Un puñado no mayor a 15 gigantes tecnológicos, cuyo valor bursátil equivale a un Producto Interno Bruto de 7 mil 400 millones de euros (mayor al de países como Reino Unido, Francia o la India), tiene la capacidad de regir sobre el futuro y destino de más de 7 mil 500 millones de personas en el mundo, a través de las herramientas tecnológicas que ponen en sus manos, lo que obliga a replantear la regulación con una visión global, que garantice gobernanza y apego a principios éticos, entre otros criterios.
Estas empresas, entre las que se puede mencionar a Nvidia, Google, Microsoft, Apple y Amazon, representan sólo al 5.0 por ciento de multinacionales, pero tienen impacto sobre el 90 por ciento de la población que usa sus herramientas a diario y por lo tanto cuando se trata de regular la tecnología “no podemos resolver los problemas con una visión a nivel local, estatal o geográficamente en zonas determinadas, cuando el tablero de juego es global”, advirtió el abogado especialista en Inteligencia Artificial, Rodolfo Mendizábal.
Al participar en el encuentro virtual titulado “Think Tank: la Regulación de la Inteligencia Artificial en México”, organizado por Metaworld Congress América Latina, el jurista de origen español que recientemente participó en la redacción del Pacto Digital Mundial en la ONU, dejó en claro que “el poder fáctico de estos gigantes tecnológicos es prácticamente ilimitado, desproporcionado, porque pueden regir sobre nuestro futuro y nuestro destino”, aunque entre todas estas empresas sólo cuenten con alrededor de 122 mil empleados.
Explicó que con la velocidad y potencia del cambio tecnológico actual, ya no se puede ignorar el cambio de era, donde en los próximos 5 o 10 años, la humanidad se habrá transformado más que en toda su historia y donde la inteligencia artificial general, capaz de pensar por sí misma y que será más inteligente que cualquier persona, será un realidad en aproximadamente tres años.
De ahí que se debe asumir la regulación con una visión global, donde se privilegien la intervención y la supervisión humanas siempre; la privacidad de los datos; la transparencia y explicabilidad de los algoritmos; el bienestar social; cuidado al medio ambiente; responsabilidad social y el respeto a las libertades individuales.
Aunque existen varias regulaciones ya vigentes en más de 50 países, incluyendo la Unión Europea, la OCDE, el G7 e incluso países como España, China, Estados Unidos, Bangladesh, Australia e incluso México, “no tiene sentido crear una regulación, que no tenga armonización a aspectos jurídicamente vinculantes a nivel internacional”.
Aseguró que la neutralidad de la red y la no regulación son verdaderas falacias, porque en la práctica y con la concentración de poder de los gigantes tecnológicos, pueden hacer casi cualquier cosa y las sanciones que se les pueden aplicar, “les hacen cosquillas”.
Por ejemplo, recién ahora a partir del Reglamento General de Protección de Datos Personales de la Unión Europea, se lograron sanciones de mil 200 millones de euros para empresas como Google, Apple y Amazon, pero considerando que éstas tienen un valor bursátil de 150 mil millones de dólares, este tipo de multas son apenas un rasguño “que ni siquiera sienten” y que además demuestran que la autorregulación tampoco es el camino.
Por otra parte, tratar de regular la Inteligencia Artificial es como “ponerle el cascabel a un fantasma, porque no sabemos dónde se hacen los desarrollos e incluso puede haber empresas que estén haciendo todo tipo de desarrollo sin saberlo”.
Incluso, en la industria armamentista puede haber muchos riesgos, porque no sabemos si Rusia, Corea del Norte o Israel –por citar algunos—puedan estar usando la IA para desarrollar armamento de nueva generación que amenace la existencia del mundo a mediano o largo plazo.
De ahí que insistió en conseguir una legislación global, jurídicamente vinculante, donde los Estados consigan “meter en cintura” a los gigantes tecnológicos y asegurar que el desarrollo de las nuevas tecnologías no se nos salga de las manos.
C$T-GM