Un total de al menos 356 millones de empleos en el mundo estarían en riesgo por la automatización y el uso de IA, fenómeno que en América Latina y el Caribe, tiene un rostro peculiar, porque abundan los trabajos de baja complejidad y salario, ante lo cual surgen propuestas de formación profesional que buscan mejorar las habilidades de los empleados como el denominado reskilling y upskilling.
Sin embargo, “la evidencia indica que en el mejor de los casos, de cada 100 adultos que reciban capacitación para el empleo, sólo 20 conseguirán trabajo, y probablemente incluso menos”, advierte Fernando Schapachnik, director ejecutivo de la Fundación Dr. Manuel Sadosky, en un análisis sobre inteligencia artificial, educación y trabajo, realizado para el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
En el documento publicado por el BID, el autor señala que dadas las cifras señaladas, “la capacitación laboral para adultos, el reskilling y el upskilling, no pueden seguir siendo nuestra única respuesta de política pública ante el avance de la inteligencia artificial sobre los puestos de trabajo”.
Recordó que la Organización Mundial del Trabajo (OIT), elaboró en 2023 un análisis muy completo, donde concluyó que la pérdida de empleos en el mundo podría llegar a los 356 millones de puestos integrados de la siguiente manera:
Se perderían 75 millones de trabajos en actividades donde la mayor parte de las tareas eran automatizables y que considera en alto riesgo de automatización total y al menos otros 281 millones de puestos, en trabajos cuyas características son difíciles de analizar y que en buena medida depende de decisiones de política pública.
“A a la hora de analizar la particularidad de algunas regiones como América Latina y el Caribe, es importante poner la lupa sobre otro punto: la complementación, porque en economías débiles, con muchas dificultades como las de nuestra región, cuesta pensar que el incremento de la productividad de la IA no se traduzca en algún nivel de redundancia de puestos de trabajo”.
En otras palabras –señala el autor—“si mis compañeros y yo nos volvemos el doble de productivos gracias a que una serie de herramientas nos ayudan a hacer nuestro trabajo más rápido, ¿cuánto tienen que aumentar las ventas de nuestra empresa para que no se considere que alguno de nosotros ya no es necesario?”, dilema que es difícil se destrabar.
Y si bien se suele decir que con la desaparición de algunos trabajos vienen otros nuevos, la pregunta es: ¿qué puestos se crearán, y dónde?, especialmente, es importante saber si los puestos nuevos no caerán en la categoría de los automatizables, al menos en el corto plazo.
A su vez, esto lleva a nuevos dilemas, pues para que el ciudadano de América Latina acceda a empleos de alta complejidad, se necesita que el puesto de trabajo radique en la región y no en las casas matrices de las multinacionales, usualmente ubicadas en el Norte global. Además, las personas deben contar con las cualidades y calificaciones necesarias para ejercer un trabajo de alta complejidad.
“Esto último no podemos darlo por sentado: en la región, tres de cada cuatro estudiantes no alcanzan las competencias mínimas en matemáticas (en comparación con 31 por ciento de la OCDE), 55 por ciento no cuenta con habilidades básicas de lectura y 57 por ciento de ciencias y hay una alta deserción escolar, como lo muestra el más reciente informe del BID sobre el estado de la educación. En la población de 19 a 23 años, sólo el 32 por ciento asiste a la educación superior”, advierte el especialista.
Incluso, en economías desarrolladas “hay motivos para preocuparse: la evidencia histórica, si bien no da cuenta de desempleo por automatización, sí refiere un aumento de la desigualdad”.
Por ejemplo, un estudio del Premio Nobel de economía Daron Acemoglu y Pascual Restrepo documenta que entre 50 y el 70 por ciento del cambio de la estructura salarial norteamericana de las últimas cuatro décadas, se explica por la automatización, y que este cambio ha llevado, desde la década de 1990 hasta la actualidad, a una separación entre el nivel de ingresos de la población con nivel medio superior, contra la que obtuvo mayor nivel educativo.
Frente a este panorama no parece haber respuestas categóricas de largo plazo, pero en lo inmediato es urgente procurar que todas las personas en América Latina cuenten con la posibilidad de acceder a la educción superior de calidad, porque éste será un requisito de la mayoría de los puestos de trabajo bien remunerados, que no se automaticen por la IA en el futuro.
Hoy más que nunca se vuelve central que la escuela brinde los aprendizajes básicos a toda la población, y desarrolle la capacidad de análisis y de razonamiento crítico. La honestidad intelectual exige equiparar la demanda con el reconocimiento, es decir, superar la contradicción entre demandarle más a la escuela y no aumentar sus recursos, entre demandarle más al cuerpo docente, y no mejorar sus condiciones (salario incluido).
“Educar para el trabajo, hoy más que nunca, consiste en generar ciudadanos con capacidad de adaptarse gracias a una escolaridad que les dé los ladrillos de la cognición, los saberes básicos a partir de los que se estructura el resto del edificio cognitivo”.
Es garantizar que puedan tomar decisiones complejas, aquellas que las máquinas no pueden lograr. Y eso requiere del pensamiento crítico que a su vez se debe procurar en las escuelas.
C$T-GM