La lectura es un hábito que se encuentra en constante transformación. Del gozo que genera el aroma de un libro nuevo, a la nostalgia que despiertan las páginas amarillentas de algún polvoso ejemplar en un estante; hoy, vemos con naturalidad creciente cómo es posible portar enormes cantidades de libros en un sólo dispositivo, a precios significativamente más atractivos o incluso obras que nacieron y permanecerán sólo en formato digital o en audiolibro.
El mercado editorial, como tantos otros en la era marcada por la digitalización, se enfrenta a sentimientos encontrados. Cifras recientes del INEGI muestran que la lectura en formato impreso sigue siendo una actividad predominante en México; sin embargo, este 2021 fue particularmente atractivo para los lectores de obras en formato digital, pues la actividad creció tres veces.
En el Día Nacional del Libro, fecha en la que también se honra el natalicio de Sor Juana Inés de la Cruz, una ávida lectora y promotora de libros de una reconocida tienda en el Centro Histórico, llamada Margarita, refrenda con entusiasmo los números de la industria.
“No hay nada como el olor de un libro nuevo, la emoción de iniciar una nueva historia con cada título, la posibilidad de soñar y hasta las recomendaciones que el cliente permita que una le pueda dar”.
Por su parte, Fernando Sanabrais, coordinador de Mercadotecnia de Librerías Porrúa, confiere toda su confianza a este imperante ecosistema digital y su incursión en la industria editorial mexicana.
“Por un lado, la digitalización nos está haciendo llegar a sectores que estábamos acostumbrados al tema del libro físico, de tener el libro con su olor y todo. Ha sido algo mucho más accesible en cuestiones positivas porque es mucho más fácil tener un libro electrónico en un dispositivo digital y no los cinco libros que solíamos cargar”.
El sentido positivo, señala, es que es muy práctico y más económico; un ejemplar digital es más accesible en precio, y por otro lado, el catálogo de este modelo de negocio actualmente se ha incrementado.
Ejemplo de ello es que el título Cinco esquinas, del autor peruano Mario Vargas Llosa tiene un precio de 288 pesos en su formato impreso, mientras que en forma digital a través del catálogo de Kindle, el lector de libros electrónicos de Amazon, tiene un costo de 159 pesos.
Internet hizo su magia durante la pandemia…
En Porrúa se redujo 56 por ciento la venta de libros impresos de 2020 comparado con el nivel registrado en 2019; sin embargo, en libros electrónicos se incrementó 43 por ciento, estima Sanabrais en entrevista.
Porrúa trabaja con Kobo, servicio de lectura digital, con un catálogo de 5 millones de libros electrónicos y audiolibros a millones de clientes en 190 países, lo que le permite llegar a un público que por un lado, ya no iba mucho a librerías porque no tenían una cercana o que no pedían mucho por la tardanza en la entrega, y con esta opción los usuarios ya tenían el título solo con su aplicación. Ha sido bastante útil para muchos, abundó Sanabrais.
Por otro lado, la emergencia sanitaria también empujó a las librerías independientes a idear estrategias comerciales para su subsistencia, es así que descubrieron la importancia del comercio electrónico, expuso Alejandro Zenker, editor y director general de Solars, ediciones El Ermitaño e impulsor del proyecto de distribución bajo demanda con el sello Librántida.
“Creamos el portal librerías independientes.com.mx, donde más de 20 librerías ofrecemos nuestro catálogo. Iniciamos esta estrategia con cierto éxito, en la que el lector elige entre más de 70 mil títulos y luego asignarle la compra a la librería de su preferencia. Éste ha sido un modelo único que en otros países han comenzado a tomar como referente y ha sido un apoyo para las librerías”.
En un webinar organizado por Canon Mexicana Soluciones de Imagen e Impresión, Zenker destacó que la Red de Librerías Independientes (RELI) se ha vinculado con diversas instancias para desarrollar un modelo de negocios como Librántida, que permite producir libros bajo demanda.
Funciona de una manera muy sencilla: las editoriales incorporan su catálogo a su plataforma, la cual se vincula con el comercio electrónico de las librerías y de esa manera, son decenas de miles de títulos los que pueden ofertar las librerías sin incrementar sus espacios.
Respecto a otros esfuerzos por incentivar la lectura pese a los tiempos, Mónica Valdivia, mediadora bibliotecaria del Bunko Roma-Condesa, resalta que hubo iniciativas propias de los autores, por ejemplo, escritores de literatura infantil y juvenil hicieron lecturas de sus obras, incluso de libros que no se habíaN publicado con el permiso de las editoriales, lo cual sería impensable en un contexto de normalidad.
“En México, el Fondo de Cultura Económica liberó algunos libros de forma gratuita por algún tiempo también, pensando en que las familias pudieran tener alguna distracción durante el confinamiento”.
Fomento a la lectura desde las redes sociales, realidad presente y futura.
A decir de Valdivia, el impacto de la tecnología en la lectura es intangible, es subjetivo y se medirá a lo largo de los años. “Pero se lee mucho más de lo que pensamos; de hecho, estamos leyendo y escribiendo todo el tiempo; las nuevas tecnologías nos han traído nuevas formas de leer”. Sin embargo, también evidenció una brecha digital que aunque no es nueva, se agudizó durante la pandemia.
“Como cualquier herramienta, la tecnología tiene sus partes buenas y sus partes malas: por un lado, aisló a ciertas personas, aquellas sin acceso a internet y a la vez, acercó a otras que sí contaban con Internet, incluso les permitió hacer comunidad. Se hicieron círculos de lectura internacionales; eso es lo que facilita la virtualidad, que las fronteras físicas no sean obstáculo para interactuar”.
La tecnología nos permite leer de otra manera, sin trastocar la relevancia del libro impreso. En este sentido, las bibliotecas tienen el compromiso de adaptarse a esta era digital y ser capaces de proporcionar a sus lectores acceso a internet e incluso, a desarrollar habilidades digitales, porque leer no es solo descifrar las letras, sino comprender, discernir información, distinguir incluso fake news.
“La biblioteca debe ser el espacio que democratiza el acceso a la cultura, tanto impresa como digital, la alfabetización digital es parte de la labor de las bibliotecas”.
Bunko planea un proyecto denominado Mamá digital, justo por lo de la brecha generacional, se trata de personas que no están familiarizadas con la tecnología que han tenido que adaptarse con el celular, pero no la saben usar. Y en un contexto en el que los trámites, incluso bancarios ya son digitales, este taller serviría para impartir esas habilidades que ahora son tan básicas como abrir un correo.
En Porrúa, la tecnología coadyuva a llegar a más personas a través de las redes sociales; Instagram es una plataforma para fomentar el amor por los libros.
De hecho, estas plataformas son ahora un escaparate para promover a los autores, según relata Sanabrais: Se ha ampliado el mercado de jóvenes que publican, hay páginas donde suben su material, lo comparten y se convierten en autores que son bastante más leídos que otros que se promueven de manera tradicional.
“Ahora son autores muy jovencitos que se promueven de manera divertida en Wattpad (plataforma online de lectura y escritura en la que los creadores pueden publicar novelas, relatos, artículos, poemas, blogs, fanfics, y muchos otros géneros literarios que los usuarios pueden leer de forma gratuita) y que ya los están buscando editoriales grandes como en el caso de Random House y el título A través de la ventana.
A su vez, y con un contagiante optimismo, el catedrático en español y literatura de la PrepaTec, Afhit Hernández Villalba, indica que en esta época, el siglo XXI es donde la gente está leyendo más justamente por los medios de comunicación más inmediatos.
“Hay redes sociales que promueven más la lectura que otras. No es lo mismo que una persona sea asidua al Twitter o al Facebook, donde se lee en promedio mucho más, que las personas que prefieren TikTok o Instagram que son más visuales, por ejemplo”.
Nuestras prácticas lectoras están cambiando, asevera, al tiempo de congratularse de que estas se adecúan a nuestros estilos de vida, toda vez que leemos de manera fragmentada.
“Cambiamos de una lectura a otra, pasamos de una interpretación a otra, pero nos ha abierto a leer de muchos modos; leemos también las imágenes, los sonidos, leemos sensorialmente (con los sentidos)”.
Nuestra lectura se ha vuelto más visual, se ha vuelto acompañada de imágenes, de video, leemos más rápido, procesamos cerebralmente la información de una manera completamente diferente. Eso sí, no sé si leemos mejor, pero la lectura está muy lejos de desaparecer, puntualiza en entrevista.
“No hay que satanizar las redes sociales de ningún modo, hay que integrarlas a las aulas, así como están integradas a nuestra vida diaria; en lugar de pelearnos con el celular, hay que aprender a integrarlos en nuestros objetivos”.
De hecho, confirma el catedrático, si queremos convertir a nuestra juventud en lectora, hay que emocionarla, y las redes sociales pueden ayudarnos mucho a eso; en lugar de satanizarlas, hay que incorporar a nuestro proceso de aprendizaje y lectura, redes sociales y todos los medios tecnológicos.
Pese a la creencia popular de que no se lee porque los libros son caros, el acceso a ellos se ha diversificado, cada vez hay más maneras de llegar a un libro, por lo menos a los clásicos, a los libres de derechos de autor, donde la persona ya murió y después de 100 años se vuelven libros libres a los que se puede acceder desde muchas plataformas.
Hay muchas bibliotecas virtuales, y una manera de comprobar que también se lee es revisar los índices de visitas de internet que de alguna manera distribuyen libros gratuitos, esos libros libres, que han subido mucho, y no nada más con los indicadores sobre ventas de las librerías.
“Y ahí te das cuenta de que sí se leen libros, sí se siguen leyendo y disfrutando, y eso es muestra de que la lectura es algo que no se superará jamás. Los libros de papel son, en su esencia, tecnología y la tecnología se mueve, avanza”.
Recuperación de la industria.
Estimaciones de la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana (CANIEM) revelan que en el sector, la facturación neta de 2020 contra 2019 se redujo 29 por ciento, mientras que la venta de ejemplares, bajó 27 por ciento; es decir, se perdieron 3 mil 254 millones de pesos que implican 34 millones de ejemplares.
Juan Luis Arzoz, presidente del organismo, opina que se observa un incremento en la participación de las ediciones electrónicas de siete puntos porcentuales al pasar del 27 por ciento del total al 34 por ciento en 2020.
En una mesa redonda organizada por Canon Mexicana Soluciones de Imagen e Impresión, Jorge Iván Garduño, coordinador general de Comunicación de la CANIEM, añadió que al cierre de octubre pasado se registró una tendencia al alza en ventas, aunque el golpe asestado por la pandemia en la industria será difícil de superar en el corto plazo.
Sin embargo, en términos de volumen, se registra un acumulado de casi 3 millones y medio de ejemplares vendidos, lo que representa 29.7 por ciento más respecto al año pasado, y que redunda en 37.6 por ciento en ventas. “Ello muestra que vamos bien respecto a otras regiones”, confió.
Mientras tanto, Margarita, ajena a los números de la industria editorial y al avance tecnológico, mantiene sus expectativas entorno a que El Buen Fin le dé la posibilidad de atender a más de cuatro compradores potenciales en la librería para la que trabaja, y mejor aún, que las ventas suban en esta reapertura económica, en aras de que se restablezca la cadena de repartos por parte de las editoriales que quedó suspendida también por la pandemia, para entre otras cosas, conservar el empleo de miles de promotores de la lectura en las librerías, que lo sepan o no, forman parte de la transformación.
C$T-GM