La tecnología es un habilitador de derechos como la libertad de expresión, la educación y muchos otros, pero lamentablemente hay hombres que la usan para maltratar, manipular, espiar, controlar, acosar y muchas otras acciones de violencia en contra de las mujeres.
Un estudio de Avast y Refuge, una organización en el Reino Unido contra el maltrato doméstico, reveló cuáles son los dispositivos y tecnologías conectados a internet que agresores han utilizado en contra de ellas.
Entre dichas tecnologías aparecen timbres inteligentes, bocinas conectadas, smart TVs, enchufes con acceso a internet, smartwatches, cerraduras inteligentes, cámaras de videovigilancia, entre otras.
Y aunque el estudio es específicamente sobre mujeres maltratadas en el Reino Unido, es seguro que en países de América, incluido México también ocurre que son dispositivos utilizados para maltratar a mujeres.
Por ejemplo, una de cada cuatro mujeres encuestadas en el Reino Unido dijo que no tenía acceso a la administración o contraseñas para poder controlarlos, incluso el 18 por ciento señaló que ni siquiera tiene acceso a la contraseña del WiFi en su casa, pero su pareja sí.
Pero lo anterior no es la única forma de violencia, sino las parejas de las mujeres en el Reino Unido ejercen control sobre ellas ya que el 41 por ciento dijo que su pareja conocía la contraseña de sus dispositivos personales, y es más preocupante que el 72 por ciento de ellas dice haberla facilitado de manera voluntaria, aunque Ruth Davison, directora ejecutiva de Refuge, ha afirmado que las mujeres regularmente son obligadas a entregar sus claves y muchas de ellas no pueden detectar siquiera los signos de violencia doméstica digital.
Avast y Refuge dieron a conocer el siguiente testimonio, que me parece de mucho valor ya que podría ser muy útil para abrirnos los ojos sobre cómo se ejerce la violencia en contra de las mujeres aprovechando la tecnología:
Mi agresor trabaja en el sector de la tecnología y controlaba la red WiFi de nuestra casa. Me decía que era demasiado estúpida para entenderlo. Durante el encierro, sus abusos se intensificaron y tuve que tomar medidas para protegerme. Configuré algunos dispositivos domésticos inteligentes para grabar los abusos.
Nunca se me ocurrió que mi pareja maltratadora pudiera hackear estos dispositivos y utilizarlos contra mí; para espiarme, para escuchar mis llamadas, para vigilarme. Cuando salía de casa, volvía con mis cosas sucias o desaparecidas. Pero cuando comprobaba los registros de las cámaras de mi casa, las grabaciones de esos momentos no estaban allí.
No podía entenderlo. Dudaba continuamente de mí misma. Mi maltratador negaba haber tocado algo, pero dejaba caer indirectas para hacerme saber que conocía el contenido de mis conversaciones privadas. Era aterrador, confuso y traumático. No sabía a dónde acudir para pedir ayuda, pero encontré a Refuge y me puse en contacto con ellos para pedirles apoyo.
Me ayudaron a reconocer mis experiencias como abuso tecnológico y a recuperar poco a poco el control de mis dispositivos. Aunque el abusador ya no vive en mi casa, todavía me cuesta relajarme del todo con la tecnología. Nunca me olvido de que podría estar escuchando y observando. Nunca te libras de ello.
Con testimonios como este vemos cómo las mujeres no solamente son violentadas con el hecho de vivir en una sociedad desigual y machista que las relega desde el acceso a las tecnologías y la conectividad, sino una vez que ellas se conectan, los dispositivos y las tecnologías son utilizadas como herramienta de control y vigilancia, es decir, como herramientas para violentarlas, situación que no debemos permitir ni contribuir a ello, y por el contrario, urge erradicar.
C$T-EVP