Propone garantizar canasta básica de TIC.
En la actualidad las brechas de acceso a la conectividad y el desarrollo de habilidades digitales condicionan que la población más vulnerable ejerza el derecho a la salud, la educación y el trabajo, barreras que de persistir en el tiempo pueden aumentar y hacer más críticas las desigualdades socioeconómicas en la región, destacó el más reciente estudio de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).
Alicia Bárcena, Secretaria Ejecutiva de la CEPAL habló de la necesidad de garantizar y universalizar el acceso a la conectividad y tecnologías digitales para enfrentar los impactos provocados por la pandemia del COVID-19 en la región a través de cinco líneas de acción que incluyen construir una sociedad digital inclusiva, impulsar la transformación productiva, promover la confianza y seguridad digital, fortalecer la cooperación digital regional y avanzar hacia un nuevo modelo de gobernanza.
“Los países de América Latina y el Caribe han adoptado medidas para impulsar el uso de las soluciones tecnológicas y cautelar la continuidad de los servicios de telecomunicaciones. Sin embargo, el alcance de esas acciones es limitado por las brechas en el acceso y uso de esas tecnologías y las velocidades de conexión”, precisó al presentar el informe, «Universalizar el acceso a las tecnologías digitales para enfrentar los efectos del COVID-19».
El propósito añadió, es generar un Estado de bienestar digital, promover la igualdad, proteger los derechos económicos, sociales y laborales de la población, garantizar el uso seguro de datos, y generar un cambio estructural progresivo, además de establecer una canasta básica de tecnologías de la información y las comunicaciones integrada por un computador portátil, un teléfono inteligente, una tableta y un plan de conexión para los hogares no conectados, con un costo anual inferior al 1.0 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB).
En su presentación indicó que durante el obligado confinamiento para evitar el contagio del COVID-19, las tecnologías digitales han resultado esenciales para impulsar el funcionamiento de la economía y de algunas de las actividades sociales que se permiten realizar con la sana distancia, aunque convino en admitir el beneficio que provocó la situación de la pandemia, pues avances que se anticipaban llegarían a muy largo plazo, estos se concretaron en pocos meses.
Durante los primeros meses de las cuarentenas, el mundo físico se paralizó, pero el tráfico en sitios web y el uso de aplicaciones de teletrabajo, educación en línea o aprendizaje a distancia y compras en línea tuvieron un significativo incremento. Entre el primer y segundo trimestre de 2020, el uso de soluciones de teletrabajo aumentó 324 por ciento y la educación a distancia más del 60 por ciento.
No obstante, es necesario destacar que las soluciones de educación en línea solo fueron posibles para quienes cuentan con conexión a Internet y dispositivos de acceso, algo crítico si se considera que en América Latina 46 por ciento de los niños y niñas de entre 5 y 12 años viven en hogares sin conectividad.
El acceso de los hogares a los dispositivos digitales es también desigual en la región: mientras entre el 70 por ciento y el 80 por ciento de los estudiantes en los niveles socioeconómicos más altos tiene computadoras portátiles en sus hogares, solo entre el 10 y 20 por ciento de los estudiantes pertenecientes a los quintiles de menores ingresos cuentan con estos dispositivos».
El horizonte digital en la región, dijo, indica que en 2019, sólo 66.7 por ciento de los habitantes tuvieron conexión a Internet, el tercio restante tuvo un acceso limitado o se mantuvo sin acceso a las tecnologías digitales debido a su condición económica y social, en particular su edad y localización.
Detalló que en 12 países de la región, la cifra de los hogares del quintil de ingresos más alto (quintil V) con conexión a Internet es de 81 por ciento en promedio, mientras que las cifras correspondientes a los hogares del primer y segundo quintil es del 38 y del 53 por ciento, respectivamente.
«Las diferencias de conectividad entre la zona urbana y la rural son significativas. En la región, 67 por ciento de los hogares urbanos está conectado a Internet, en tanto que en las zonas rurales solo el 23 por ciento. En términos de grupos etarios, los jóvenes y adultos mayores son los que tienen menor conectividad: el 42 por ciento de los menores de 25 años y 54 por ciento de las personas mayores de 66 años no tienen conexión a Internet».
Detalló que la baja asequibilidad consolida la exclusión de los hogares de menores ingresos, el costo del servicio de banda ancha móvil y fija, para la población del primer quintil de ingresos representa el 14 y 12 por ciento de su ingreso, en cada caso, un nivel que es alrededor de seis veces el umbral de referencia de 2.0 por ciento del ingreso que recomienda la Comisión de Banda Ancha de Naciones Unidas.
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