La transformación digital está en boga. Basta hojear los titulares y sorprendernos con la proliferación de términos como Inteligencia Artificial, Big Data o Ciberseguridad para notar que las tecnologías de procesamiento de información transformarán los modelos de negocio de muchas empresas para 2030.
Así lo señala el informe Future of Jobs Report 2025 del World Economic Forum, pero no muchos se detienen a pensar en los fundamentos que hacen posible ese ecosistema. Uno de ellos —quizás el más silencioso, pero también fundamental— son los estándares tecnológicos.
Vale la pena reflexionar sobre la infraestructura que figura poco en la conversación pública pero que permite que nuestras redes, sistemas y dispositivos hablen un lenguaje común para generar conexiones significativas entre personas, comunidades o naciones.
Sin estándares, no habría interacción entre plataformas, no podríamos confiar en la calidad de una red 5G, ni garantizar que una videollamada suceda siquiera en una misma oficina o en dispositivos distintos. Y, sobre todo, no tendríamos la posibilidad de construir confianza digital.
Dentro del sector de telecomunicaciones, los grandes avances tecnológicos que transforman industrias y la vida de las personas comienzan con acuerdos técnicos que hacen que todo funcione con precisión. La interoperabilidad no es glamorosa, pero sostiene nuestra economía digital global. Y en México, donde la transformación digital avanza a distintas velocidades, hablar de estándares no significa hablar de técnica: requiere hablar de equidad y desarrollo empresarial.
Hoy las soluciones móviles —soportadas por redes 4G y 5G— son el punto de entrada a la digitalización para miles de empresas, desde MiPymes hasta multinacionales. Emprendedores pueden gestionar su tienda en línea desde su celular, mientras empresas logísticas rastrean flotillas en tiempo real gracias a las apps móviles. Estas soluciones cotidianas son posibles gracias a estándares tecnológicos que garantizan compatibilidad, velocidad, seguridad y disponibilidad.
En México, donde las pequeñas y medianas empresas representan más del 90 por ciento de las organizaciones del país, los estándares funcionan como “nivelador”. Estos permiten que un pequeño negocio acceda a las mismas herramientas digitales que una gran corporación, siempre que tengan el conocimiento adecuado.
Pero no sólo eso: al establecerlos, se genera confianza ya que una Pyme incorpora estándares de seguridad al momento de recibir pagos digitales, manejar datos personales o ponerse en el mapa y conseguir clientes fuera de su mercado habitual.
La movilidad también ha cambiado las reglas del juego. Las organizaciones dependían de sistemas centralizados y estructuras fijas, hoy requieren de soluciones ágiles, remotas y seguras. Los estándares permiten que un dispositivo móvil sea una extensión segura y confiable de la red corporativa, crucial para habilitar esquemas de trabajo híbrido, mejorar la continuidad operativa y optimizar la experiencia del cliente.
Como líder en procesos de transformación digital, he visto cómo los estándares no sólo reducen riesgos, sino que también aceleran la innovación. Una organización que adopta tecnología tiene más facilidad para escalar e integrar nuevos servicios o colaboraciones. Esto se traduce en eficiencia y crecimiento sostenible.
Los estándares deben responder a nuestra realidad, necesidades y retos. Desde la perspectiva de telecomunicación, son habilitadores del progreso tecnológico porque detrás de cada experiencia digital hay una serie de acuerdos que permiten que todo funcione.
Mi invitación es a reflexionar sobre esta nueva era digital y sus complejidades, un desafío que no podemos abordar solos. Creo firmemente en la necesidad de generar un ecosistema de conocimiento, que propicie entornos donde sea posible compartir ideas, aprender, y reflexionar sobre el valor de la tecnología que mueve a las empresas, a los consumidores y al país entero hacia el futuro.
C$T-GM






































