Ante los enormes desafíos que generan fenómenos que afectan a la humanidad como el cambio climático, la crisis por el COVID-19, y la brecha digital persistente en diversas partes del mundo, la educación requiere un proceso de transformación profundo, fijar un nuevo contrato social donde se garantice que será la fuerza transformadora que genere un cambio de paradigma, y la construcción de escenarios más justos y sostenibles.
En el informe “Reimaginar juntos nuestros futuros: un nuevo contrato social para la educación”, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) considera urgente actuar para cambiar el rumbo, hacia una educación que repare las injusticias, que transforme el futuro, que desempeñe un papel importante para que se entienda y se aproveche la transformación digital en las sociedades.
“Tenemos que adoptar medidas urgentes para cambiar el rumbo porque el futuro de las personas depende del futuro del planeta, y ambos están en peligro. El informe propone un nuevo contrato social para la educación, que tiene como objetivo reconstruir las relaciones entre nosotros, con el planeta y con la tecnología”, destacó Audrey Azoulay, Directora General de la Reimaginando la educación, por un futuro de retos ecológicos y de transformación digital.
La Comisión Internacional sobre los Futuros de la Educación de la UNESCO, propone transformar la educación a partir de dos principios: Garantizar el derecho a una educación de calidad a lo largo de toda la vida; y reforzar la educación como proyecto público y bien común, para llevar a cabo transformaciones profundas en áreas clave, como el de las tecnologías digitales, que tienen un tremendo potencial.
“Un nuevo contrato social para la educación debe permitirnos pensar de manera diferente el aprendizaje y las relaciones entre estudiantes, docentes, conocimiento y el mundo”, destaca el informe que cuestiona el papel que debe desempeñar la educación en la configuración del mundo y del futuro común, de cara al 2050 y más allá.
Uno de los aspectos que aborda es la importancia de apoyar el aprendizaje desde la primera infancia, etapa en la que se debe insistir en las conexiones humanas estrechas, la exploración, el juego, y las familias que desempeñan un papel clave en el impulso que debe tener la infancia para prosperar y mejorar su desarrollo físico, socioemocional y cognitivo.
“Exponer a los niños a televisores, tabletas u otros dispositivos electrónicos es un pobre sustituto de las experiencias sociales interactivas de calidad que necesitan. En este sentido, los gobiernos y las empresas deben reforzar las políticas de permisos parentales”.
Para los padres y las familias, una educación infantil de calidad avanza considerablemente cuando las guarderías, las bibliotecas, los museos, los centros comunitarios y los parques están bien financiados y son tratados como servicios públicos esenciales”.
Capacidades para la transformación digital
En el capítulo sobre “Los planes de estudio y la evolución de los conocimientos comunes”, se destaca la necesidad de reconceptualizar, ampliar, e incluir diversas formas de saber y aprender, y hace un llamado a intensificar los esfuerzos colectivos en la creación de capacidades generales encaminadas a seguir generando saber y aplicarlo a las complejas cuestiones y retos a los que se enfrenta la humanidad.
De la educación digital refiere que aunque suele estar relacionada con capacidades funcionales y conocimientos técnicos, debe abarcar la “alfabetización digital crítica”, es decir, un conjunto de conocimientos y disposiciones acerca de la política de la sociedad y de la economía digital.
“Esta educación pone en primer plano la capacidad de los alumnos para analizar las características políticas de la tecnología digital y manipularlas para conseguir determinados resultados. Los estudiantes deben reconocer las motivaciones de los actores en los espacios digitales y ver cómo ellos, como individuos y como miembros de grupos, forman parte de ecosistemas digitales más grandes”.
La educación debe desempeñar, además, un papel en la dirección de la innovación tecnológica y la transformación digital de las sociedades, ya que hoy en día, las tecnologías conectadas pueden ejercer una profunda influencia incluso en personas que nunca las usan o las ven.
Las habilidades y perspectivas críticas necesarias para entender y aprovechar la tecnología de forma permanente estarán en constante cambio, pero esto no debería implicar una vía única en la que la educación se adapte a los últimos avances tecnológicos.
En ese sentido, se considera que “los planes de estudio deberían ayudar a profesores y estudiantes a actuar juntos con respecto a la tecnología y ayudar a determinar cómo se utiliza y con qué fines”.
Debe permitir conectar con un planeta vivo y dañado; responder al cambio climático y a la destrucción del medio ambiente preparando a los estudiantes para adaptarse, mitigar y revertir el fenómeno; integrar el conocimiento y el sentimiento, pues empatizar, cooperar, hacer frente a los prejuicios y a gestionar los conflictos son habilidades valiosas en todas las sociedades; ampliar la alfabetización y crear futuros plurilingües, e incluir la expresión creativa a través de las artes.
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