El “apagón analógico” no será el último de una tecnología utilizada en el ámbito de las telecomunicaciones y la radiodifusión en México. El próximo evento de este tipo a larga escala involucrará probablemente a las redes celulares.
Al finalizar 2015 se decretó en México la finalización de las transmisiones analógicas de televisión “abierta”, un proceso que estuvo en el centro de la agenda de telecomunicaciones en el país por su alcance a nivel nacional.
Entre los costos de la transición a la televisión digital terrestre (TDT) se encuentran las actualizaciones tecnológicas (radiodifusores), la compra de receptores o servicios digitales (consumidores) y el subsidio para repartir televisores digitales a familias de programas de la Sedesol (erario).
La transición a la TDT contempla, además del “apagón analógico”, la reorganización de las concesiones de televisión, de modo que operen fuera de la banda de 700 MHz. Esta capacidad, conocida como el “dividendo digital”, se destinará en México a la Red Compartida y se espera que la reorganización del espectro para TDT continúe para aprovechar luego de 2018, el espectro de la banda de 600 MHz. Pero este segundo paso no involucra un nuevo “apagón”.
Y así como el single de Gil Scott-Heron decía en 1971 que la revolución no sería televisada, el próximo apagón de gran escala tampoco lo será. Con la adopción de tecnologías de banda ancha móvil las redes móviles 2G (GSM, GPRS, EDGE) son candidatas a desaparecer para dar más capacidad de espectro a las redes 3G (como HSPA) y LTE (comercializadas como 4G). Aunque la radiodifusión sonora también está en proceso de digitalización, vale la pena repasar algunos argumentos para el “apagón celular” de tecnologías de segunda generación.
Aunque en México todavía es un evento que se antoja distante, hay mercados en los que está por ejecutarse la clausura de las señales 2G. En Singapur los tres operadores móviles anunciaron que la red 2G dejará de dar servicio a partir del 1 de abril de 2017.
En Estados Unidos, AT&T hará lo mismo al terminar 2016. En Australia y Reino Unido también se han anunciado planes para llevar a cabo este apagón. El denominador común es el aprovechamiento del espectro para cubrir la demanda de banda ancha móvil.
Este evento obliga a que los clientes de la red realicen una actualización tecnológica. En el contexto de conectividad actual esto no sólo implica individuos que deberán cambiar su teléfono, sino clientes de comunicaciones máquina a máquina (M2M) que deberán modernizar su base de equipamiento.
Al trasladar esta situación a economías como las de América Latina naturalmente aparece como un factor la capacidad de la población para costear este cambio y, por lo tanto, una advertencia a pronósticos excesivamente optimistas con respecto al fin de las redes 2G.
Es este punto el que genera un pronóstico alternativo en la que las redes 3G se apaguen primero y tecnologías como GSM o EDGE sobrevivan algunos años más. Aunque el autor no coincide del todo con dicha proyección, vale la pena mencionar sus fundamentos.
Parte de la hipótesis de un apagón 3G antes de uno 2G está en que estas últimas redes cumplen tareas importantes en términos de “viejos” y nuevos servicios. Además de habilitar servicios como llamadas de voz y envío de SMS (también posibles por redes 3G), también es cierto que tecnologías como GSM, GPRS y EDGE han permitido la conectividad para las conexiones M2M. La sustitución de servicios y equipo 2G es en el fondo un problema de costos.
En este sentido, si hay población que carece de cobertura de redes 3G y 4G o que no puede pagar equipo y servicios compatible con estas redes, no sería viable “apagar” las redes 2G inmediatamente. En cambio, el apagón de redes 3G se ofrece como una solución alternativa argumentando que, si hay clientela que ha adquirido equipo y servicio para tecnologías 3G, es probable que pueda costear una actualización a 4G en menos tiempo que la clientela que depende de conectividad 2G.
Para el sector masivo, la importancia del servicio de voz puede incluso ser protegida por regulación o políticas públicas. Tomando en cuenta que voz sobre LTE (VoLTE) no es la norma en comunicaciones de voz en México, se presenta como un argumento a favor de la población mantener las redes 2G como una manera de garantizar comunicación básica y a bajo coste para los usuarios finales, especialmente los que se encuentran en zonas apartadas, no urbanizadas o que perciben ingresos bajos.
En cuanto a los clientes M2M que utilizan redes 2G, la actualización en el corto plazo podría no ser atractiva financieramente. Entre los argumentos para utilizar redes 2G está, por ejemplo, el coste inferior del hardware compatible con redes 2G comparado con equipamiento pensado para 3G y 4G. Pero además estos dispositivos se adquieren teniendo en cuenta una mayor vida útil del equipo que puede ser al menos dos o tres veces más que la de un Smartphone.
Y aunque el costo unitario del reemplazo equipo M2M o del entorno del Internet de las Cosas (IoT) pueda ser inferior al de smartphones o tabletas, se debe tomar en cuenta que los clientes de comunicaciones M2M adquieren equipamiento en el orden de centenares o millares de dispositivos.
Por lo tanto, en el ámbito de M2M, la combinación de costes bajos del equipo y una expectativa alta sobre la vida de los aparatos se presentan como argumentos a favor de la “supervivencia” de las redes 2G, aunque existen incentivos para aprovechar eventualmente mejoras en equipamiento de comunicaciones M2M como parte de la renovación tecnológica de estos clientes.
De acuerdo con datos de Ovum publicados por 5G Americas, a nivel mundial al tercer trimestre (3T) de 2016 el 42.5 por ciento de las suscripciones eran 2G, cifra que en América Latina es de 38 por ciento, por lo que la base de suscripciones de estas tecnologías es todavía amplia como para observar tendencias más claras sobre el apagón de redes de esta generación.
Esos mismos datos indican que en América del Norte (sólo Estados Unidos y Canadá) entre el 3T 2015 y 3T 2016 hay un crecimiento negativo de las suscripciones 2G y 3G (-63 por ciento y -14 por ciento de crecimiento interanual, respectivamente) con aumento positivo en líneas LTE (29 por ciento interanual).
En América Latina en este mismo periodo las suscripciones crecieron en 81 por ciento, pero sólo las líneas 2G cayeron en el periodo (-14 por ciento), registrando todavía un crecimiento positivo en el rubro de las suscripciones 3G (9.0 por ciento).
En otras palabras, quizás el “apagón 3G” pudiera ser más viable en mercados que están haciendo una transición marcada a LTE; pero en el caso latinoamericano el crecimiento de las tecnologías de banda ancha móvil aún contiene como ingrediente a las redes 3G.
Al final de la ruta el apagado de las redes 2G y 3G se antoja como el paso inevitable en la evolución del entorno de las telecomunicaciones móviles, y aunque no haya certeza sobre cómo ocurrirá, es relevante resaltar factores que pueden afectar la decisión de mantener o clausurar estas redes dependiendo de las condiciones de cada mercado.
El apagón de estas tecnologías dependerá en términos genéricos de que la base de clientes 2G se reduzca a participaciones de un solo dígito y que las redes garanticen servicios “básicos” como llamadas de voz y mensajería. Esto, desde luego, dependerá de la capacidad de los clientes de realizar la actualización tecnológica.
En términos de política pública se pueden estudiar acciones complementarias, como no admitir más suscripciones de la tecnología a ser apagada y limitar la disponibilidad de equipos que serán obsoletos.
Independientemente del enfoque elegido, el siguiente apagón se antoja más complejo en el sentido de que si bien la recompensa se traduciría en mejoras sistémicas para las telecomunicaciones, el costo de dejar fuera o “desconectar” a población vulnerable o desincentivar las inversiones en el IoT puede ser mayor.
C$T-EVP