Aunque las personas que pertenecen a la generación Millennial y Z, consideradas nativas digitales, son sumamente intensivas en el uso de dispositivos móviles, cada vez más evitan interactuar a través de llamadas tradicionales, lo que evidencia cómo se está transformando el hábito de la comunicación en directo.
“No es un problema comunicativo, porque disponen de recursos para hacerse entender, sino un tema de hábitos, que puede reducir a mediano plazo el abanico de competencias comunicativas que tienen a su alcance, cosa que ciertamente resultaría empobrecedora”, señala Ferran Lalueza, profesor e Investigador de los Estudios de Ciencias de la Información y de la Comunicación de la UOC.
De acuerdo con el estudio Generation mute millenials phone call statistics, para 75 por ciento de las y los jóvenes entrevistados en Estados Unidos, las llamadas tradicionales representan una intromisión en su vida cotidiana.
Entre otras de las razones de los jóvenes para evitar contestar el teléfono, se encuentra evitar una invitación a un evento (55 por ciento), tener que hacer un favor (49 por ciento) o la confrontación verbal (46 por ciento).
En opinión de Enric Soler, profesor colaborador de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), los Millennials y la generación Z han integrado la comunicación mediante plataformas asíncronas, en las que no es necesario que coincidan en el tiempo los dos interlocutores, y les resulta más fácil, cómodo y menos intrusivo.
Para 81 por ciento de las personas ubicadas en estas generaciones, la llamada tradicional representa una estrategia comunicativa arriesgada, pues no pueden borrar las palabras pronunciadas en vivo dentro de una conversación, lo que genera menos seguridad y confianza que emplear una nota de voz, formato en el que pueden repetir su alocución tantas veces como sea necesario antes de enviarla.
“Todos los inconvenientes que les supone una llamada se ven agravados en las videollamadas, que les obligan a mostrarse en vivo, sin filtros, viéndose a sí mismos con todos sus eventuales defectos amplificados y a la vista de los demás participantes”, puntualiza Lalueza.
Tan es así que los expertos ya usan el término “zoom anxiety” para definir sensaciones de nerviosismo e inquietud, miedo a hablar durante las reuniones, cierto pánico escénico, estrés y menos productividad antes de una reunión virtual.
“La ansiedad es matemática: cuanto más alta sea la percepción de amenaza de pérdida de tiempo, de que nos pidan algo, de que nos interrumpan durante un tiempo indeterminado, de no controlar el tiempo invertido en esa comunicación, de incomodidad con el lenguaje no verbal…, y menor la percepción de nuestros propios recursos para hacerle frente, más elevada será la ansiedad anticipatoria de la situación”.
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