En América Latina, 240 millones de personas deciden no acceder a internet ya sea por falta de recursos, porque carecen de las habilidades necesarias o simplemente porque no les interesa, pues “no le ven valor a la promesa de la sociedad de la información para el bienestar social”. Esto significa que “estamos dejando a más del 38 por ciento de la población regional fuera de las nuevas tecnologías”.
A nivel mundial, hasta 2023 había 5 mil 400 millones de personas conectadas, pero el número de desconectados sumaron 2 mil 600 millones, lo que representó 33 por ciento de la población global, precisó Rodrigo Ramírez, presidente de Cámara Chilena de Infraestructura Digital (IDICAM), al presentar la ponencia “La infraestructura digital, habilitadora de industrias”.
Dentro de la Cumbre de Telecomunicaciones 2024, organizada por 5G Américas, el especialista advirtió también que en América Latina y el Caribe, hay un “bajo nivel de inversión y de productividad, que dificultan el crecimiento de la región (la cual crece menos) en comparación con otras economías emergentes.
Además, persisten brechas importantes, como lo es el hecho de que en promedio, el 74 por ciento de los hogares urbanos en la región tiene acceso a internet, en comparación con el 42 por ciento de sus contrapartes rurales, según cifras del PNUD y el Banco Mundial de 2022.
Cabe recordar que de acuerdo con la Encuesta Nacional Sobre Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la Información en los Hogares (ENDUTIH) 2023, México sigue una tendencia similar, pues el porcentaje de las personas usuarias de internet en el ámbito urbano es de 85.5, mientras en el ámbito rural llegó a 66 por ciento; es decir, la diferencia de penetración es de 19.5 puntos porcentuales.
Rodrigo Ramírez refirió que, en general, en la región la calidad de la conectividad se puede entender en tercios: el primer tercio se refiere a personas muy bien conectadas con estándares globales y en las mejores condiciones; el segundo tercio es de población que accede a internet, pero no de manera totalmente satisfactoria; en tanto el último tercio corresponde a población que definitivamente no tiene acceso a internet, ni a otras nuevas tecnologías habilitadoras del desarrollo.
En ese sentido, observó que se deben encontrar alternativas para combatir la desigualdad digital, pues estas “barreras o brechas, responden a una condición de desigualdad estructural en nuestros países. Quien no accede a internet, es un habitante que no está gozando de buenas condiciones en educación, salud, trabajo y otras prestaciones que trae consigo la conectividad”.
A nivel regional, “deberíamos consensuar que no puede haber infraestructura digital habilitante sin desarrollo y sin crecimiento. No lo puede haber. Nuestros gobiernos deben fijarse como prioridad el desarrollo y el crecimiento. Hoy en día tenemos todavía se tienen las cicatrices de la postpandemia y estas se están transformando en costras que nos están secando. Es decir, todavía tenemos impactos y heridas en nuestra región postpandémicas” y eso se debe resolver.
Sin embargo, si no hay desarrollo y crecimiento económico, no hay inversión en telecomunicaciones, ni inversión sostenida en mercados digitales, y así se cierra un círculo vicioso donde no estamos encontrando la manera de incorporar a muchos ciudadanos que todavía no pueden conectarse por diversas razones.
De ahí la necesidad de que cada vez más la política pública en telecomunicaciones, deje de estar “anidada o arrinconada” y, por el contrario, sea capaz de desatar transversalidad y horizontalidad con todas las estructuras del Estado.
Paralelamente, en términos de despliegue de tecnología se observan en la región algunos buenos indicadores de cobertura acceso y uso de Banda Ancha Móvil (BAM) en países como Chile, Uruguay, Costa Rica y parte de Centroamérica, mientras la Banda Ancha Fija (BAF) sólo representa un porcentaje menor de todo el despliegue, “pero al contrario de las redes móviles, por las redes fijas pasa el 83 por ciento de todo el tráfico de internet”.
Al mismo tiempo, los servicios de BAF, siguen siendo costosos en muchas economías de ingresos bajos y medios en la región y al mismo tiempo, “las brechas de asequibilidad globales no se están reduciendo lo suficientemente rápido”.
Y mientras se observa este panorama, la mayoría de las conversaciones en la región no forman parte de la estrategia de transformación digital y menos de agendas digitales; de hecho, la mayoría de los países carecen de agendas en este tipo y por eso, el gran desafío es contar con una hoja de ruta que nos lleve a los «qués» y sobre todo a los «cómos», de esa agenda digital, entendiendo a la infraestructura digital como habilitadora del desarrollo.
C$T-EVP