En poco más de un año de confinamiento social, las mujeres y hombres que han podido realizar sus actividades laborales a distancia han librado el riesgo de contagiarse de COVID-19 en los trayectos y lugares de trabajo; sin embargo, en sus hogares enfrentan otra batalla: agotamiento físico, estrés y ansiedad provocada por exigencias laborales 24/7 que no conocen de horarios de comida, descansos y transiciones entre la vida privada y la profesional.
La pandemia permitió a países como México avanzar en unos meses, lo que le hubiera llevado al menos cinco años en materia de adopción tecnológica y procesos de transformación digital, pero también evidenció el rezago de la política pública en temas que hace un lustro ya se abordaban con seriedad en Francia, España e Italia, donde incluso ya discutían la necesidad de considerar el derecho a la desconexión digital laboral.
En abril pasado y ante el claro impacto de la pandemia en el ámbito laboral, el Senado de la República respaldó mediante una modificación a la Ley Federal del Trabajo, el derecho de la clase trabajadora a desconectarse y abstenerse de participar en comunicaciones electrónicas relacionadas con su empleo, es decir, envío y recepción de correos y mensajes electrónicos, llamadas u otras modalidades de comunicación, durante horas no laborales.
El dictamen turnado a la Cámara de Diputados, fue una acción importante que contribuyó al entendimiento de un mundo cada vez más digital, sin embargo, representó sólo una pieza, en el amplio tablero laboral que se transforma cada día.
En 2017, en este mismo espacio comentaba que el derecho a la desconexión digital en México era más bien una utopía, pues ni jefes ni empleados estaban dispuestos a ejercer una sana distancia entre la actividad laboral y la vida personal. Sin embargo bastó poco más de un año, para que en medio de una crisis de dimensiones sin precedentes el Legislativo metiera el acelerador en este relevante tema laboral.
Hace cuatro años, la OCDE estimaba que en promedio una persona en México trabajaba más de 2 mil 200 horas al año, en jornadas de ocho horas, y la pregunta que ya flotaba en el aire era ¿cuánto tiempo adicional se dedica fuera del lugar de trabajo a través de dispositivos móviles, aplicaciones y redes sociales?
En Francia, un trabajador promedio destina sólo mil 500 horas anuales a su vida laboral, y se tiene desde 2016 una legislación específica para evitar que los jefes busquen a sus empleados fuera de su lugar y hora de trabajo.
De acuerdo con el primer Informe de Tendencias Laborales de Microsoft, publicado en abril pasado, la alta productividad generada a partir de actividades como el teletrabajo y el home office, enmascara una fuerza laboral agotada.
De acuerdo con el reporte, en México 34 por ciento de los trabajadores se sienten con exceso de trabajo, 28 por ciento se encuentran agotados y 24 por ciento piensa que hay poca empatía por parte de las empresas sobre el balance que debe prevalecer entre el trabajo y la vida personal.
La desconexión digital laboral, como muchas otras actividades y hábitos impulsados por la nueva realidad que nos trajo la crisis sanitaria, no se ejerce por decreto ni tiene como únicos responsables a los empleadores.
Una parte importante de esa responsabilidad, que incluye conocer sus derechos y tomar conciencia sobre las consecuencias en términos de salud física y emocional, se encuentra en cada una de las personas que realizan o implementarán en algún momento de su vida un modelo laboral a distancia.
La tecnología, como prácticamente todo en la vida, tiene dos lados. El positivo, que nos lleva a elevar los niveles de productividad, innovación y creatividad; y el negativo, que puede llevarnos al aislamiento social, el sedentarismo y en consecuencia un deterioro importante en la salud.
C$T-GM