El éxito es una palabra de múltiples interpretaciones y definiciones; sin embargo, muchas de ellas nacen y se refuerzan a partir de ideas preconcebidas y estereotipos normalizados en espacios sumamente concurridos y populares en el mundo digital: las redes sociales.
Por ello no resulta extraño relacionar ciertos estándares de belleza, posición económica, viajes, atuendos, amistades “cool” y familias consideradas perfectas, con el concepto de éxito amplificado desde una pantalla donde se suele poner en evidencia eso que queremos pero no podemos ser.
En las redes sociales se agrandan estilos de vida inalcanzables para el promedio de la población, promueven y dulcifican el esfuerzo, casi siempre sin recompensa, que una persona debe realizar para gozar de una imagen que encaje en un marco de perfección.
Lo lamentable es que en el camino, las decisiones, el autoestima y por supuesto la salud mental, se van direccionando hacia una constante distorsión de la realidad y se alejan del verdadero potencial de las personas.
Es así que pensar de forma permanente en ese ideal “exitoso” puede ser el inicio de una riesgosa generación del sentimiento de no ser lo suficientemente bello, agradable y feliz; incluso, hay quien puede dar un paso más allá arriesgando su estabilidad emocional, física e incluso económica, con tal de alcanzar ese estado.
¿En algún momento te has dado una ayudadita poniendo un filtro a tu foto de perfil? Esto tiene una explicación y está relacionada con la necesidad muy humana de no mostrar debilidad y vulnerabilidad.
Es muy atractivo pensar que podemos controlar la percepción que los demás tienen de nosotros y por ello es que millones de personas encuentran en las herramientas tecnológicas una alternativa para crear ilusiones ópticas que les permitan cubrir sus “defectos”, que en realidad, son características propias de su persona y que no deberían avergonzarnos.
El auge de las redes sociales se ha convertido en un arma silenciosa para la salud mental de la población usuaria de estos espacios socio digitales, debido a la “comparación social negativa”, pues lleva a que las personas se valoren con base en el atractivo, riqueza y el aparente éxito alcanzado por sus semejantes y que suele reflejarse en los 167 millones de videos que se suben a TikTok cada minuto o en las más de 65 mil fotografías compartidas en Instagram.
Intentar encajar en la imagen estereotipada dictada por una sociedad inmersa en la cultura de la perfección, genera altos niveles de estrés porque los estándares son tan altos, exigentes y hasta infames, que simplemente son difíciles de alcanzar.
Por otro lado, permanecer en esta carrera nos desconecta de otras fuentes de satisfacción en nuestra vida: si nos concentramos en alcanzar aquello que pensamos que es éxito y asumimos que eso es lo único que importa porque nos dará la vida que soñamos, perdemos el disfrute. Nos olvidamos de gozar de otras vivencias que nos generan placer como nuestras aficiones, amistades, mascotas y todo aquello que no se ve, no se toca, pero se siente.
Por exagerado que parezca, la envidia es un sentimiento que se alimenta de esas imágenes perfectas que vemos en las pantallas. ¿Quién no ha deseado el cuerpo de otra persona, su auto, su estilo de vida? Esto no es nuevo, la historia de los medios masivos de comunicación ha ido acompañada de un toque aspiracionista impulsado por las personas famosas y ricas que parece que se ganan la vida con sólo existir.
Sin embargo, hoy las poderosas redes sociales abren una veta a la que antes no teníamos acceso: la vida cotidiana, y no sólo de quienes son considerados perfiles “VIP”, sino de cualquier persona que la quiera mostrar.
Así, el éxito se configura como un estilo de vida que todas y todos parecen tener. Nadie sufre, el error es cosa de perdedores, el miedo y la frustración no se mencionan… en resumen, la imperfección no tiene lugar en la gran puesta en escena de las redes sociales.
Es cierto que como seres bio-psico-sociales necesitamos de la interacción con otras personas, de sentirnos escuchados, acompañados, comprendidos y cobijados cuando algo nos alegra o nos entristece, sin embargo, hay que analizar hasta dónde es sano que esta necesidad de interacción influya sobre nuestras decisiones y percepciones de la realidad.
Conforme vamos avanzando en las décadas nos siguen mostrando lo mismo: el éxito es lo que están haciendo los otros, entonces sé como los otros, compra lo que los otros, ten el cuerpo de los otros, avanza al ritmo de los otros, siempre mirando al exterior.
Nadie habla de lo importante que es mirar hacia adentro y definir de forma consciente, íntima y personal lo que representa ser exitoso/a para cada persona.
El éxito es un concepto personal, cambia de persona a persona y es tan diverso como personas hay en el mundo. La única comparación que es sana realizar es con nosotros, medir nuestros avances y observar los objetivos que vamos cumpliendo.
Pero ¿cómo descubrir qué es el éxito para mi? Una forma es buscar espacios de autoconocimiento para definir la vida que nosotros queremos vivir, darnos momentos para entender qué es lo que nos gusta y motiva, tener espacios a solas en la naturaleza o en el hogar, apoyarse en la terapia, talleres y expresiones artísticas, entre muchas otras alternativas que nos ayuden a reflexionar sobre qué rumbo queremos seguir con nuestra vida y construirla a partir de lo que realmente queremos y no sólo de lo que vemos en los otros.
Las redes sociales son espacios con aspectos muy positivos y el uso responsable ayuda a identificarlos, pero no olvidemos que no todo lo que vemos ahí es real; evitemos caer en el espejismo y consumamos contenido de forma crítica y consciente.
Recordemos que lo que significa éxito para mí, es muy diferente de lo que representa para la persona de enfrente. Hay éxitos en todas partes y de todos los colores, así como somos diversos, el éxito lo es y viene desde el interior.
Tomemos en cuenta esto para que la siguiente vez que nos veamos en comparación con otros y en lugar de preguntarte ¿Por qué no estoy siendo exitoso? Te respondas, sí quiero ese camino y haré lo necesario para llegar ahí, o por lo contrario: esa no es una definición de éxito para mí, tengo éxito de otra forma y está bien.
C$T-GM