A pesar de las ventajas del trabajo flexible y la necesidad de que América Latina y El Caribe transiten hacia esquemas de esta naturaleza para elevar su productividad, se requieren políticas públicas que promuevan la capacitación en habilidades digitales para el trabajo, para quienes no han podido adquirir las capacidades que demandan los trabajos del siglo XXI, señala un análisis del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
Sin políticas públicas adecuadas, se corre el riesgo de que las desigualdades existentes en los mercados laborales, entre las personas trabajadoras mejor calificadas y quienes no han tenido oportunidad de recibir capacitación continua se exacerbe, incluyendo las brechas digital para ambos géneros y salarial hacia las mujeres, que el propio BID ubica en salarios 18 por ciento menores a los de los hombres en términos generales.
En ese sentido, el BID recomendó a los países de la región que promuevan políticas públicas encaminadas a disminuir y eventualmente eliminar las desigualdades que puede implicar el trabajo flexible, entre aquellos trabajadores que reciban beneficios de equilibrio vida-trabajo a través de este tipo de esquemas y aquellos que se alejen cada vez más de esas ventajas, por la falta de habilidades y capacitación.
Por esto es fundamental pensar la inversión en el desarrollo de habilidades de las fuerzas laborales con foco también en la flexibilidad laboral. Contar con las herramientas necesarias para trabajar eficientemente bajo arreglos de trabajo flexible será fundamental para acceder no solo a trabajos más productivos y mejor pagados, sino también a trabajos compatibles con la flexibilidad laboral que tanto se demanda. Tener habilidades para trabajar a distancia y de manera flexible también es prepararse para el futuro del trabajo.
De hecho, según los resultados de la encuesta a trabajadores y empresas levantada por el propio BID, las personas que tienen una flexibilidad laboral suelen tener menos ocupaciones manuales, y labores que pueden realizarse a distancia, por lo general asociados a mayor grado de capacitación profesional.
La distribución de quienes tienen trabajo flexible se encuentra de la siguiente manera: directores y gerentes 28 por ciento; jefes y empleados administrativos 36 por ciento; profesionales técnicos 20 por ciento; profesionales, científico e intelectual, 12 por ciento; trabajos de servicio y vendedores 3.0 por ciento y ocupaciones elementales 1.0 por ciento.
Esto es, las personas con menor capacitación son quienes menos se beneficiarán de este tipo de empleo, profundizando las brechas que ya existen y las cuales se tienen que prevenir a través de una capacitación para la digitalización, debido a que muchos empleos (aún aquellos que parecían imposibles sin presencia humana), están cambiando con la tecnología.
Por ejemplo, en el área de la minería, trabajos que solían ser manuales y se realizaban dentro de las minas, se automatizaron con el uso de máquinas que ahora se operan a distancia, incluso desde otras ciudades. Por otro lado, los de camiones en las faenas mineras conducidos por humanos pronto podrían ser reemplazados por camiones autónomos.
Y esta puede ser una oportunidad para estos trabajadores que hasta ahora podrían estar excluidos en la práctica de esquemas de trabajo flexibles, si bien se requiere capacitación y políticas de transformación digital y acceso a la tecnología.
De manera paralela, señala el BID, se requiere una reconversión laboral para quienes realizan tareas manuales y presenciales, de modo que la automatización no signifique eliminación ni reemplazo de puestos de trabajo por la tecnología.
Es decir, quienes hacen trabajos manuales que en el futuro próximo se puedan sustituir por trabajo remoto, deberán capacitarse en digitalización, para que puedan conservar esos empleos y entrar en esquemas de empleos flexibles.
“La posibilidad de que cada vez más personas tengan la opción de trabajar bajo modalidades de arreglos de trabajo flexible promete ser una manera de mejorar el bienestar de las personas y la productividad de las empresas de manera simultánea”.
Pero si se quiere que estos arreglos sean viables y accesibles para muchos trabajadores, especialmente los de menores niveles de capacitación, será necesario no solamente permitir los arreglos de trabajo flexible, sino promoverlos activamente, tanto en la regulación laboral como en las políticas de formación para el trabajo.
En ese sentido, el propio BID presentó en junio del año pasado el documento “Habilidades para el trabajo: pasos en la buena dirección”, donde detalla algunas iniciativas que lleva a cabo en distintos países para promover las habilidades en el trabajo.
En el caso específico de México, el trabajo cuenta con un financiamiento de 350 mil dólares, con el objetivo de “entender las brechas en materia de habilidades entre la demanda de los sectores productivos y la oferta de la formación técnica”, con un calendario de actividades que terminará a finales del 2024 y donde participan como instituciones asociadas, el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM) y cámaras empresariales de Nuevo León, Hidalgo y Aguascalientes.
C$T-GM