Hablar de tecnología y capitalismo, es en la actualidad casi un sinónimo; sin embargo, la fascinación por crear, pensar e innovar es tan antigua como la humanidad misma, por lo que en opinión la lingüista Yásnaya Aguilar, es preciso recordar que existe tecnología en la periferia de este sistema económico, con una conciencia profunda de la reciprocidad y del bien común.
En su conferencia magistral como parte del Encuentro Regional de la Red Feminista de Investigación en Inteligencia Artificial (F<A+i>r) hub de América Latina y el Caribe, la investigadora abordó el concepto de tecnología, que en su opinión desde una visión occidental separa a la naturaleza de la humanidad.
“Es una vieja discusión en occidente. Siempre se dice ¿Nació o se hizo?. Nacer es que es de la naturaleza y el hacer de la sociedad, la humanidad; entonces, hay una diferencia entre lo silvestre y lo natural, la civilización y lo humano. Esta división no es para nada en muchos pueblos indígenas y no para todas las naciones del mundo es obvia, eso es muy occidental”.
Con esa separación en la que el humano no se concibe como parte del ecosistema, es cuando se da una explotación de la naturaleza que ha llevado a la humanidad a la crisis por el cambio climático. Es entonces, abundó, cuando la tecnología que ha contribuido a ver la naturaleza como un otro que se puede convertir en mercancía “se vuelve un poco malvada o juega en contra del planeta”.
“No podemos disociar ese desarrollo o no podemos hablar de la tecnología sin los sustentos, el hardware y el hardware que tiene. Por más que sea wireless hay unos servidores que seguramente necesitan enfriarse, necesitan energía y esa energía va a salir de algún lado”.
Para otras culturas la tecnología es más compleja y está más alineada con la diversidad, por ejemplo, en la tradición de pensamiento mixe la milpa es un sistema de cultivo complejo, con desarrollos adaptativos de miles de años, es un tipo de tecnología basada en otros principios que se practican en los pueblos indígenas o tradiciones que no son capitalistas.
Naturaleza y humanidad no pueden separarse, por eso mucha gente ve como un pensamiento primitivo el hecho de que estos pueblos pidan permiso a la tierra para sembrar, manifestó la activista mixe.
“La pregunta es ¿Para qué necesitas progreso tecnológico, necesitas progreso o se podría adaptar la tecnología a otra idea que es el buen vivir?… Tampoco se trata de vivir sin celulares, sino que estos no respondan a la lógica del mercado… que tengan que cambiarse cada que el mercado diga”.
En este sentido, se pronunció a favor de las tecnologías de la diversidad, de tecnologías que puedan ser hackeadas: una tequiología, es decir, una tecnología desde la reciprocidad, de código abierto y contracapitalista, basada en el desarrollo tecnológico colaborativo.
“Tienen que ver con un asunto de una conciencia profunda de que mi bien individual depende de un bien colectivo, incluso es hasta conveniente si lo quieren ver así… esta reciprocidad se ve entre familias…trabajar juntos gratuitamente por el bien común”.
Yásnaya Aguilar, maestra en Lingüística por la UNAM, consideró que es posible pensar en tecnologías contracapitalistas en las que las tequiologías tengan un lugar, que impulsen la innovación tecnológica con códigos que permitan participar a todos, incluidos pueblos indígenas, quitando la visión estrecha de que ellos no tienen acceso a tecnologías.
Consideró además que se podría empezar a crear un ambiente tequiológico, pero sin la ingenuidad de pensar que no hay que defenderse o resistirse al extractivismo de datos, entorno en el cual las lenguas indígenas pueden ayudar a “crear territorios más o menos cognitivos autónomos”.
En su artículo Una propuesta modesta para salvar al mundo, la especialista explica que los Silicon Valley del mundo (observados como un concepto ideológico más que un lugar geográfico), perciben a América Latina como una región receptora pasiva de tecnologías; sin embargo, desde las resistencias, la tecnología puede ser utilizada para fortalecer las autonomías de pueblos y comunidades.
«Este trabajo colaborativo de apoyo mutuo tiene un pasado profundo. Para muchos pueblos de México, este se llama tequio (del náhuatl tequitl) o faena, kol, o minga más al sur del continente. Por medio del tequio se han construido escuelas, se han instalado sistemas de agua potable, se han realizado proyectos artísticos y se ha convertido en una estrategia de resolución de las necesidades de la vida cotidiana».
Así como la condición abierta del código libre permite un avance conjunto, desde Abya Yala (el término, en lengua guna de Panamá, con el que se nombraba al continente desde antes de 1492), el trabajo colaborativo del tequio plantea una posibilidad de resistencia y puede dar también una esperanza ante una crisis climática que pone en riesgo la vida humana.
C$T-GM