Para que la transformación digital del país se convierta en un elemento de desarrollo para la sociedad en su conjunto, primero es necesario un esfuerzo profundo de alfabetización digital, para que todas y todos comprendan las bondades de la tecnología y las adopten para su beneficio, una asignatura que aún sigue pendiente en el país.
Arturo Blancas, director de Estadísticas Económicas del INEGI, refirió cómo la Encuesta Nacional sobre el Uso de la Tecnología en los Hogares (ENDUTIH) 2022, recién publicada, da cuenta de que aún existe una brecha de usuarios de internet entre los ámbitos urbano y rural (86 por ciento contra 62 por ciento), que si bien se ha reducido en los últimos años, sigue siendo significativa.
De hecho, algunos de los hallazgos más significativos de este ejercicio, se centran en la brecha generacional, pues entre las personas mayores de 55 años, más de la mitad no son usuarios de internet y de estos, 65 por ciento es porque no sabe utilizarlo y el 21 por ciento no le interesa.
Esto demuestra que hace falta alfabetización digital para explicarle a esa gente para qué sirve el internet, además, desde luego, de generar contenidos significativos que le puedan servir a esa población, dijo al participar en el foro «La Transformación Digital como Plataforma de Desarrollo Económico y social a través del cierre de las brechas digitales» convocado conjuntamente por el Instituto Belisario Domínguez del Senado de la República y el Centro i.
Al respecto, la senadora Beatriz Paredes, coincidió en que la alfabetización digital es una pieza clave para que las personas se apropien de la tecnología y la usen para generar desarrollo e incluso recordó cuando ella misma, en su juventud, participaba en la alfabetización de los adultos y ellos le decían que no querían aprender a leer y escribir, porque no le encontraban utilidad .
Como entonces, ahora hay que enseñar a estas personas las habilidades necesarias para entrar a ese mundo, pero al mismo tiempo, se requieren políticas públicas que lo faciliten, como superar el criterio recaudatorio en materia de espectro radioeléctrico o llevar a la realidad lo establecido en los artículos 211 y 215 de la Ley Federal de Telecomunicaciones y Radiodifusión, en el sentido de crear un Fondo de Cobertura Universal que hoy ni es universal, ni tiene mecanismos de fondeo.
Respecto a otros retos que se enfrentan a nivel nacional, como los relacionados con el despliegue de infraestructura de telecomunicaciones, otros ponentes señalaron puntos relevantes en temas que incluso ya se puede asegurar que están sobre diagnosticados.
Por ejemplo, Elena Estavillo, directora general del Centro i, sostuvo que hace falta una política integral que logre conectar realmente a todas las personas y se puedan franquear todas las barreras que aún prevalecen, incluyendo las de falta de infraestructura, las limitaciones de idioma y la ausencia de conocimientos sobre el uso de la tecnología.
Incluso, recordó que se debe ir más lejos, porque a veces no todo se resuelve con poner en las manos de las personas un celular. Por ejemplo, mujeres que viven en un contexto de violencia doméstica, cuando llegan a tener un celular, este aparato se convierte en una herramienta de control y por lo tanto se debe analizar el tema de una manera más profunda y detallada.
En su oportunidad, Adriana Labardini Inzunza, abogada experta en asuntos públicos y asesora de Rhizomatica, convocó a los tomadores de decisión a ver el nuevo orden global en temas digitales, donde el 90 por ciento de la infraestructura, los algoritmos y el capital humano están en manos de la iniciativa privada, y por lo tanto se requiere que el Estado trabaje a favor del interés público, de crear un ambiente habilitador de derechos a través de la transformación digital.
Por ello es que hay que escuchar a los sectores en lo local y ser conscientes de que las soluciones no operan igual en Chiapas que en la Sierra Tarahumara, y que los grupos indígenas no son iguales en Oaxaca que en la Huasteca Potosina.
En ese sentido, llegar hasta el nivel de lo local es muy relevante, no sólo en términos de cobertura y despliegue, sino sobre todo en cuanto a las iniciativas que las personas pueden desarrollar en las localidades.
Sobre este punto, la senadora Claudia Anaya recordó el caso de la región de Mazapí en Zacatecas, que es más grande que el estado de Aguascalientes y que tiene sólo 17 mil habitantes, lo que plantea enormes retos para la cobertura de servicios de internet.
Ahí, por ejemplo, es imposible pensar en la telemedicina o la inclusión financiera digital, pues hay un Banco del Bienestar, cuyo cajero automático no está conectado con otros cajeros del sistema y por lo tanto, cuando llega el tiempo de la dispersión de recursos como parte de los programas sociales del gobierno federal, tienen que ir soldados a entregar los recursos directamente.
A veces, estos recursos se entregan en cheques, de manera que las personas más pobres resultan más perjudicadas, porque deben gastar en gasolina para trasladarse (a menudo las comunidades no cuentan ni con caminos rurales) a fin de cobrar los cheques.
Específicamente sobre inclusión financiera digital, la especialista Alba Rodríguez, advirtió que entre la población mayor de 45 años en México, la inclusión digital está muy atrasada. Mientras el promedio mundial es de 76 por ciento en ese segmento y en los países en vías de desarrollo es de 71 por ciento, en este país apenas llega al 49 por ciento, con mayor dificultad para las mujeres.
Durante la pandemia muchas mujeres dejaron de trabajar y por lo tanto sus recursos para el retiro diezmaron notablemente. Mientras el 49 por ciento de los hombres sí tienen Afore, la cifra en las mujeres es apenas del 31 por ciento.
Por grupos de edad, mientras los jóvenes de 18 a 29 años tienen acceso a productos financieros digitales en el 69 por ciento de los casos, las personas de entre 45 y 59 años sólo llegan al 42 por ciento lo cual implica una brecha generacional del 17 por ciento.
Esta brecha generacional se explica en parte porque los adultos no saben usar los productos financieros digitales y por lo tanto es evidente la necesidad de la alfabetización digital, como herramienta democratizadora.
C$T-GM