Japón ha sido a lo largo de muchas décadas un símbolo y centro del desarrollo tecnológico, pero en esta ocasión perdió la medalla de oro.
Cuando el mundo supo que Tokio sería la sede de los Juegos Olímpicos en 2020 el primer pensamiento de muchos fue que serían los juegos más «techies» de la historia.
En 2013 tuve la oportunidad de visitar Tokio, en una fecha en la que esta ciudad había levantado la mano para ser la sede de los Juegos Olímpicos, que ocho años después estamos viviendo y mi experiencia tecnológica fue fascinante.
Para empezar, la experiencia de tuitear cuando el avión de Japan Airlines volaba sobre el Océano Pacífico fue increíble, pero era apenas el inicio de aquella grata sorpresa.
En Tokio, el hotel en el que me hospedé hace casi una década ya tenía fibra óptica y las velocidades de conexión rondaban los 100 megas, algo que no tiene mucho tiempo que empezamos a vivir en los hogares mexicanos.
Me sorprendió que en aquel entonces muchos pagos ya se hacían de manera inalámbrica, con el smartphone, por ejemplo, las máquinas expendedoras de dulces o la entrada al Metro de la ciudad.
Incluso, me tocó ver que en el aeropuerto de Narita los pasajeros abordaban sus vuelos sin que el personal de la aerolínea revisara sus pases de abordar, sino en lugar de ello escaneaban un QR Code en sus teléfonos.
Al viajar en una de sus tantas autopistas, tuve la oportunidad de observar cómo ya tenían soluciones de Smart City, pues gracias a sensores distribuidos en la carretera, los conductores recibían avisos en pantallas sobre el estado del tráfico y alternativas de rutas para evitar quedar en un embotellamiento.
En Akihabara, el barrio conocido por sus edificios repletos de tiendas de electrónica y tecnología, ya se podía adquirir en 2013 pantallas 4K, se veían drones de todos tamaños (yo compré uno miniatura del tamaño de un reloj) incluso acuáticos, robots, juguetes híbridos que además de disfrutarlos de manera física incluían características de realidad virtual, entre muchos otros desarrollos que por supuesto en México no existían.
Los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 estaban llamados a ser el escaparate de la nueva tecnología japonesa. Para ello desarrollaron infraestructura de fibra óptica por toda la ciudad que pudiera soportar sus redes móviles 5G y con ellas un sinnúmero de servicios para los habitantes, deportistas y visitantes.
Se habló de coches y autobuses autónomos, realidad aumentada en tiempo real para que los espectadores siguieran los datos que generaba una competencia, drones realizando diversas actividades en la ciudad, robots atendiendo a turistas y comensales en restaurantes, pantallas en las pruebas de canotaje con tan alta resolución que los visitantes ni siquiera distinguirían que se trataba de una pantalla, entre muchas cosas más.
Tokio estaba llamado, pues, a ganar el oro olímpico en tecnología, a ser la ciudad digital modelo, pero por desgracia no ocurrió así porque la pandemia de COVID-19 golpeó al mundo entero como si se tratara de un gran tsunami.
Hoy, a más de 11 mil kilómetros de distancia vemos desde México, cómo lo hacen de otras partes del mundo, unos Juegos Olímpicos con algunos toques de tecnología, pero no como imaginamos, porque el mundo no pudo vivir en carne propia, debido a las restricciones por la pandemia, todo lo que los japoneses tenían preparado.
Incluso los colegas periodistas enviados no pueden desplazarse por la ciudad para ser testigos del desarrollo tecnológico de Tokio y de Japón.
Por eso, aunque suene muy triste, digo que la COVID-19 bajó del podio a Tokio.
C$T-GM