Sextorsión, ciberacoso, sexting, happy slapping y otras agresiones contra las mujeres en el mundo digital tienen el mismo fin: afectar a la víctima, ataques que con la exponenciación que se da en las plataformas digitales pueden multiplicar su fuerza y efectos, llegando incluso a afectar la intimidad y a ser un obstáculo para el libre acceso a internet.
“Lo que sucede en los espacios digitales afecta los espacios físicos y viceversa. Es parte de la misma realidad. La ausencia física no evita que las víctimas de ciberacoso experimenten temor, ansiedad y una sensación general de indefensión. Tiene los mismos efectos”, subrayó María Elena Estavillo, presidenta de Conectadas.
En la conferencia virtual “Violencia de género en Internet”, la especialista señaló que el ámbito digital está impactando la forma en que las personas se comunican, manifiestan y se relacionan, pero también convirtiéndose en el espacio donde se da el fenómeno de exponenciación de las agresiones, multiplicando su fuerza y efecto, así como dificultando el acceso pleno y en igualdad de condiciones de la población femenina a la Sociedad de la Información y el Conocimiento.
Esa situación se debe a que en el mundo virtual es más fácil mantener el anonimato, y la víctima de ciberacoso no puede identificar a su victimario; hay mayor facilidad de coordinar las agresiones; de viralizar los mensajes, y de mayor exposición, lo que significa que la victimización de las mujeres está disponible para que todos puedan verla.
“De poco más de 16 millones de usuarios que sufrieron ciberacoso según cifras del INEGI, 9 millones son mujeres y 7.1 millones son hombres. Las víctimas de este tipo de violencia sí son preponderantemente mujeres, y también vemos cómo se concentran en edades más tempranas”, precisó.
De 103.5 millones de personas, el 21 por ciento ha sufrido ciberacoso en los últimos 12 meses, lo que se traduce en 16.1 millones de víctimas, precisó al participar en el ciclo de Conferencias de Ciberseguridad, organizadas por el Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT) y la Guardia Nacional.
La violencia digital tiene varias caras, pero se le puede identificar como grooming o ciberembaucamiento. En esta modalidad, los ciberdelincuentes se acercan a las niñas y niños adolescentes con el propósito de cometer un acto de violencia física, violencia sexual o para la trata de personas.
Otra es el doxeo, práctica que se trata de publicar la información de una mujer para que pueda ser identificada, sus cuentas, sus claves; el mobbing, que es un tipo de acoso o amenaza cuando propiciada por un grupo, generalmente en entornos laborales y escolares; también está el control de un dispositivo, o de una cuenta.
El happy slapping es la difusión repetida de un evento en el que una persona sufrió un accidente o un acoso físico, con el fin de llamar la atención, generar likes. Es decir, una experiencia personal negativa que se ridiculiza y se vuelve viral.
Una que no es específicamente violencia pero sí una práctica de alto riesgo, alertó, es la sobreexposición de menores en las redes sociales, sus fotografías, su identificación, que los puede convertir en objeto de redes de trata y de otras formas de violencia.
También la exposición involuntaria a material violento o sexual, es una práctica de violencia digital; así como la difusión de fotografías íntimas o de información privada, el robo de identidad, entre otras.
Comparando las situaciones más frecuentes de ciberacoso que sufrieron hombres y mujeres durante el 2020, están las insinuaciones o propuestas sexuales, 15 por ciento hombres y 35.9 por ciento mujeres; contacto con identidades falsas 37.1 hombres y 33.4 por ciento mujeres.
Respecto de mensajes ofensivos 36.9 por ciento representan los que reciben los hombres y 32.8 por ciento mujeres; recepción de contenido sexual 15.7 por ciento hombres y 31.3 por ciento mujeres; y provocaciones 22.5 hombres y 19.3 por ciento mujeres.
Los datos revelan que las formas del ciberacoso, varían sistemáticamente en razón del sexo; la amenaza percibida es subjetiva y se relaciona con la situación de vulnerabilidad de las mujeres en la sociedad. “Esta percepción de amenaza aunque es subjetiva está relacionada con toda esta discriminación y desigualdad sistemática”.
“Internet puede ser un enorme aliado de la agenda feminista del empoderamiento de las mujeres, pero también puede transformarse en un ambiente hostil que exacerbe las desigualdades entre hombres y mujeres”.
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