Mucho se habla del gran apego que han desarrollado niños, niñas y adolescentes a las pantallas, de los efectos de usar desde temprana edad algún tipo de dispositivo y de lo fácil que es desarrollar adicción a la tecnología; sin embargo, poco se reflexiona sobre lo que sucede cuando las personas adultas incurren en un uso excesivo, sobre todo, cuando ejercen el rol de mamá o papá y el impacto que esto puede tener en las relaciones socioafectivas.
Nada extraño es observar en lugares públicos a mujeres y hombres que sin despegar la mirada del celular, repiten una y otra vez frases como “espérame un momentito”, “veo esto y te atiendo” o en el peor de los casos, recurren a ignorar por completo al menor de edad que está a su lado. La escena se repite en cualquier hogar sin importar el nivel educativo o clase social.
El punto es que si mamá o papá están al pendiente de lo que sucede en el mundo digital, fácilmente pueden olvidarse de lo que está ocurriendo con sus hijas e hijos y podrían estar formando lo que actualmente se conoce como huérfanos digitales: Niñas y niños que, a pesar de tener cubiertas necesidades como salud, alimentación y educación, carecen de aspectos como atención, afectividad y escucha familiar.
Toda una generación de infancias y adolescencias está creciendo con padres y madres físicamente presentes, pero mentalmente alejados; la gran mayoría que son menores de 35 años pasan mucho tiempo conectados a internet o interactuando a través de las redes sociales ignorando completa o parcialmente a sus hijos.
La generación millennial además, trae la concepción de no ser una figura estricta o exigente para sus hijos, pues desarrollan la paternidad y maternidad contraria a lo que ellos vivieron, sin embargo, caen en un rol permisivo, lo cual puede poner en riesgo a las infancias y adolescencias, pues sin supervisión pueden acceder a contenido no apto para su edad por mencionar sólo uno de los múltiples riesgos.
Se podría pensar que cómo no estar atentos al mundo digital si es por los medios tecnológicos a través de los cuales se hacen múltiples actividades como recibir avisos e instrucciones del trabajo, ver noticias, y en cada vez más casos, hasta las compras… pero también es una fuente permanente de distracción. Quizá sea por eso que en México las personas pasamos en promedio 8 horas diarias navegando en internet.
Sin embargo, así como está dentro de los pendientes ir al súper o revisar la bandeja de correo electrónico, también es importante hacer un espacio dedicado a la convivencia familiar, pues para las niñas, niños y adolescentes es un aspecto fundamental para fortalecer su desarrollo. Requieren de procesos sociales como compartir experiencias, contar sobre su día, hablar sobre sus emociones, así como expresar deseos y planes.
Si cuando están emocionados para contar algo y mamá o papá no les atienden y continúan viendo las pantallas de sus móviles, se puede estar generando baja autoestima y una sensación de abandono, que a la larga, puede repercutir en sus relaciones interpersonales y en una dificultad para expresar sus emociones, lo cual es un antecedente de trastornos socioafectivos.
Las personas menores de edad que son ignoradas en su entorno familiar, desarrollan emociones como tristeza, desánimo, frustración, enojo, trato injusto, hartazgo, sentimiento de inferioridad, distanciamiento y desvalorización.
Por ello es fundamental reflexionar sobre cómo la fuerte desvinculación que se está generando al interior de las familias, generará en el futuro jóvenes o adultos con patrones de inseguridad, baja autoestima y conductas antisociales.
Aprende a reducir el uso de las pantallas y a sustituirlo por actividades que puedan realizarse en familia, estando atentos unos a otros, es un primer gran paso que se puede realizar.
Además, de esta forma se está dando el ejemplo y educando sobre cómo sí es posible realizar actividades fuera de las pantallas. Hay muchas opciones a considerar: excursiones al bosque, juegos en el parque, hacer deporte, compartir tareas en casa, cocinar juntos, incluso ver una película en televisión si lo hace la familia junta y se puede comentar lo que se ve… Lo importante es evitar la desconexión familiar y que las infancias se vean en la necesidad de sustituir la atención de la madre o el padre con una pantalla, y viceversa.
Pero hagamos una pausa para aclarar que esto no significa que usar el celular para el entretenimiento sea algo negativo en su totalidad, pues se trata de hacerlo con responsabilidad y para ello es fundamental marcar tiempos estrictos tomando en cuenta que también hay efectos negativos para la salud, por ejemplo, afectaciones a la visión, sedentarismo, trastornos del sueño, entre otros.
En la era digital, la recomendación es la misma que antaño: Predicar con el ejemplo. Es decir, a la hora de educar las palabras sobran.
Si por ejemplo se da una indicación: “deja ese teléfono” y el adulto sigue ocupándolo, lo más seguro es que cualquier niña, niño o adolescente no tenga el más mínimo incentivo para seguir atender lo que se le pidió.
Como siempre lo hemos dicho en este espacio, el cambio de hábitos no es una tarea sencilla y cuando se trata del apego a un dispositivo que está tan presente en la vida cotidiana, puede ser aún más complejo. Comenzar por pequeñas acciones es la clave.
Una de ellas es silenciar las notificaciones, sólo ocupar dispositivos móviles en ciertos espacios de la casa así como únicamente en ciertos horarios. Algunos acuerdos que pueden implementarse son dejar los teléfonos fuera de la mesa a la hora de la comida, apagarlos antes de dormir y hacer un “estacionamiento” de teléfonos para dejarlos ahí mientras no se ocupen.
Las pantallas son parte de nuestra realidad; a través de ellas ingresamos y somos parte de un mundo digital que nos ayuda a trabajar, estudiar, producir, informarnos, entretenernos e incluso, es fundamental para acceder a servicios de salud y trámites de gobierno, pero cuando son causa para descuidar las necesidades de las personas más pequeñas del hogar, pierden su verdadero propósito de bienestar.
Si le damos a las niñas, niños y adolescentes la oportunidad de conversar, contar algo emocionante que les pasó en el día, expresar sus emociones y pedir ayuda cuando se sientan tristes o confundidos, estaremos ayudándolos a convertirse en adultos capaces de relacionarse de forma sana y responsables afectivamente. Caminemos en sentido contrario de la orfandad digital.
C$T-GM