La transformación digital es sin duda un motor de crecimiento para un país, porque ayuda a elevar su competitividad, si bien, en la medida que el déficit de despliegue de infraestructura para las telecomunicaciones se mantenga o, peor aún, llegue a aumentar, también lo harán las brechas de desigualdad.
El bajo crecimiento de México, se debe a una productividad deficiente, como lo muestra el hecho de que, entre 1981 y 2019, el incremento de la productividad de México registró una tasa negativa de menos 1.2 por ciento, mientras el promedio entre los países de la OCDE, fue de más de 0.5 por ciento, advirtió Ricardo Zermeño, director de la consultara Select.
Al comentar los resultados del estudio “La madurez digital de México”, que su empresa desarrolló con la tecnológica Cisco, el especialista recordó que “los países competitivos con ecosistemas digitales robustos, aceleran el desarrollo” y por eso es necesario elevar la competitividad de nuestro país.
De hecho, en México el crecimiento promedio del Producto Interno Bruto (PIB) entre 1981 y 2023 fue de 1.2 por ciento, mientras el mismo indicador en países de ingreso medio-bajo –comparables económicamente al nuestro—creció en 4.4 por ciento, lo que demuestra la relación directa entre el crecimiento económico y la productividad.
En otras mediciones internacionales la competitividad digital de México se ubicó en el sitio 54 de 64 países medidos; en tecnología se colocó en el lugar 58; en preparación para el futuro en 54 y en conocimiento tecnológico en el 50, lo que se explica, entre otros factores, por la brecha de talento digital y el déficit de profesionales digitales, que se estima en 1.3 millones de personas.
De hecho, México está por debajo de los países desarrollados en el monto de las inversiones con respecto al PIB. Mientras en nuestro país esta relación es del 3.1 por ciento, en los países desarrollados llega al 5.1 por ciento, mientras que el gasto del gobierno en Tecnologías de Información y Comunicaciones (TIC) a nivel nacional, asciende a 0.4 por ciento y en los países de la OCDE el promedio es de 1.0 por ciento del PIB.
La falta de profesionales forma un círculo vicioso donde no están disponibles suficientes empleos de calidad, lo que nos lleva a perder paulatinamente el bono demográfico, pues a falta de empleos, las personas jóvenes se van a la economía informal, la emigración irregular o, peor aún, caen en manos del crimen organizado.
Paradójicamente, en las universidades hay muchos jóvenes estudiando, que al egresar no cumplen con las demandas de los empleadores. Según el Coneval, sólo 23 por ciento de los egresados tienen un nivel de desempeño satisfactorio y dominan el inglés, además de que persiste una gran disparidad de género entre los egresados (66 por ciento hombres y 34 por ciento mujeres).
Mientras esto ocurre, lo cierto es que el ciclo de cambios en las estructuras académicas de las universidades es muy largo y mientras, prevalece la disparidad entre lo que los empleadores requieren y lo que las escuelas pueden ofrecer.
De ahí que tal vez se requiera un esfuerzo para transformar los sistemas educativos para alinearlos más a las competencias. “Más que grados escolares, ahora se necesitan competencias y es necesario ayudar a los jóvenes a adquirirlas, lo mismo que a los adultos para reinsertarse en los esquemas productivos”, señaló Zermeño.
La industria todavía observa déficits en habilidades en el idioma inglés; liderazgo, habilidades blandas, software, ciberseguridad, inteligencia artificial y ciencias de datos, estas últimas tres, las más demandadas y donde no parece haber suficientes egresados o bien, éstos no cuentan con la preparación deseable.
Por otro lado, la transformación digital no debe promoverse sólo en el sector privado. Para brindar servicios públicos digitales de calidad y con la eficiencia que nuestro mundo –y la creciente productividad—exigen, hacen falta líderes con visión de largo plazo, comprometidos con la transparencia, la inclusión y el cuidado del medio ambiente, que siempre pongan al ciudadano en el centro de su quehacer.
Este liderazgo, idealmente, debe complementarse con equipos capacitados y motivados hacia objetivos compartidos, organizaciones flexibles, esbeltas y creativas; y un diseño institucional centrado en servir a la ciudadanía con la mayor eficiencia posible, pues sólo así se podrá hacer realidad el acceso a servicios de educación, gobierno digital y salud, por sólo mencionar algunos.
Por cierto, en el tema de salud, antes que ninguna otra cosa es indispensable estandarizar el expediente médico digital y sistematizar las recetas digitales, como eje fundamental para mejorar los servicios médicos en general.
C$T-GM