En el último año la industria de telecomunicaciones y las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) en México han estado expuestas a un debate en torno a las aplicaciones y espacios que distribuyen servicios o contenidos sobre Internet, Over The Top (OTT) que observa el fenómeno a través de una lente equivocada: este tipo de jugadores no son el futuro, sino el presente.
Ni Netflix o YouTube son equiparables enteramente a servicios de televisión restringida, ni WhatsApp o Skype son un reflejo de las ofertas de telefonía. Estas aplicaciones son puntos visibles de un entorno distinto en donde las redes de telecomunicaciones están en transición hacia Internet como un denominador común.
La repercusión no es menor, pues mientras la convergencia tecnológica permite ofertar paquetes de servicios (doble o triple play), es uno de ellos el que puede maximizar las opciones del usuario en materia de información y contenidos: acceso a Internet.
En la medida en la que esta preferencia avance, la racionalidad de la oferta comercial en telecomunicaciones pasará de una cantidad de servicios de suscripción a una racionalidad de la capacidad y velocidad del acceso a Internet para poder aprovechar mejor el entorno de servicios, comunicaciones y contenidos distribuidos sobre IP.
Esto delinea a su vez el reto para las empresas de telecomunicaciones: asumirse como jugadores tecnológicos o permanecer como proveedores de una “tubería pasiva” que no lo es tanto. Los consumidores y los nuevos emprendimientos inciden en este cambio de paradigma.
A pesar de que en Latinoamérica persiste la brecha en el acceso a las tecnologías, el comportamiento de usuarios de la región en áreas que involucran video sobre Internet es comparable con los de otras latitudes.
Por ejemplo, la firma de tecnología para video sobre Internet Ooyala (subsidiaria de Telstra) indica en su Índice Global de Video del primer trimestre de 2016, que el 48 por ciento del video distribuido sobre Internet es consumido en América Latina por dispositivos móviles (smartphones y tabletas).
Esta proporción está a la par de lo observado en otras regiones como Europa y Asia, indica el estudio que utiliza una muestra de nueve países de América Latina.
En las economías latinoamericanas se ha observado una expansión importante de las redes móviles como un método de acceso a Internet por parte de la población. Naturalmente en estos países también se ha incrementado la adopción de electrónicos de consumo como teléfonos inteligentes y tabletas que tienen en la “movilidad” una ventaja clara.
Además, el déficit de infraestructura de “última milla” cableada ha impulsado la importancia de las redes inalámbricas en el ámbito del acceso a Internet.
El informe de Ooyala indica además que los usuarios de América Latina eligen la “pantalla” para mirar contenidos de una manera similar a los de otras regiones: entre mayor sea la duración de los contenidos se tiende a preferir dispositivos con pantallas más grandes, concretamente tabletas, computadoras personales y televisores conectados.
Esto lleva a considerar que este entorno descrito requiere no sólo de maneras de “conectarse”, sino de continuidad en el acceso a Internet. Es decir, si bien un usuario puede acceder a videos cortos en su Smartphone al utilizar una red móvil, será importante contar con accesos a puntos Wi-Fi para poder consumir contenidos con más definición y de mayor duración con otros dispositivos y sin necesidad de agotar la capacidad de su plan móvil.
En este sentido, la cantidad de servicios a ofrecer desde el mismo operador puede ser un factor de menos peso en ofertas comerciales para usuarios que valoran la continuidad, capacidad, velocidad y ubicuidad en cuanto al acceso a la banda ancha.
Al final de la ruta el interés del usuario no está en definir si HBO, Go, o Hulu compite directamente con su proveedor de televisión de cable, sino si su proveedor le permite tener acceso a este nuevo entorno de contenidos y aplicaciones de una manera aceptable.
Los debates en la industria, por lo tanto, deben considerar este cambio pues una óptica anclada en telecomunicaciones como servicios o “tuberías” estará disociada de los cambios gestados desde los usuarios.
Las motivaciones políticas y empresariales pueden generar demandas para establecer regulación excepcional o barreras artificiales para este nuevo entorno “sobre Internet” y “bajo demanda” para demorar las implicaciones de estos cambios, sobre todo si van dirigidas a los competidores.
Sin embargo, esto introducirá distorsiones en cuanto al entendimiento de este nuevo entorno sobre Internet y, por lo tanto, guiará a conclusiones imprecisas que eventualmente también tienen el potencial de dañar a los agentes que consideren que las aplicaciones OTT son sólo un reto para el futuro y no un factor que plantea cambios en el presente.
C$C-EVP