Al arribar a la mitad de la década, México se encuentra ante una disyuntiva crucial: mantenerse como consumidor pasivo de tecnología o asumir un rol protagónico en la economía digital global.
Esta decisión es estratégica. La economía digital, concepto acuñado por Don Tapscott en los noventa y hoy entendido como el conjunto de actividades que utilizan tecnologías digitales como eje central de producción y crecimiento, representa ya hasta el 10 por ciento del PIB en algunas economías de la región, según datos de la CEPAL.
Aunque México ha impulsado diversas iniciativas para digitalizar servicios y fortalecer su infraestructura, es de suma importancia consolidar una agenda articulada, multisectorial y con visión de largo plazo que coloque lo digital en el centro del modelo de desarrollo. El momento para activarla es ahora.
De acuerdo con el Banco Mundial, una economía digital sólida se sostiene sobre seis pilares: infraestructura digital, servicios públicos digitales, habilidades digitales, empresas o negocios digitales y un entorno que genera confianza digital. Al analizar estos pilares en el caso mexicano, se identifican avances importantes, pero también rezagos significativos.
En materia de infraestructura, programas como Internet para el Bienestar han buscado cerrar la brecha de conectividad. Según la ENDUTIH 2024, un total de 100.2 millones de personas son usuarias de Internet (83.1 por ciento de la población de seis años o más) y 98.6 millones utilizan teléfono celular (81.7 por ciento).
Si bien se han dado pasos importantes, hacia la publicación de la Ley en Materia de Telecomunicaciones y Radiodifusión que busca conectar a 15 millones de mexicanos sin acceso, aún persisten brechas relevantes, como la brecha de género y particularmente entre zonas urbanas y rurales, donde el acceso a Internet alcanza 86.9 por ciento y 68.5 por ciento respectivamente.
En cuanto a servicios digitales, la implementación de la Ley Nacional para Eliminar Trámites Burocráticos busca reducir en 50 por ciento los trámites federales y digitalizar más de 7 mil procesos. El fortalecimiento de la CURP como base de identidad digital es un avance clave, aunque la interoperabilidad institucional continúa siendo limitada. También es fundamental incorporar una perspectiva de género para disminuir las brechas existentes.
En paralelo, la creación de habilidades digitales sigue siendo una tarea pendiente. México carece de un plan de acción integral que fortalezca capacidades digitales, especialmente en un contexto de acelerada adopción de tecnologías emergentes como la inteligencia artificial.
Según el Índice Global de Innovación 2024 de la OMPI, México ha mostrado avances en innovación, con mejoras de productos creativos (subiendo del puesto 50 en 2022 al 47 en 2024) y en sofisticación empresarial (del lugar 79 al 56).
Sin embargo, persisten obstáculos estructurales: en 2024 el país ocupó el lugar 120 en facilidad para abrir negocios, el 123 en productividad laboral y el 124 en tecnología de exportaciones de alta. Además, el deterioro en indicadores institucionales (puesto 106) y de infraestructura (71) refuerza la urgencia de un ecosistema digital más robusto y coherente.
El Índice de Desarrollo Digital Estatal (IDDE) 2024 en lo que se refiere al Pilar de Innovación y Adopción Tecnológica en las Empresas, menciona que el 43 por ciento de estas utiliza herramientas digitales básicas (como redes sociales o videollamadas), solo 7.0 por ciento ha incorporado tecnologías innovadoras como IA, big data o blockchain.
El 36 por ciento emplea herramientas intermedias (por ejemplo, servicios en la nube o firma electrónica), y apenas el 20 por ciento ha integrado soluciones avanzadas como ERP o bases de datos.
En ciberseguridad, solo 22 por ciento ha implementado medidas sólidas y apenas 31 por ciento cuenta con personal especializado en TI. Esta situación refleja una brecha preocupante en capacidades digitales empresariales que limita la competitividad y resiliencia del ecosistema productivo.
Frente a este panorama, resulta fundamental diseñar e implementar una agenda nacional de economía digital.
Por su naturaleza, ésta debe alinearse a las acciones existentes del Plan Nacional de Desarrollo 2025–2030 y al Plan México; así como a la Agenda 2030 de la Secretaría de Economía.
Liderada por dicha institución y articulada con actores clave como la Agencia de Transformación Digital y Telecomunicaciones, la nueva Secretaría de Ciencia y Tecnología, el sector privado, la academia y la sociedad civil, esta agenda representaría un acierto estratégico para la actual administración.
Se pueden considerar referentes internacionales como España Digital 2026, la Estrategia Digital Europea y la Agenda Digital 2026 de la CEPAL (eLAC). A partir de estas experiencias, se propone que la agenda mexicana del sector economía contemple un enfoque transversal que integre componentes claves vinculados a la transformación digital para el desarrollo productivo y la innovación tecnológica.
Esta visión debe generar impacto e interconectarse con las dimensiones de la transformación digital para el bienestar, la digitalización del Estado, la gobernanza y seguridad digital, y una significativa conectividad acompañada de infraestructura sólida.
México tiene condiciones reales para lograrlo: capacidades técnicas, voluntad política en ascenso y una comunidad técnica activa y comprometida. Existen ya iniciativas relevantes que marcan el rumbo (Mejora regulatoria, Laboratorio de Inteligencia Artificial, reconocimiento de la Ciberseguridad como prioridad nacional); Sin embargo, para que estos tengan impacto sistémico, es indispensable articularlas con la capacidad del sector productivo, principalmente de base tecnológica, e incorporar la visión técnica de la academia, la industria y la sociedad civil.
No se trata de digitalizar, sino de transformar la forma en que producimos, aprendemos, gobernamos y convivimos. La economía digital no es un destino, es el camino hacia un país más competitivo, justo y sostenible. Y ese futuro se empieza a construir hoy.
C$T-GM