En América Latina, donde la cultura del ahorro para el retiro es incipiente y uno de los desafíos es adecuar los sistemas de seguridad social a la realidad actual, el celular es una poderosa herramienta para impulsar este hábito de protección hacia el futuro entre las personas que forman parte de la economía colaborativa mediante aplicaciones como Cabify, Uber o Didi.
Estas plataformas digitales, que son muy útiles para promover una elevada bancarización y alfabetización digital, se presentan como las mejores aliadas para, en este caso, ofrecer un plan de ahorro voluntario a los conductores de Cabify, una de las plataformas que, como Uber o Didi, ha transformado el sector del transporte en la región.
“Latinoamérica y el Caribe es una de las regiones más desiguales del mundo. También, una de las regiones que más va a envejecer. Por ello, tenemos que buscar nuevas soluciones para la protección económica de los más vulnerables”, aseguran especialistas del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
Y es que la convergencia entre las nuevas tecnologías y la economía del comportamiento es una de las vías posibles para solucionar este tema, que va a ser urgente en los próximos años y que hoy es una deuda social, subraya Marcelo Cabrol, gerente del Sector Social del Banco Interamericano de Desarrollo.
En la búsqueda de soluciones innovadoras, el Laboratorio de Ahorro para el Retiro del BID lleva cuatro años experimentando con el potencial que ofrecen las tecnologías y, junto con los aprendizajes de las ciencias del comportamiento, está incentivando a que los países de la región continúen buscando esa vuelta de tuerca necesaria para actualizar la seguridad social y conducirla al siglo XXI.
Una de las intervenciones del Laboratorio de Ahorro para el Retiro tuvo lugar en Perú, donde sólo 22 por ciento de los trabajadores ahorra para su retiro. Ahí, el proyecto trató de atraer a los trabajadores de la economía colaborativa al sistema de seguridad social con la misma herramienta que utilizan para trabajar: el aplicativo de su celular.
“En los países desarrollados, este tipo de aplicativos pueden verse como una amenaza desde el punto de vista de los trabajadores, porque pueden provocar una merma en los derechos. Sin embargo, en países en desarrollo como Perú, pueden ser una gran oportunidad”, subraya Oswaldo Molina, investigador de la Universidad del Pacífico, una de las entidades que colaboró en esta iniciativa.
La idea sobre la que se basó esta intervención es sencilla: en un momento determinado, el mismo aplicativo que los conductores de Cabify utilizan para trabajar les pregunta si desean ahorrar de forma automática un porcentaje de sus ganancias semanales, ofreciendo dos opciones: un débito automático fijo del 2.0 por ciento de sus ingresos semanales, y otro que solo se activa cuando sus ingresos son superiores a un umbral determinado.
“Los conductores tienen una fuerte variabilidad en sus ingresos. Hay semanas que tienen muy buenos ingresos, pero otras en las que no”, explica Noelia Bernal, profesora de la Universidad del Pacífico.
Aunque el objetivo es que los conductores ahorren a largo plazo para contar con un ingreso en la vejez, en esta intervención se buscó, en un primer lugar, generar un hábito de ahorro y comenzar por construir un ahorro que se pueda utilizar en emergencias.
La pandemia global causada por el COVID-19 ha puesto de manifiesto que muchos trabajadores de la región, en especial los de bajos ingresos y aquellos que trabajan por su cuenta, no tienen ahorros que les permitan enfrentar situaciones adversas.
“La seguridad social del siglo XXI también debe reconocer esta realidad y ofrecer soluciones innovadoras, que permitan a los trabajadores contar con ahorros para eventos inesperados a lo largo de su vida laboral y también construir una pensión para el futuro”.
Desde su puesta en marcha en 2017, el Laboratorio de Ahorro para el Retiro de la División de Mercados Laborales del BID, el BID Lab y la Fundación MetLife ha desarrollado 16 intervenciones similares a esta con el fin de promover el ahorro para el retiro entre los trabajadores independientes y de bajos ingresos de Chile, Colombia, México y Perú.
Desde entonces, el proyecto ha llegado a más de un millón y medio de personas en América Latina y el Caribe, a través de iniciativas que tratan de aprovechar al máximo los avances de la tecnología y las enseñanzas de la economía del comportamiento.
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