Inevitable e irreversible, el envejecimiento en la especie humana puede verse como un privilegio biológico que nos permite sobrevivir muchos años después de cumplir la etapa reproductiva; sin embargo, no basta con vivir mucho, sino vivir bien y es en esa legítima aspiración, donde se inserta el potencial de las tecnologías digitales, pero también donde debería estar puesta la mirada de las y los gobernantes.
Envejecer en la era digital puede ser fascinante o una desventura, sobre todo si se vive este proceso en un país como México donde alrededor del 20 por ciento de las más de 15 millones de personas que tienen 60 años de edad o más, carecen de afiliación a una institución de servicio de salud, y peor aún, donde 16 por ciento no sabe leer ni escribir.
Aunque en este país la Ley de los Derechos de las Personas Adultas Mayores habla de la igualdad de oportunidades en el acceso al trabajo o de otras opciones que le permita a esta parte de la población un ingreso propio y desempeñarse en forma productiva tanto tiempo como lo deseen; la realidad es otra, pues la tasa de actividad económica ni siquiera llega al 30 por ciento.
Este 17 de mayo es el Día Mundial de las Telecomunicaciones y la Sociedad de la Información. En esta edición, la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT) centra su atención en las tecnologías digitales para las personas mayores y el envejecimiento saludable y asegura que el acceso equitativo al mundo digital no es únicamente una responsabilidad moral, sino esencial para la prosperidad y sostenibilidad.
Hoy, la realidad digital impulsada por las redes de nueva generación (5G), el Internet de las Cosas (IoT), la Inteligencia Artificial y la computación en la nube, nos hace pensar en un futuro donde las personas sean más eficientes, productivas y saludables.
Pero cómo pasar a ese escenario de prosperidad social y tecnológica, si en México no hemos sido capaces de resolver desafíos digitales básicos como garantizar el acceso a internet a más de 40 millones de personas.
Hasta 2021, el gobierno de México destinó 154 millones 660 mil pesos en el programa Pensión para el Bienestar de Personas Adultas Mayores, cuyo padrón está compuesto por más de 9 millones de beneficiarios.
El apoyo económico destinado a personas mayores de 65 años, cuyo objetivo es “contribuir al bienestar de las personas adultas mayores, mejorar las condiciones de vida y que a su vez permita el acceso a la protección social”, es en la actualidad de 3 mil 850 pesos.
Esta estrategia, ha dicho el propio presidente Andrés Manuel López Obrador, tiene el objetivo de materializar su mantra: “No dejar a nadie atrás”; sin embargo, este plan que podría ser un poderoso vehículo de inclusión, se limita a la entrega de dinero, y no siempre la pone fácil.
Si una persona interesada en obtener este beneficio por primera vez “googlea” las palabras “programa bienestar”, le aparece el enlace a un sitio del gobierno de México donde se puede encontrar otro sitio que se supone ofrecerá la información sobre el plan, pero no, sólo muestra un comunicado del 2019.
Quizá si la palabra “clave” fuera “pensión adultos mayores”, encuentre información. La primera opción en Google es una página dedicada al programa pero sólo ofrece datos útiles para quienes ya están inscritos. Pero qué tal si se escribe “ubica tu módulo” ¡Eureka! Ahí puede seleccionar entidad y municipio, y está la lista de documentos físicos que se requieren, pero sólo aplica para el proceso que se llevó del 18 al 30 de abril.
Es decir, si un adulto mayor quiere saber más, tendrá que acudir físicamente a un módulo, esperar un buen rato para que algún funcionario malhumorado lo atienda y saldrá de ahí con las manos vacías porque el periodo de registro ya terminó.
Si a usted que lee esto, le pareció complicado, sólo imagine lo que es para una persona que carece de las habilidades digitales y tecnológicas (que le exigen de entrada tener a la mano una computadora o un celular), realizar una búsqueda simple en internet, así como entrar y salir de páginas web.
No. No se trata sólo de que las personas adultas mayores tengan “su dinerito”, sino de ofrecerles herramientas para vivir esa etapa de la vida de forma digna y productiva, es incentivar oportunidades de ingreso propio ganado en actividades satisfactorias y deseadas, es abrir alternativas para que adquieran conocimiento y nuevas habilidades que les permitan seguir siendo parte de la sociedad.
La realidad es clara: En este mundo que cambia constantemente a una velocidad sin precedentes, México está dejando atrás a 15 millones de personas adultas mayores. Las está condenando al analfabetismo, al rezago y a la precariedad digital, y eso tiene consecuencias que pocos están dispuestos a ver.
Ante el envejecimiento de la población mundial, que se estima estará evidenciado hacia el año 2050 en que una de cada seis personas tendrá más de 65 años, la UIT ha sido clara: “Este segmento demográfico ha contribuido significativamente al logro social y económico de nuestra época. Ha pasado el tiempo y esas personas se enfrentan ahora a oportunidades y desafíos nuevos. Se merecen nuestra atención y nuestra ayuda”.
Es verdad que en esta materia no se cuenta mucho con el Ejecutivo, pero tampoco con el Legislativo, y en casos concretos como el de este año, todo parece indicar que la miopía que impide ver la importancia de visibilizar a las personas mayores como parte del ecosistema digital, también alcanzó a los agremiados a la Asociación de Internet Mx y a los representantes de la academia, especialistas y funcionarios que se darán cita el martes 17 de mayo.
Y es que, en México la “celebración” del Día del Internet 2022, estará centrada en “El futuro regulatorio digital”. No es que no debamos hablar de regulación, de la moderación de contenidos en internet, de las implicaciones jurídicas del uso del cómputo en la nube o del impacto del metaverso. La pregunta es por qué se desaprovecha la ocasión para reflexionar sobre el tema que a nivel mundial estará ocupando a diversos gobiernos: las personas mayores.
En España, donde apenas hay 9.5 millones de adultos mayores en condiciones sumamente diferentes a las y los mexicanos, la Asociación de Usuarios de Internet (AUI) entiende a esta parte de la población como un colectivo que no sólo enfrenta dificultades propias de su edad, sino vulnerabilidades y diversos tipos de discriminación generados por discapacidades, género y competencias laborales.
Reconociendo que el uso de las tecnologías digitales por parte de los adultos mayores es vital para ser partícipes en la sociedad, ejercer sus derechos, evitar la soledad no deseada y a envejecer de forma más saludable, se creó un manifiesto y un decálogo de medidas que abarca la dimensión social, económica, emocional y legal en el entorno digital.
Envejecer es difícil, vivir el proceso en la era digital lo es más, pero hacerlo en un país llamado México, lo complica en grado superlativo si se considera que las necesidades de esta población sólo son atendidas en forma parcial, con programas de gobierno asistencialistas y una notable ausencia de la iniciativa privada. Hacerlo en forma efectiva, requiere más que sólo buena voluntad.
C$T-GM