Imaginar que estás tranquilamente viendo tu Instagram o Facebook y de repente, te encuentras con una ola de burlas y críticas, hechas por personas a quienes no les parece correcto lo que publicaste es algo que cualquier persona puede experimentar.
Importa poco si se publica una noticia de un asesinato, un hallazgo científico, un tema político, el resultado de un juego deportivo o de una estudiante que obtuvo un gran premio: casi siempre hay uno o más usuarios que escriben una crítica o agresión.
Las personas se refieren a esto como “Tirar hate” (de la palabra odio, en inglés). Los llamados “Haters” son personas que utilizan internet y las redes sociales para atacar, burlarse o tratar de generar un impacto negativo en sus víctimas. Esta “cultura del odio” es parte de la vida socio digital actual y habla mucho sobre la falta de educación emocional y empatía en los usuarios.
El pasado 17 de mayo, se celebró el Día Mundial de las Telecomunicaciones y de la Sociedad de la Información cuyo objetivo es promover la importancia de la utilización de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TICs), lo cual se vuelve fundamental pues la presencia de haters en las redes sociales ha cobrado mucho protagonismo en los últimos años, dejando un impacto psicológico importante sobre millones de personas.
Es importante poner atención en prevenir y frenar los comportamientos hostiles y violentos para brindar espacios digitales seguros donde lo que prevalezca sea la paz y el respeto hacia la diversidad.
Pero ¿qué lleva a las personas a hacer comentarios ofensivos o tener la intención de dañar a alguien?
Los principales factores que actúan como disparadores del odio suelen ser la raza, la procedencia, el género, la orientación sexual y la religión. Actualmente existen tres temáticas donde la poca tolerancia parece centrarse:
La primera es el cuerpo femenino, que se convierte en blanco de comentarios ofensivos cuando sale de los cánones aceptados, como cuando la mujer decide no depilarse o cuando no se adapta al cuerpo de delgadez, es lo que se conoce como “gordofobia”. El segundo foco de agresión es la raza o etnia y el tercero, pertenecer a la comunidad LGTBIQ+.
La inmediatez que genera el entorno online es algo que dispara los comentarios violentos. Las plataformas digitales, contribuyen a que se produzcan reacciones espontáneas y, por tanto, más emocionales que racionales, el distanciamiento hacia la persona a la que los haters dirigen sus ataques lleva a una cierta deshumanización, de tal manera que es percibida como un objeto blanco de sus comentarios críticos y burlas, llegando a ridiculizar, acosar y/o amenazar.
Otro factor detonante es que existe un tipo de efecto contagio en el que algunas personas se unen en una misma crítica o comentario y se sienten afines y parte de un grupo, esto lleva a que el comentario tome más fuerza y mayor impacto.
Y es que detrás de una pantalla podremos ser más crueles con otras personas porque ni siquiera somos conscientes de quiénes son en realidad y del daño que les estamos provocando, se pierde la influencia social del cara a cara, se siente una cierta inmunidad y nos volvemos más valientes al escribir cualquier comentario por agresivo que sea. El resultado es un estado que otorga seguridad para llevar a cabo cualquier acción que no realizaríamos en la vida real.
Las acciones que realizamos en el mundo digital tienen sus consecuencias en el mundo real. Es importante mencionar que, cuando se expresa odio a alguien más, es porque esa persona, en algún otro aspecto de su vida está viviendo violencia y termina replicando los mismos patrones que los lastimaron con otras personas sin analizar las consecuencias emocionales que puede tener.
Una forma de prevenir esa repetición de patrones es educar en la empatía, es decir, aunque no veamos a la persona cara a cara, pero saber que detrás del dispositivo digital hay un ser humano que siente.
Por otro lado, si nosotros como usuarios vemos que alguien está siendo objeto de odio, es recomendable alzar la voz en su defensa con algún comentario. Si el objeto de odio somos nosotros mismos, la acción que llevaremos a cabo será la que más seguros nos haga sentir: actuar, silenciar, omitir o responder.
Por ejemplo, existen algunos recursos que ofrecen las plataformas como esconder sus respuestas en el caso de Twitter, o silenciar y bloquear. En caso de que el problema escale, deberíamos plantearnos denunciar más allá de las redes sociales y de las herramientas que tenemos a nuestra disposición.
Más allá de internet, los efectos del hate pueden ser importantes para la víctima: el usuario que es atacado puede aislarse y autolimitarse, dejando de hacer uso de las redes sociales y experimentando un impacto en el plano emocional y psicológico. El Internet y las redes pueden convertirse en un caldo de cultivo del odio, que puede acarrear grandes consecuencias.
Si nos olvidamos de que detrás de cada pantalla hay una persona con sentimientos, inseguridades o batallas, las redes no serán más que un espacio hostil donde nadie actuará con libertad. Queremos que internet sea una plataforma segura donde pueda haber un intercambio, expresión y apoyo.
Eduquemos en la empatía y antes de dejar un comentario en una red social, tengamos en cuenta que detrás de ese alter ego digital hay una persona de carne y hueso, como tú y como yo. ¿Te gustaría que eso que vas a escribir te lo dijeran a ti?
C$T-GM