Ante el desmesurado crecimiento de la huella de carbono digital, es necesario que los usuarios tomen conciencia sobre el elevado consumo de energía que generan actividades como la visualización de contenidos multimedia, las videollamadas, escuchar música e incluso el uso de redes sociales como TikTok, una de las plataformas que más contaminación genera al basarse exclusivamente en ver videos y subirlos.
Aunque parece imperceptible, la huella de carbono digital crece cada vez que hacemos una videollamada, vemos una serie o descargamos un documento de nuestro correo electrónico, es así que 47 mil búsquedas de Google cada segundo generan 500 kilogramos anuales de Dióxido de carbono, mientras que el consumo de YouTube de un año deriva en 10 millones de toneladas, cantidad similar al de la ciudad escocesa de Glasgow.
Además, se estima que Netflix genera unos 24.9 millones de gramos de dióxido de carbono al año, solo contando las visitas a su página web.
En este contexto, investigadores de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) advierten sobre el prolongado consumo de energía a través de la tecnología y sostienen que la visualización de contenidos multimedia, por generar gran cantidad de datos, es lo que más impacto energético tiene.
“Los datos avalan que cada vez nos enganchamos más a las pantallas para trabajo y ocio, y no somos conscientes de que también contaminamos, como cuando generamos basura”, señala la profesora de los Estudios de Ciencias de la Información y de la Comunicación de la UOC Elena Neira.
Primero fue el comercio digital y, ahora con el boom de las plataformas de streaming, este consumo de energía a través de la tecnología seguirá creciendo; “la digitalización irá abarcando todos los sectores de la sociedad”.
La construcción y el mantenimiento de los enormes centros de datos donde se procesan todas nuestras transacciones digitales son las razones de este muy elevado gasto de energía.
La especialista refiere que una reciente investigación muestra que hay decisiones que también influyen en la huella digital, como por ejemplo no activar la cámara en una videollamada para reducir el impacto ambiental en 61 por ciento o escuchar música sin reproducir los vídeos, es decir, utilizar Spotify en vez de YouTube si no nos interesa la imagen.
Una vez más, depende de qué tipo de acción realicemos: una videollamada de Zoom, por ejemplo, comprime al máximo la información para optimizar la fluidez de las conversaciones, mientras que una película en HBO multiplica el volumen de datos para que la disfrutemos en alta definición.
“Es necesario que la toma de conciencia que poco a poco hemos ido incorporando al lado más físico de nuestra huella ambiental se traslade también a un consumo responsable de plataformas”, defiende la profesora de Estudios de Ciencias de la Información y de la Comunicación de la UOC.
Los aparatos también contribuyen a nuestra huella de carbono, ya que son más o menos eficientes energéticamente, pero depende del número de horas que están encendidos; por ejemplo un móvil consume menos que un televisor de grandes dimensiones.
En opinión de Xavier Vilajosana y Borja Martínez, investigadores del centro Internet Interdisciplinary Institute de UOC, una recomendación clave es crear el hábito de apagar los dispositivos, tal como lo hacemos con las luces de la casa.
Para lograr un objetivo de este tipo es fundamental elevar la conciencia sobre el daño al planeta, aunque también se debe apostar por la responsabilidad compartida con las empresas tecnológicas.
Además de apagar los dispositivos, hay otra recomendación para disminuir nuestra contaminación invisible, que pasa por “racionalizar” el consumo de contenidos en línea. Pero, tras el confinamiento, no parece que la ciudadanía vaya a abandonar las plataformas digitales para ver series o contenidos en streaming.
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