Al inicio de cada año, establecer diferentes propósitos son muy comunes entre la mayoría de las personas que gustan de compartir deseos como bajar de peso, hacer ejercicio, cambiar de casa, pagar deudas o estudiar algún idioma, acciones que la ciberdelincuencia conoce y se especializa para tocar las fibras sensibles de los usuarios y defraudar a quien legítimamente trata de iniciar y dar cumplimiento a sus nuevas metas.
Fátima Herrera, gerente de producto de Klibu, plataforma especializada en investigar y verificar identidades digitales, advirtió que “la urgencia por obtener resultados rápidos y a bajo costo, hace que las personas se vuelvan más susceptibles de caer en estafas de delincuentes que prometen soluciones inmediatas y ahorros extraordinarios”, con anuncios que por lo general se distribuyen a través de canales online.
Explicó que los propósitos de año nuevo son tan comunes, que ya se han convertido en un patrón que la delincuencia utiliza para atraer a sus víctimas ya sea a través de redes sociales, sitios web apócrifos o marketplaces, donde presentan ofertas muy tentadoras…”tanto, que parecen difíciles de creer”, advirtió.
El común denominador son los precios extraordinariamente atractivos y el uso de canales digitales donde generalmente se piden pagos anticipados, con la promesa de entregar los resultados que la víctima desea, si bien hay variantes dependiendo del “propósito” del que se trate.
Por ejemplo, en los gimnasios es frecuente que se ofrezcan membresías anuales a mitad de precio con un solo pago. Una vez que la víctima cubre el costo a través de un canal digital, se da cuenta que el establecimiento no existe, o que efectivamente opera y funciona, pero a los pocos días o semanas, desaparece de un momento a otro, junto con el medio que lo promocionaba.
En el caso de la compra o renta de inmuebles, lo más común es que los precios sean inusualmente bajos y el supuesto agente inmobiliario –a quien se contacta vía redes sociales o sitios web creados para el caso—genera un sentido de urgencia en el cliente, con la idea de que “te lo van a ganar porque está muy barato” y así convence a su víctima de pagar un jugoso anticipo, para inmediatamente desaparecer junto con el sitio web o los perfiles de redes sociales donde se le contactó.
Otra variante es que el inmueble ofrecido no coincida con la realidad o que simplemente no exista. En ambos casos, lo común es que también se pidió un adelanto que la víctima nunca volverá a ver.
Uno de los propósitos de año nuevo más frecuentes es “bajar de peso” y en él se enfocan los delincuentes que ofrecen a través de canales digitales masajes o cirugías estéticas reductivas de alcance “milagroso”, previo pago de un anticipo.
En este caso el fraude tiene dos vertientes: aquellos que piden adelantos y nunca realizan el servicio y, en el peor de los casos, aquellos que cobran sumas relativamente bajas por cirugías estéticas, que realizan personas sin capacitación médica y/o en sitios insalubres, lo que implica no sólo el fraude económico, sino un grave riesgo para la salud.
Quienes desean “pagar sus deudas”, a menudo recurren a nuevas deudas, es decir, préstamos que parecen fáciles de obtener, rápidos, en línea, sin papeleos, sin aval y con la promesa de entregar los depósitos en horas. Los delincuentes suelen pedir adelantos para “cuotas” o “comisiones”. En cuanto la víctima hace esos depósitos, el gestor simplemente desaparece junto con el dinero y el contacto en línea.
Finalmente, el deseo de superación personal lleva a las personas a buscar cursos o certificaciones que muchos delincuentes ofrecen a través de páginas falsas creadas “ad-hoc” o perfiles en redes sociales, donde todo parece demasiado bueno para ser verdad.
El resultado es que, tras la entrega de dinero, los supuestos cursos o capacitaciones nunca ocurren, los sitios web desaparecen o bien la información entregada carece de valor y las supuestas certificaciones simplemente no existen.
Ante ello, la especialista de Kilbu señaló que antes de realizar cualquier pago, es necesario revisar la legitimidad de los sitios web y de los perfiles de redes sociales. Además, quien desee contratar un servicio, debe tener la posibilidad de pedir segundas opiniones, de hablar con otras personas de las supuestas empresas y de recibir contratos formales avalados por las autoridades.
“Si la persona que ofrece un bien o un servicio se molesta cuando el cliente le pide estos requisitos o pretende obviarlos, señalando que no es necesario, es momento de terminar toda interacción, porque seguramente se trata de un fraude”, advirtió.
C$T-GM