Aun cuando la economía creativa es un evidente motor de desarrollo en regiones como América Latina y el Caribe, donde contribuye con 2.2 por ciento al PIB y genera 1.9 millones de empleos, se trata de una industria con un alto porcentaje de trabajo autónomo e informalidad, lo que incide en la calidad de vida del capital humano y en el acceso a beneficios y financiamiento para sus actividades.
De acuerdo con datos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), 24 por ciento de las personas trabajadoras del sector cultural y creativo pertenece a la informalidad, y 18 por ciento labora de manera intermitente.
De hecho el estudio “Emprender un futuro naranja: quince preguntas para entender a los emprendedores creativos de América Latina y el Caribe”, muestran que una característica que resalta de los profesionales creativos es que suelen ser personas con un alto nivel de formación (han invertido mucho en su propio capital humano), pero incluso en el mejor de los casos, estos profesionales suelen necesitar combinar diversas formas de trabajo precario –a tiempo parcial, múltiples proyectos independientes, etcétera–, con contratos atípicos, para conseguir un cierto nivel de ingreso.
En este contexto, es imperativo apostar por la creación de mecanismos que faciliten la formalización e inclusión financiera de estas personas trabajadoras para permitirles acceder a beneficios a los que actualmente no califican y abrirles las puertas a mercados nacionales e internacionales.
“El BID ha realizado distintos esfuerzos por crear oportunidades para los trabajadores creativos independientes; por ejemplo, a través de la cooperación técnica “Nación de Animación: creando oportunidades de empleo para una industria de animación inclusiva en Barbados (2020)”.
Este proyecto se enfoca en crear una asociación con la sociedad civil y el sector privado para brindar capacitación orientada al mercado en animación 2D que integre tanto el aprendizaje en el trabajo a través de prácticas laborales recurrentes como un programa de contratación.
En el reporte “10 años impulsando la cultura y la creatividad: el compromiso del BID con las industrias culturales y creativas», el organismo explica que la importancia del concepto workertech, el cual se refiere a los servicios digitales que se ofrecen a los trabajadores independientes para ayudarlos a:
Garantizar acceso a protecciones sociales y derechos laborales básicos, optimizar la productividad y desarrollo profesional, y facilitar la organización colectiva de los trabajadores en el comercio a nivel sindical y profesional.
Refirió cómo el proyecto gigES: WorkerTech para trabajadores independientes e informales en El Salvador (2021) tiene como objetivo crear y promover el ecosistema de workertech para estos trabajadores con la identificación y apoyo a soluciones concretas tanto del sector privado como del sector público.
El proyecto piloto, que contó con actores clave en el área de innovación y start-ups a nivel nacional e internacional, desarrolló un Sandbox de política pública para efectuar experimentos sobre el fortalecimiento del marco regulatorio, lo que ayudaría a mejorar la situación de los trabajadores independientes y de plataforma en los problemas que enfrentan, con un alcance regional en el corto plazo, y un alcance global en el largo plazo.
“Proteger el empleo y los derechos laborales de los trabajadores independientes y autónomos que forman parte de las industrias culturales y creativas, es clave para el desarrollo de un sector que ya tiene graves inconvenientes de acceso a la financiación, lo que lastra la internacionalización de las empresas y dificulta su crecimiento”.
Es por ello que incentivar las oportunidades de formación continua y desarrollo, de upskilling y reskilling, es imperativo en una industria que no podrá desarrollarse si no existe el talento que la acompañe.
Para que esto suceda, señala el BID, es indispensable una visión a largo plazo, acompañada de políticas de Estado que trasciendan gobiernos, y una inversión sostenida tanto pública como privada.
C$T-GM