Se tienden a normalizar conductas violentas.
“Empezó quitándome el móvil. Luego me compró una tarjeta nueva para que yo no hablase con mis amigas”, “Quería que solo lo tuviese a él en el WhatsApp. En el instituto, tenía que mandarle fotos cada cinco minutos para que viera que estaba en clase”. Estas son declaraciones de una joven de 17 años que fueron incorporadas a un reporte del Instituto Andaluz de la Mujer y que reflejan cómo algunos comportamientos dentro de la pareja esconden actitudes nocivas y violentas.
En un texto denominado «Amar sin violencia», el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) señala que cada
14 de febrero es posible leer y escuchar frases como “el que no tiene celos no está enamorado”, “los que más se pelean son los que más se desean” o “sin ti, me muero”, las cuales contribuyen a normalizar una serie de conductas muy lejanas al respeto y amor que debe prevalecer en una pareja.
Refiere que un reporte realizado por con Promundo en Brasil y Honduras muestra que si bien muchos jóvenes de entre 15 y 24 años tienden a reconocer en qué consiste la violencia física, pocos identifican otras formas como el sexo no consensuado y el comportamiento controlador.
«Estos últimos ocurren de manera generalizada, a menudo son recíprocos y los interpretan como una forma de mostrar afecto. Por ejemplo, muchas de las adolescentes consultadas consideran normal que su pareja supervise su vestimenta y determine con quién pueden comunicarse en sus celulares y redes sociales».
Los comportamientos controladores suelen estar acompañados de otras formas de violencia como la psicológica o verbal, y la Organización Mundial de la Salud (OMS) las señala como factores de riesgo a otras formas de violencia en la pareja, como la física y sexual.
De acuerdo con esta organización, los tipos más comunes de comportamientos controladores que experimentan los jóvenes son aislarlos de sus amigos, restringir contacto con su familia, insistir en saber dónde están a cada momento, enojarse cuando hablan con alguien del sexo opuesto, sospechar regularmente que son infieles, o exigir que les pidan permiso para salir.
«Muchos jóvenes en América Latina y el Caribe no tienen espacios donde puedan aprender y reflexionar críticamente sobre sus derechos sexuales y reproductivos, la igualdad de género o desarrollar habilidades de comunicación interpersonal. Esto les ayudaría a reconocer sus propias preferencias y deseos, y a comunicarlos de manera asertiva sin agresión a sus parejas. Tampoco tienen fácil acceso a educación integral en sexualidad que les ayude a llevar sus primeras relaciones de forma consensuada, segura y sin coerción».
La OMS estima que los programas que ayudan a desarrollar habilidades en jóvenes para navegar de mejor manera sus relaciones amorosas, pueden disminuir la violencia en la pareja hasta 29 por ciento, y que sobre todo son efectivos cuando se imparten a una edad temprana, como a partir de los 10 años, antes de que inicien sus primeros noviazgos de índole sexual.
«A través de estas iniciativas, los adolescentes desarrollan un espacio para reflexionar en qué consiste una relación saludable, cómo establecer dinámicas de poder igualitarias, cómo comunicarse de manera efectiva y a solucionar sus conflictos sin agresión. Como parte de estos programas, se les enseña a reconocer cuando una relación es controladora o violenta, y cómo actuar y a quién recurrir para pedir ayuda si esto ocurre».
C$T-GM