Bajar de peso, ser más “fitness” o tener un aspecto físico diferente, son propósitos que millones de personas se marcan, sobre todo, en los primeros meses del año; sin embargo, estos deseos no siempre son impulsados por un genuino deseo de salud y bienestar emocional, sino por estímulos del exterior, es decir, por la presión estética que se ejerce desde los medios de comunicación y plataformas digitales.
Y es que no es extraño observar que en todo tipo de anuncios comerciales, videos, programas, películas, comentarios y mensajes, la consigna es clara: los cuerpos delgados, torneados y cuidados son sinónimo de éxito, plenitud y belleza.
La presión estética está normalizada. ¿Cuántas veces hemos recibido una opinión no solicitada sobre nuestro aspecto físico? Incluso, ¿cuántas veces hemos pensado o expresado que alguien más tiene menos atractivo físico o es menos saludable por tener sobrepeso?
Una de las razones por las cuales los cánones estéticos y los estereotipos relacionados con lo que se debe considerar un cuerpo bello o atractivo, son tan difíciles de erradicar, es que históricamente se han emitido con gran fuerza a través de medios de comunicación masivos; hoy, ese poder es exponencialmente mayor gracias a las redes sociales y los personajes considerados “influencers”.
La presión estética suele ser superior en la mujer, con una asociación de cuerpos delgados y perfectos. En el caso de los hombres, el canon de belleza se asocia a tener un cuerpo con musculatura. La presión estética es un fenómeno dañino a nivel individual, pero también en el ámbito social, pues invalida la diversidad de cuerpos.
Y es que la sobrevaloración de lo que es estéticamente correcto en una sociedad que impone “hasta en la sopa” la idea de perfección, puede generar pensamientos negativos de “no pertenezco y hago lo que sea para pertenecer”.
Esto genera una insatisfacción con el cuerpo que conduce a sacrificios y hábitos nada saludables como rígidas dietas, excesivas rutinas de ejercicio y cirugías estéticas, llegando también a presentar trastornos de la conducta alimenticia y poner en riesgo la salud no sólo física sino emocional.
Es importante decir que la presión estética no es fortuita y es muy conveniente para una industria que supo aprovechar muy bien el confinamiento social derivado por la pandemia y los deseos de las personas de estar bien y lucir bien, pese a estar en su hogar.
Lo cierto es que el sedentarismo provocado por el trabajo y la escuela en casa, las horas “Netflix” y los cambios de hábitos alimenticios por tener tan cerca la cocina, nos pasaron factura a muchas personas; sin embargo, las redes sociales suelen mostrar una especie de realidad alterna que nos hace pensar en las pocas ganas y disciplina que le ponemos a “querer estar bien”.
Por si fuera poco, el hecho de no llegar a la perfección que se nos muestra en las pantallas, genera pensamientos de culpa pasando por alto que estamos inmersos en un sistema que implanta ideas de lo que debe ser y que todo el tiempo trata de vender. Y claro que vende, la industria del “bienestar” y de lo “saludable” representa más del 5.3 por ciento de la economía mundial.
Es así que la publicidad que aparece en los medios digitales establece la delgadez extrema como un ideal de belleza, salud y estatus. Una presión que se hace más evidente por el efecto viral de las imágenes compartidas a través de las redes sociales y que normalizan estos estereotipos.
La delgadez parece ser esencial para que una persona triunfe, sea aceptada y tenga éxito en nuestra sociedad. Lo más triste es ver que eso es así, la realidad es que los cuerpos delgados gozan de más privilegios que los cuerpos diversos. Vivimos con la idea de que estar delgado está asociado a salud, por lo que se normaliza y acepta de forma extensa hacer dieta.
Por el contrario, el sobrepeso o los cuerpos más diversos tienen connotaciones menos saludables e incluso pueden discriminarse presuponiendo que la persona no se cuida, es floja o no es disciplinada. Estos juicios, extrapolados a otros ámbitos, se transforman en lo que se denomina gordofobia o, incluso, violencia estética.
La presión estética también tiene mucha relación con la prevalencia cada vez más fuerte de los gimnasios; por ejemplo, David Rascón, director general de Anytime Fitness México asegura que tras la pandemia la empresa no sólo se ha recuperado, sino que ha crecido 30 por ciento.
Esto tiene relación con el aumento en la preocupación por la salud física por parte de las personas. Pero en muchas ocasiones no es la salud lo que se persigue, sino tener el “cuerpo ideal” que la sociedad espera.
En este espacio hemos asegurado que lo digital es real, pero en esta ocasión quizá tengamos que ser más críticos para reflexionar en torno a los patrones de “belleza” que se nos presentan y hasta qué punto nos estamos dejando influenciar por el inalcanzable deseo de perfección. Cuando de belleza se trata, no todo lo que brilla es oro.
Cuando el foco del análisis se coloca sobre las infancias, el tema toma otro color, pues niñas, niños y adolescentes están cada vez más expuestos a una realidad manipulada, justo en los años más decisivos para la configuración de su personalidad, en los que estarían empezando a idealizar un cuerpo que no existe: blanco, delgado, joven, con cabello liso, depilado, sin estrías, ni canas, ni manchas, ni ningún tipo de discapacidad.
Y, a medida que pasen los años, creerán que es necesario destinar cada vez más dinero y esfuerzo a tener ese cuerpo ideal. Baja autoestima, presión social, pensamientos de no sentirse suficientes es lo próximo que podemos esperar de estas acciones, si no lo vemos con la importancia que tiene.
Los espacios digitales deberían ser espacios seguros y al tener un sentido cada vez más crítico de lo que vemos y oímos podríamos empezar a cuestionar ¿Por qué no hay campañas donde se vean más cuerpos reales y diversos? ¿Por qué no se da el protagónico de una película a una persona con sobrepeso, lejos de que la historia gire en torno a perder kilos y cómo cuando lo logra alcanza el éxito y la felicidad?
Una primera acción que puede ayudar a romper con los paradigmas de la presión estética es cuestionar las acciones que hemos tenido hacia nuestro aspecto o el de otros, si alguna vez hemos rechazado, discriminado, herido a alguien por cómo lucía o qué cuerpo tenía, además de comenzar a reconocer que no somos nuestro cuerpo, no somos cómo nos vemos, somos mucho más.
Como seres sociodigitales deberíamos sentirnos obligados a visualizar la diversidad de cuerpos y las personas que los habitan, y de esa manera avanzar hacia la creación de espacios digitales poblados de más humanos auto aceptados, sanos y verdaderamente plenos.
C$T-GM