Desde los tiempos en que la televisión y la radio mantenían la hegemonía y el poder de la comunicación, el derecho a la salud de niños y las niñas ha sido violado constantemente, aunque en la actualidad esto lo ha catapultado el triángulo conformado por empresas, agencias de marketing e influencers que operan en un contexto casi anárquico, sin reglas, y con autoridades ausentes en la comodidad que brindan las plataformas digitales.
Como ya es sabido, durante el confinamiento sanitario por la pandemia de COVID19, el uso entre los Niños, Niñas y Adolescentes (NNA), de celulares, tabletas y computadoras se intensificó y aceleró vertiginosamente, y con ello se elevó el consumo de contenidos digitales, un ambiente en el cual los “Infuencer” se han convertido en el gran atractivo para las marcas.
El respaldo de tener cientos, miles y hasta millones de seguidores ha convertido a los Influencer en el gran atractivo de marcas y empresas que buscan a todo costa posicionar sus productos y servicios en la mente de los consumidores.
“Esta actividad incluye ahora también a las “influencers” infantiles, y decimos “las” porque predominan niñas que son utilizadas por las agencias de publicidad, sus propios tutores y por supuesto las corporaciones que elaboran y comercializan los denominados productos chatarra”, precisa #ChatarraInfluencer, el primer estudio en su clase que analiza el fenómeno de la publicidad engañosa y sus efectos nocivos en los segmentos poblacionales más vulnerables.
El estudio destaca que el influencer infantil mejor pagado en 2019 fue un niño de 7 años que ganó 26 millones de dólares por publicidad generada a través de su canal de YouTube.
La Ley Federal de Protección al Consumidor reconoce la existencia de poblaciones vulnerables frente a la publicidad, como los NNA por su incapacidad para reconocer la dimensión persuasiva que tiene la publicidad carente de información suficiente o mínima sobre los productos que se comercializan, además de ser más susceptibles a la manipulación a través de imágenes aspiracionales, del vínculo del consumo del producto con sentimientos, aventuras, reconocimiento.
“Los anuncios de comida chatarra están plagados de señales de recompensa que prometen diversión y otros resultados de estatus, por ejemplo, popularidad o diversión. Por lo tanto, NNA asocian la comida chatarra con resultados positivos o gratificantes”, destaca el estudio.
Todo ello al margen de regulaciones vigentes que garantizan el Derecho de los infantes a la salud, y por lo cual se destaca la necesidad de proteger a los niños y niñas de la publicidad de alimentos y bebidas no saludables, acciones que incluso se han tenido que llevar hasta las escuelas, pero que lamentablemente en diferentes espacios se tienen como disposiciones débiles o sin la observancia de su cumplimiento, pese a estar claramente establecidas.
Incluso el engaño en la publicidad está prohibido, aunque aún sea frecuente aún en espacios televisivos o radiofónicos, pero resulta aún más engañoso, cuando estos mensajes tratan de ocultar su objetivo real que es el publicitario, y que se trata de maquillar éste como si se tratara de una información y peor aún como una recomendación personal de quien transmite el mensaje, como es el caso de los Influencer.
Tambien es sabido, al menos por un amplio porcentaje de personas, que el éxito de la publicidad radica en el poder persuasivo que tiene, pero si ello es aderezado con la presencia de un “influencer”, que como su nombre lo indica, goza de una gran influencia en los miles, cientos o millones de personas que los siguen, este poder se incrementa, pero aún más cuando este tipo de mensajes aparecen como simples recomendaciones, como comentarios de su vida personal, ocultando en todo momento que por esta actividad reciben algún tipo de retribución, económica o en especie.
“Un influencer realiza trabajos de publicidad para más de una marca, promociona diferentes productos y servicios al mismo tiempo que publica sobre su vida privada y quehacer diario a manera de recomendaciones, se hace pasar por un consumidor más, así gana autenticidad y credibilidad con su público, algo que es crucial para su éxito. Bajo este esquema resulta una tarea difícil para las y los seguidores diferenciar una recomendación auténtica de una pagada”.
Esto representa una violación pues existe el principio universal de la autenticidad en la publicidad, que establece el derecho de todo ciudadano a saber cuando se expone a un acto publicitario por el cual se transmite un mensaje y cuyo objetivo es la venta de un producto o servicio.
Este tipo de publicidad es reprobable, pero cuando se trata de productos que no son saludables, y que su consumo regular aumenta el riesgo de enfermedades por su alto contenido de azúcares, grasas y/o sodio, se trata de prácticas que están violando una serie de regulaciones que protegen de manera especial, a la población infantil y su derecho a la Salud.
El libertinaje con el que se conducen, marcas, empresas, agencias e influencers en las redes sociales, es resultado de “autoridades ausentes”, pues de acuerdo con investigaciones realizadas, en 2020 la Profeco solo realizó ocho monitoreos en las redes sociales, lo cual resulta insuficiente e incentiva la impunidad con la que actúan estos agentes, aseguró Fiorentina García, de Tec Check, organismo responsable de la elaboración del estudio, con apoyo de El Poder del Consumidor.
Además del daño que causa en la salud de los NNA el consumo de los productos chatarra, responsables de la obesidad infantil, es imprescindible considerar que en el mercado mexicano el porcentaje de adultos de 20 años en adelante con problemas de sobrepeso y obesidad son el 75.2 por ciento, ello producto de malos hábitos de alimentación adquiridos desde la infancia y la adolescencia.
La necesidad de erradicar este tipo de publicidad radica en la creciente importancia que gradualmente están tomando las plataformas digitales en la captación de los enormes recursos que año con año invierten las grandes marcas fabricantes de productos chatarra, además de la disminución en el consumo de la televisión y la radio y el aumento sustancial de permanencia que tiene la población más jóven del país en las plataformas digitales.
“En 2020, a nivel mundial, el gasto en publicidad en redes sociales de la industria de comida aumentó 58 por ciento con respecto al año anterior. Fue una de las pocas industrias que tuvo un aumento en lo relativo a mercadotecnia durante la pandemia del COVID-19… siendo los y las NNA la población objetivo de las campañas de publicidad sobre comida chatarra en redes sociales”, destaca el estudio.
La Ley Federal de Protección al Consumidor en su artículo 32 destaca que “la información o publicidad relativa a bienes, productos o servicios que se difundan por cualquier medio o forma, deberán ser veraces, comprobables, claros y exentos de diálogos, sonidos, imágenes, marcas, denominaciones de origen y otras descripciones que induzcan o puedan inducir al error o confusión por engañosas o abusivas».
C$T-EVP