Hay 7 millones de personas más en pobreza extrema.
El impacto de la pandemia del COVID-19 más allá de los estragos que ha generado en la salud de la población mexicana, trasciende en forma simultánea y en diferentes esferas como el ámbito laboral, económico, alimenticio y hasta en la salud mental de las personas, aspectos que en suma han provocado un grave deterioro en el bienestar familiar y ha recrudecido los índices de pobreza y pobreza extrema que aumentaron a 51 y 13 por ciento respectivamente.
“Utilizando los mismos parámetros de la CONEVAL, observamos que durante los primeros ocho meses de la pandemia del COVID-19 en México, los niveles de pobreza pasaron de 42 por ciento en mayo a 51 por ciento en diciembre de 2020, mientras que los niveles de pobreza extrema casi se duplican al pasar de 7.0 al 13 por ciento en el periodo referido”, precisó Graciela Teruel, investigadora de la Universidad Iberoamericana.
Para 2018, el 30 por ciento de la población contaba con ingresos suficientes pero con algún tipo de carencia; 22 por ciento era parte de la gente que no era pobre; 35 por ciento vivía en pobreza moderada, 7.0 por ciento mostraba algún tipo de carencia y 7.0 por ciento, la que estaba clasificada en pobreza extrema.
Con los cambios observados al cierre del 2020 en el país, la pobreza extrema se ubica en 13 por ciento de la población lo que significa “7 millones más de personas”, la pobreza moderada aumentó a 38 por ciento, es decir, casi 2.8 millones más; los Vulnerables por Ingreso aumentan de 7.0 a 11 por ciento, 4 millones de personas más; mientras que la gente que no era pobre pasó del 22 al 19 por ciento.
Lo anterior se explica con varios indicadores, entre ellos la situación del desempleo que en mayo de 2020, “tocó el punto más álgido de la pandemia”, pues la desocupación afectó a 8.9 millones de mexicanos, y para diciembre esta situación prevalecía entre 3.9 millones, dañando principalmente a los trabajadores del nivel socioeconómico bajo y medio, aunque también con efecto negativo entre los altos niveles socioeconómicos.
La investigadora de la Universidad Iberoamericana detalló que la encuesta #ENCOVID19 recabó información de abril a diciembre de 2020, la cual mostró que el 40 por ciento de la Población Económicamente Activa reportó haber perdido su empleo o tenido que dejar de trabajar en algún momento de marzo a diciembre del 2020, y 32 por ciento de esta población terminó cambiando de empleo.
Un 64 por ciento dijo haber trabajado menos días u horas, en tanto que 63 por ciento, obtuvo menos ingresos por su trabajo; mientras que al 23 por ciento le quitaron sus prestaciones y sólo 35 por ciento pudo trabajar desde su casa uno a más días a la semana.
Otros datos relevantes son que 46 por ciento admitió que se logró mantener en trabajos informales; 25 por ciento en empleo formal; y 23 por ciento pasaron de empleos formales a informales. Un 58 por ciento reportó obtener menos ingresos y 43 por ciento detalló que perdió prestaciones al tener que cambiar de trabajo.
El sondeo permitió observar que el sector informal ha sido uno de los más afectados por el confinamiento, pues en mayo del 2020 la desocupación alcanzó al 18.7 por ciento de este segmento, contra 11.3 por ciento que reportó el formal.
Por tasas de remuneración, la población del nivel socioeconómico más bajo “recibió el golpe más fuerte”, pues aquellos con ingresos menores o hasta 4 mil pesos por mes observaron un nivel de desocupación de 28 por ciento en mayo, y para diciembre disminuyó a 8.0 por ciento, en tanto que los de más de 4 mil pesos guardan una desocupación del 9.0 por ciento; y los de 8 mil pesos, que fueron más afectados en junio, para el cierre del año concluyeron en 12 por ciento.
La especialista destacó que en términos de Seguridad Alimentaria (acceso a suficiente cantidad de alimentos, inocuos, y nutritivos), mientras que en 2018 este indicador era de uno de cada dos mexicanos; para abril de 2020, este nivel cayó a sólo 24 por ciento en junio del año pasado y mostrar cierta recuperación pero sólo al 33 por ciento.
Al presentar el estudio “Los Efectos del COVID-19 en el Bienestar de los Hogares Mexicanos”, detalló que desafortunadamente la inseguridad alimenticia leve creció de 31 a 36 por ciento; la moderada se ha mantenido en 15 por ciento, pero la “severa” aumentó de un 9.0 a 16 por ciento, los hogares donde la obtención de alimentos es complicada.
“Para octubre, 12 por ciento de los hogares encuestados dijeron que alguien de la familia dejó de tener atención médica de una enfermedad distinta al COVID; la tendencia se mantuvo en 10 por ciento para diciembre; entre las razones 40 por ciento dijo que el servicio se dejó de ofrecer, 34 por ciento no asistió por miedo a contagiarse y 13 por ciento por reprogramación del servicio o falta de médicos”.
La salud mental de la población también se ha deteriorado, pues los niveles de preocupación por un eventual contagio daña al 69 por ciento; mientras que los niveles de ansiedad manifestados afectando a uno de cada tres mexicanos, nivel que prácticamente se mantuvo constante a lo largo del año para disminuir ligeramente a 29 por ciento para el cierre del 2020.
Durante el foro “Perspectivas económicas y sociales de México en 2021 bajo un entorno de pandemia” , organizado por el CIDE, la gente de menores niveles socioeconómicos ha mostrado mayores ansiedad que los de un nivel de ingreso mayor.
Graciela Teruel detalló que sólo 40 por ciento de los hogares mexicanos tienen algún tipo de apoyo gubernamental con el cual han podido sortear la crisis de la pandemia, por lo que las personas han tenido que echar mano de diferentes estrategias para apoyar aún más el gasto familiar, como préstamos, dejar de pagar deudas, dejó de pagar renta, y otras acciones que pueden poner en riesgo su patrimonio en el mediano plazo.
Finalmente destacó que lamentablemente la crisis de la pandemia ha dado un golpe más duro entre las mujeres, 36 por ciento, que entre los hombres (22 por ciento), por ser ellas las que en mayor medida deben hacerse cargo del hogar, de algún familiar enfermo o casos de desempleo.
C$T-EVP