Monterrey, Nuevo León.- La burbuja de la Inteligencia Artificial está por reventarse; de hecho, es posible que no llegue a publicarse una versión de ChatGPT 5 o bien, si ésta sale al mercado no será sino la versión 4 con variantes cosméticas, aunque ninguna de fondo, anticipó el neurocientífico y educador estadounidense Jared Cooney, al asegurar que la tecnología en las aulas es “veneno” para el aprendizaje.
Al ofrecer la conferencia magistral “Del laboratorio al aula: ¡Tecnología, IA y el cerebro!”, el especialista afirmó que el cerebro humano mantiene las mismas reglas de funcionamiento desde hace 150 mil años, mientras la tecnología apenas empezó a entrar en las aulas hace 40 y hoy, provoca que un niño con una pantalla en la mano, permanezca distraído 36 de cada 60 minutos en el salón.
Ante un auditorio de casi 3 mil especialistas docentes y académicos de distintos países reunidos para la Conferencia del Instituto para el Futuro de la Educación, realizada en el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM) –todos ellos entusiasmados con agregar la mayor tecnología posible a las clases–, el educador estadounidense demostró que el cerebro es incapaz de prestar atención de calidad a varios estímulos a la vez. “Quien afirme ser multitasking está mintiendo”.
Para probarlo, presentó dos audios con voces de sendas niñas que hablaban al mismo tiempo con mensajes distintos y luego preguntó si alguien en la audiencia los recordaba; el resultado fue abrumador: nadie. Después, presentó un texto con un fragmento de un poema, al tiempo que se escuchaba otro poema leído en voz alta. De nuevo, nadie fue capaz siquiera de señalar el tema de una u otra pieza.
“Esto se debe a que la parte del cerebro que procesa el lenguaje oral y escrito es muy pequeña en comparación con el cerebro en general y eso forma un “cuello de botella”, que como especie nos impide prestar la misma calidad de atención a varios estímulos a la vez, por lo que tendemos a atender una cosa y desatender la otra, exactamente como los jóvenes se ‘distraen’ con la pantalla, mientras el profesor trata de dar una clase”.
Incluso el acto de leer en silencio, es interpretado por el cerebro como escuchar la propia voz y esto pasa precisamente por el mismo mecanismo al que definió como “cuello de botella” y son reglas que persisten en la biología humana desde hace 150 mil años.
Además, “es mil veces mejor para el aprendizaje leer en papel, escribir a mano y hacer matemáticas con modelos físicos”, porque estas son las tareas que crean “memorias profundas”, las cuales son las bases del auténtico aprendizaje y la futura creatividad, que no se logra con la tecnología, porque se ha hecho creer que ya no es necesario aprender nada porque todo está en la pantalla y eso “nos vuelve flojos”.
Posteriormente, en entrevista, el especialista estadounidense, autor del libro “Deja de hablar, empieza a influir: 12 ideas de la ciencia del cerebro para que tu mensaje perdure”, señaló que la aplicación de la Inteligencia Artificial Generativa en las aulas y en todo el sistema escolar “es muy malo para el aprendizaje, aunque muy bueno para la productividad”. Esto es lo que buscan las empresas de tecnología; no les interesa que la gente aprenda cosas, les interesa que sea más productiva.
Dijo que los gigantes tecnológicos quieren hacer creer que meter la tecnología en las aulas es la mejor solución para acelerar e incrementar el aprendizaje, pero no es así. “Yo llevo 10 años recolectando datos que lo confirman y lo mejor que podemos hacer para contrarrestar el poder de estas empresas, es ofrecer datos, datos y más datos, teniendo en cuenta que esas compañías son muy poderosas económicamente, pero no podrán eternamente competir contra datos que demuestran lo contrario a su punto de vista”.
De hecho, un profesor que influya positivamente a sus alumnos, puede ser mucho más importante para la vida de una persona, que la mejor tecnología. “La IA jamás podrá marcar como persona a un alumno, como lo puede hacer un profesor con su ejemplo, guía y comprensión humana”.
Sin embargo, es evidente que algunos ya se han dado cuenta y por ejemplo, Suecia ya ha prohibido las pantallas en las aulas, salvo en el taller de computación, donde se le enseñan a los niños habilidades en IA, que ciertamente requerirán en el futuro para su desempeño profesional, “pero sólo ahí”.
La razón para tomar esta decisión es que se ve que la tecnología no favorece al aprendizaje y de hecho, hay un movimiento internacional en este sentido, con hasta 17 países que han implementado medidas similares en mayor o menor grado, mientras que en Estados Unidos, hay por lo menos 550 docentes que están trabajando en esa ruta, para recuperar el aprendizaje sin depender de la tecnología, más que en su sentido más puro: como herramienta.
Explicó que quienes abogan a favor de la IA en las aulas, se basan en un cuerpo de alrededor de 73 investigaciones académicas que apenas recogen dos años de evidencias, cuando una investigación con solidez académica requiere por lo menos 10 años de datos que la sustenten, de lo cual se infiere que “ese es un trabajo de desperdicio”, porque no cumple con el mínimo rigor exigible por la comunidad científica
Aunque tecnologías como las videoconferencias y soluciones que ayudan a niños con discapacidad, visual, motriz o auditiva han hecho por encima de toda duda La Diferencia, no debemos olvidar que nuestro cerebro funciona como funciona y no como las pantallas y las “big tech” nos han hecho creer.
Cabe señalar que en el contexto de la misma IFE Conference, y al presentar en otro momento el caso de la plataforma educativa Platzi, su fundador y director general Freddy Vega, también insistió en la importancia de leer libros en papel, escribir a mano, hacer operaciones aritméticas sin calculadora y dormir bien, “porque somos animales”
C$T-GM