The CIU) denominado “Innovación de las TIC en México: Algunos Aspectos Regulatorios Limitantes”.
De acuerdo con este documento,los profesores de cuatro países de América Latina (Chile, Ecuador, México y Perú) demostraron estar muy rezagados en habilidades digitales, en comparación con sus pares de los países de la OCDE.
Citando un estudio del Banco de Desarrollo de América Latina (CAF), las competencias digitales de los profesores se clasificaron en los niveles 1,2 y 3.
Las personas por debajo del nivel 1 sólo pueden realizar una tarea que no requiera ningún razonamiento o transformación de la información; las personas en el nivel 1 sólo pueden utilizar aplicaciones conocidas, como el correo electrónico o un navegador web, para realizar acciones que requieran pocos pasos y un razonamiento sencillo.
Las personas de estos niveles no serían capaces de rellenar un formulario en un navegador web que no hayan visto antes; mientras que las personas con capacidades en los niveles 2 y 3, podrán resolver situaciones más complejas en plataformas que no conozcan previamente y podrán comprender la naturaleza de las herramientas digitales, aunque nunca las hayan usado.
“El 7.0 por ciento de los profesores latinoamericanos de la muestra no pudo completar las tareas en ordenador, el 39 por ciento se situó en un nivel inferior a uno, el 40 por ciento obtuvo el nivel uno y sólo el 13 por ciento obtuvo el nivel dos o tres. En tanto, en la media de países de la OCDE, la mayoría se sitúa en los niveles uno, dos o tres”.
A la luz de estos datos, Raúl Carlín señaló que si bien es necesario utilizar la tecnología para ayudar a las niñas y niños a mejorar sus habilidades en lecto-escritura, en lógica matemática y en habilidades blandas, antes debemos estar seguros que los profesores cuenten con las habilidades digitales para que estas herramientas resulten significativas en el proceso de la enseñanza-aprendizaje.
Esto pasa por la revisión de la currícula de las Escuelas Normales y de la formación continua de los maestros, sin olvidar que la política pública debe considerar no sólo la conectividad de todas las escuelas, sino también dotar a las propias instituciones y a los maestros de las herramientas necesarias (computadoras, tablets, etcétera) y, desde luego, la capacitación necesaria para que tengan un manejo amplio del mundo digital.
No se trata sólo de que sepan usar un aparato, sino de que tengan conciencia de la identidad digital, los derechos digitales, la propiedad intelectual en línea, los derechos de participación, creación de contenidos, comunicación digital, inteligencia emocional digital y manejo de herramientas educativas diversas, que les ayuden a formar alumnos que se incorporen de lleno al universo digital, con conocimientos significativos y habilidades para seguir creciendo en ese camino.
C$T-GM