A ciencia cierta nadie sabe cómo le hacemos, pero en México, hombres y mujeres somos bien aguantadores, no solo para sortear las celebraciones que mes con mes le ha creado el comercio organizado, sino para estirar el malogrado y famélico ingreso que alcanza para diversos tipos de huateques como bautizos, quince años, bodas y lo que se acumule en el año.
Y es que aunque el estereotipo del mexicano “borracho parrandero, mujeriego y jugador” quedó en el pasado, lo “fiestero y alegre”, lo mantiene muy vigente, perfil que el comercio no está dispuesto a desperdiciar, ya que algunos estudios hablan que esas características lo llevan a tener un gasto promedio anual de hasta 40 mil pesos, cálculo conservador, a decir del catedrático e investigador del Instituto de Investigaciones Económicas (IIEc) de la UNAM, Javier Fonseca Corona.
Apenas repuestos del afamado maratón Guadalupe-Reyes, aderezado desde noviembre con El Buen Fin (desde hace 12 años), la maquinaria del marketing y la publicidad, está bien aceitada para pasada la celebración de la Candelaría, que propicia vestir al niñito Dios y los tamales, llega el Día del Amor y la Amistad, fecha en la cual según cálculos del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM, se gastan unos 20 mil millones de pesos, cifra nada mal para empezar el año.
El 14 de febrero, si nadie quiere verse tacaño y poco amoroso, es preciso celebrar saliendo a comer a un restaurante, ir al cine, regalar flores, o chocolates, o globos, o todo junto, con lo cual quedará claro que hay mucho cariño al novio/a, esposa/o, a la eventual conquista o a la amiga/o, pues se trata de una celebración que al menos festeja 46 por ciento de las personas en México.
Pero para celebrar el Día de San Valentín, Día de la Madre, fiestas patrias, precisa Fonseca Corona en sus estudio, se invierten unos 12 mil pesos al año en promedio, lo que marca el inicio del largo maratón anual de festividades que en México no faltan: el Día del Niño, Día del Compadre, Día del Padre, Día del Abuelo, Del Músico, Del Maestro, Del Albañil, el bautizo, la graduación (del kinder y de la universidad) la boda y todo un largo etcétera.
El economista Fonseca Corona destaca que además, en México las personas gustan de visitar cotidianamente discotecas, centros nocturnos, antros, así como asumir cargos como mayordomías en alguna festividad local y comunes en pueblos y barrios, a lo cual llega a canalizar alrededor de 28 mil 470 pesos al año.
Estima que en un hogar promedio urbano, la media de ingresos ronda los 221 mil 980 pesos al año, al que hay que restarle unos 40 mil 482 pesos en celebraciones, es decir, 18.24 por ciento; aproximadamente la quinta parte.
En el caso de los hogares en el ámbito rural resulta más crítico si se considera que el ingreso promedia 120 mil 64 pesos al año; la deducción de lo ejercido en celebraciones, representa poco más de un tercio del ingreso del hogar.
Aunque no es ningún consuelo, no sólo a los mexicanos nos gusta la fiesta, pues en la India también se le rinde culto a la cultura de la pachanga, actividad en la cual un hogar típico gasta más o menos siete veces sus ingresos anuales en reuniones como el matrimonio de una hija, y hay casos donde los padres llegan a contraer deudas masivas con intereses superiores al 200 por ciento.
Aquí es donde los hogares mexicanos tienen una similitud con la cultura de ese país, y que explica la dinámica aguantadora del mexicano, es decir, la fiesta a partir de la deuda, ya sea mediante crédito, meses sin intereses, tandas, o hasta el empeño, pues primero muerto que dejar de celebrar, lo que lleva al bolsillo de los mexicanos a ser como las películas de Disney, “y vivieron para siempre muy felices… y endeudados”.
Si logró pagar sus deudas del año pasado, felicidades, aunque seguramente ya las refrescó con el pasado día de Reyes, pero por Dios, la sonrisa del crío bien lo vale, así como la alegría que se vivió en esa fiesta inolvidable, que perdurará en el video o el álbum fotográfico.
Pero hay que decir que el espíritu fiestero nos viene de tradición, pues en el México prehispánico los ceremoniales colmados de música, danza y sacrificios humanos para los dioses eran abundantes, según Johanna Broda, académica del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM, que señala que en Mesoamérica el calendario se dividía en 18 meses de 20 días cada uno, y cada mes había una fiesta principal y otras ceremonias menores.
Así que a tomar aire, pues la época de mayor gasto (noviembre-diciembre) ya pasó, ahora solo vienen las celebraciones de menor jerarquía, hasta mayo, cuando habrá que demostrar la veneración que le tenemos a la jefecita de la casa.
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