Los creadores culturales de América Latina “ya se pueden poner los pantalones largos y sentarse a la mesa para tener otra clase de conversación con los sistemas financieros y las autoridades” no sólo del sector cultura, sino de Hacienda, del trabajo y de otros sectores, porque su trabajo representa una importante proporción del PIB de los países, y la región en su conjunto es reconocida como una de las más productivas en creación cultural en el mundo, afirmó Trinidad Zaldívar, jefa de la Unidad de Creatividad y Cultura del BID.
Durante la presentación del libro “Líderes y visionarios, perspectivas de industrias creativas y culturales”, la ejecutiva del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) dijo que los creadores se han ganado a pulso el derecho a entablar un nuevo tipo de diálogo con el sector financiero y las autoridades por su importante contribución a la riqueza de los países.
“Ya no sirven los subsidios; hace falta un capital y que las instituciones financieras comprendan la importancia de este sector, para que lo financien como lo harían con cualquier otra industria productiva”, afirmó.
Acompañada por Ernesto Piedras, director de The Competitive Intelligence Unit (CIU), -institución que también participó en la edición-, la funcionaria de la organización financiera internacional advirtió que si bien América Latina es reconocida como una de las regiones del mundo con mayor creatividad, la situación de los creadores culturales en general es “frágil”.
Muchos de ellos no tienen un trabajo formal; sus actividades suelen ser estacionales, carecen de prestaciones laborales, “no se pueden enfermar, ni ir de vacaciones” y por es necesario crear un ecosistema para que puedan vivir de su trabajo, pues a pesar del invaluable talento, muchos de ellos tienen que vivir de un empleo formal en alguna otra rama de la economía y sólo pueden dedicarse a sus proyectos en el tiempo que les sobra.
Resultado de lo anterior, los creativos suelen dejar sus proyectos, lo que significa que se pierda creatividad porque difícilmente vuelven a la industria cultural a la cual, como dificultad adicional, se le percibe normalmente como una actividad que siempre pide dinero de las autoridades.
Explicó que el Banco Interamericano de Desarrollo, desde los primeros meses de la pandemia, se dio a la tarea de estudiar cómo se encuentra el sector en la región, donde encontró una industria que aporta una buena suma al PIB, pero que enfrenta fragilidad en el empleo y por ello ha iniciado algunos modelos piloto para impulsar la creatividad que hay en la región y con ella generar ingreso.
Se encontró, entre otras cosas, que el 15 por ciento de los contenidos de Netflix está en español o portugués, pero creado en España o Portugal y no en América Latina, que debería ser la cuna natural de estas producciones, dada la creatividad existente.
Una de las razones, dijo Trinidad Zaldívar, es que faltan algunas destrezas que forman parte de las producciones y por ello, el BID está llevando a cabo un programa piloto con poblaciones vulnerables en Colombia (afrodescendientes, indígenas, población de la diversidad sexual, etcétera), a quienes se capacita para trabajar como electricistas, iluminadores, sonidistas, vestuaristas y demás, en producciones reales para agregarle valor al trabajo en la región y así “empoderar” a los creadores.
En su oportunidad, Ernesto Piedras aseguró que la economía creativa de la región (“no me gusta llamarle industria por el significado de trabajo previsible y repetitivo que esa palabra implica”) es más importante de lo que muchos (incluidos los propios creadores) están dispuestos a creer. En ella se emplean más de 1.4 millones de personas y su valor es superior al que deja el ensamble de automóviles, lo cual “no es poco decir”.
Parece que no nos damos cuenta del valor que eso significa, pues sin que se trate de mercantilizar, es verdad que los creadores generan una proporción relevante del Producto Interno Bruto (PIB), lo cual debe ser suficiente para darle la importancia que merece. Por el contrario, no atenderla (como desgraciadamente ocurre hoy en muchos casos) significa perpetuar las injusticias en este sector.
De hecho, preocupa ver cómo en varios países de América Latina de pronto vienen iniciativas importantes de los gobiernos a favor de los creadores, que luego se olvidan, diluyen y hasta desaparecen por falta de interés o, para expresarlo mejor, por falta de consistencia en apoyar a ésta, que fue la primera industria en cerrar ante la pandemia y la última en reabrir.
Explicó que el libro “Líderes y visionarios, perspectivas de industrias creativas y culturales”, que forma parte de una colección de cuatro volúmenes sobre el tema realizada desde el inicio de la pandemia hasta la fecha, analiza este ecosistema desde el punto de vista de 37 autores de 14 países, con la intención de aportar al debate.
De hecho, pidió a los potenciales lectores que “le pierdan el respeto al libro; lo subrayen, le doblen las hojas y destaquen pasajes de su interés con marcador fluorescente”, porque se trata de una población de consulta que debe de aportar información y no solamente decorar un librero.
El libro fue presentado en el Instituto Mexicano para la Justicia, en Coyoacán, y forma parte de la colección de cuatro volúmenes editados con apoyo de la Universidad de Guadalajara. Estos cuatro volúmenes, en marzo pasado se colocaron en una cápsula del tiempo que quedará bajo la custodia de esa casa de estudios hasta 2040, cuando será reabierta para “saber cómo pensábamos en esta época”.
C$T-GM