En México, la pobreza es una herencia trágica. Al menos 7 de cada 10 personas que nacen en el peldaño más bajo de la escalera socioeconómica, no logran superar esta condición. Por el contrario, 57 de cada 100 personas que nacen en los hogares más privilegiados, se mantienen ahí el resto de su vida.
En este país de desigualdad, exclusión, marginación y rezago, querer no es suficiente para dejar atrás las calamidades y la precariedad. Las 56 millones de personas que viven en pobreza y pobreza extrema vive una lucha diaria para cubrir necesidades básicas de alimentación, el acceso a un techo, trabajo digno, servicios de salud y educación.
Ellas y ellos, los históricamente olvidados, están hoy también al margen de las oportunidades y los derechos fundamentales que habilita el acceso a las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TICs) y los servicios de banda ancha e internet.
Mientras que en el mundo más de 5 mil millones de personas forman parte de un mundo digital donde cada minuto se realizan 5.9 millones de búsquedas en Google, se comparten 1.7 millones de piezas de contenido en Facebook, se gastan 443 mil dólares en Amazon y se dedican casi 141 mil horas a reuniones a través de Zoom, en México 37 millones de personas nunca han usado internet.
Organismos internacionales y diversos estudios muestran que la complejidad de este fenómeno radica en que no hay un sólo tipo, ni una sola causa, y menos aún, una única solución, pero sí un efecto homogéneo: la marginación digital.
El Índice de Acceso Digital de la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT) expone que existen cuatro factores fundamentales que influyen en la capacidad de acceso de un país a las TIC: Infraestructura, Asequibilidad, Conocimiento y Calidad.
El organismo indica que si bien se ha considerado que el hecho de disponer de una infraestructura limitada es el principal obstáculo para cerrar la brecha digital, la asequibilidad y la educación son también elementos que deben tomarse en consideración.

Al respecto, la GSMA explica en su estudio “Brechas de Conectividad en América Latina” que la brecha de oferta (o de cobertura) de internet se focaliza en zonas remotas o de orografía muy compleja, que dificultan un despliegue económico de las redes. Por otro lado, la brecha de demanda (o de uso) es la principal razón que explica hoy la brecha de conectividad a internet móvil a nivel regional. Es decir, 190 millones de personas, de las 230 millones no conectadas, tanto en áreas urbanas como rurales, viven en zonas cubiertas por redes de internet móvil pero no acceden a internet.
Esto significa que a pesar de la baja sostenida de los precios de los servicios, la falta de asequibilidad es el principal motivo para la existencia de esta brecha de uso.
La brecha digital es ya un fenómeno sobrediagnosticado. En un reciente estudio del Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT) se reafirma lo expuesto por organismos como la UIT y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE): La inclusión digital es directamente proporcional al nivel de desarrollo y del bienestar de las personas.
El documento “La desigualdad y su impacto en el acceso a las tecnologías de la información”, del órgano regulador mexicano, advierte que si aumentan en un punto porcentual los hogares con celular, el Índice de Marginación (que considera las carencias que padece la población por falta de acceso a educación, por residir en viviendas inadecuadas, percibir ingresos monetarios insuficientes y las relacionadas con vivir en localidades pequeñas), mejorará en un 9.0 por ciento.
Si bien en México, el smartphone es el principal medio de acceso a internet utilizado por 93.8 millones de personas, se trata de un dispositivo prácticamente inalcanzable para una parte de la población, pues su adquisición representa un gasto promedio de 4 mil 500 pesos, es decir, poco más de cuatro salarios mínimos.
De hecho, al analizar el costo del internet móvil entre países latinoamericanos, México sale muy mal parado. Mientras que Uruguay tiene el costo del internet móvil más barato, pues 1 GB de datos tiene un precio promedio de sólo 0.27 dólares, nuestro país se ubica en el otro extremo, al registrar tarifas que superan los 2 dólares.
Más aún, en los hogares mexicanos del primer quintil, (20 por ciento de los hogares con menores ingresos) con mujeres como jefas del hogar, el costo del teléfono inteligente más económico representa casi 23 por ciento del total de sus ingresos mensuales.
El estudio “Panorama de la brecha de género en el acceso, asequibilidad y usos de la banda ancha y las competencias digitales”, del Centro México Digital (CMD) evidencia no sólo que hay una brecha más que se debe considerar, la de género, sino que incluso este fenómeno es mucho más profundo de lo que parece.
Y es que aunque a primera vista la diferencia entre el número de hombres usuarios de internet y el de mujeres fue de sólo 1.5 por ciento en el 2020, la desigualdad va más allá del sólo acceso a internet.
Comer, estudiar o conectarse. Una respuesta obvia.
Desigualdad, exclusión, marginación y rezago, son palabras que definen la situación de las y los olvidados de México. A diferencia de quienes tenemos privilegios socioeconómicos, entre los cuales se encuentra la conectividad, su realidad está marcada por una preocupación difícil de dimensionar para quien nunca ha andado ese camino: garantizar el alimento del día.
Aquí un dato que mata el relato: Para costear los alimentos básicos en zonas rurales de México son necesarios 1,644 pesos mensuales por persona. En las zonas urbanas el monto escala a 2,144 pesos.
La precariedad económica es una barrera para otro factor crucial de desarrollo individual y colectivo: la educación. En la actualidad, el 4.9 por ciento de las personas en este país, no tiene ningún tipo de escolaridad.
El escenario se vuelve aún más sombrío cuando se observa que a medida que crecen, las niñas y los niños van abandonando su carrera estudiantil: De cada 100 alumnos que comienzan la primaria, sólo 81 logran iniciar la preparatoria, aunque únicamente egresan 53, de los cuales 39 empiezan una licenciatura que sólo terminan 26.

¿Qué empleos y ocupaciones están destinados para esta juventud que no sólo carece de instrucción académica tradicional, sino también de las habilidades y herramientas necesarias para enfrentar un entorno marcado por la vorágine tecnológica?
El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) advierte que la evolución que está sufriendo el mercado laboral en todo el mundo, tanto por el cambio tecnológico acelerado como por un rápido envejecimiento poblacional, requiere adaptar los conocimientos, habilidades y destrezas de las y los trabajadores para mejorar sus perspectivas.
Hoy la decisión de qué estudiar es aún más difícil que en el pasado. Es decir, esos 53 jóvenes mexicanos que lograrán egresar de la preparatoria, tendrán que preguntarse si las ocupaciones que eligieron seguirán existiendo o si quedarán obsoletas y serán reemplazadas por robots o algoritmos.
“Para quienes ya forman parte del mercado laboral, estos cambios también suponen un motivo de ansiedad por la amenaza de perder sus empleos, ya sea como resultado de la automatización o porque exigirán habilidades para las que no están preparados”, apunta el estudio El futuro de trabajo en América Latina y el Caribe, del BID.
Exclusión digital. El círculo perverso.
Es momento de reconocer que mientras existan en este país personas que no pueden ejercer los derechos a la educación, a la salud, a la protección y la seguridad social, a la vivienda digna, a la alimentación y a la conectividad, México seguirá siendo un país de desigualdad y marginación.
Si usted que lee esto considera que esta aseveración es una exabrupto literario, lo invito a reflexionar sobre este dato: En nuestro “México lindo y querido”, sólo 12 de cada 100 personas tienen condiciones de bienestar, es decir, ingreso digno y cero carencias.
En Memorial del Convento, José Saramago afirma que “el mundo de cada uno es lo que ven sus ojos”, y es quizá por ello que aún hay quien piensa que en esta era digital, en la que la información, el conocimiento y la capacitación está “al alcance de un clic”, es el colmo que una persona no use internet.
Por más de una década y media he escrito sobre la brecha digital y he preguntado a decenas de especialistas en el ámbito gubernamental, el académico y la iniciativa privada el porqué, para qué y el cómo erradicar la brecha digital.
Por años, las preguntas y las respuestas han variado casi nada, pero no así un futuro sin tregua en el que el principal temor es perpetuar nuestra condición de desigualdad, pobreza y marginación, agudizada por lo que debiera ser nuestro principal salvavidas: la tecnología.
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**El Diplomado “El futuro de las telecomunicaciones y la economía digital” fue impartido por La Escuela de Gobierno y Transformación Pública del Tecnológico de Monterrey, en coordinación con AT&T México. Este trabajo forma parte de la exposición de “Reflejos de México en la era digital”, que muestra obras de arte generadas a partir de artículos elaborados por los periodistas que tomaron el diplomado. Gracias a la realidad aumentada y voces generadas por Inteligencia Artificial (IA), la exposición es un testimonio vivo de cómo la colaboración entre el ingenio humano y la tecnología enriquece nuestra comprensión de las telecomunicaciones y la economía digital, dos pilares esenciales en la transformación de México en el mundo digital.
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