
Las alarmas del ecocidio en el que deambulamos como humanidad son contundentes.Como sociedades modernas, tras haber sucumbido a las ventajas y beneficios del plástico de forma desmedida y sin control, hoy los seres vivos del planeta nos encontramos literalmente ahogados entre sus desechos: cada minuto se compra un millón de botellas plásticas y alrededor de 5 billones de bolsas de plástico de un solo uso se usan cada año a nivel mundial (de acuerdo a datos de ONU Medioambiente).
En retrospectiva, la contaminación plástica comenzó a gestarse desde la mitad del siglo pasado, época en que se aceleró la producción masiva de este material.
De 70 años a la fecha se calcula que se han producido más de 8.3 mil millones de toneladas de plástico. Comparativamente, la producción de la primera década del nuevo milenio fue más grande que la generada en los últimos 40 años. Actualmente se producen 300 millones de toneladas de plástico al año, equivalentes al peso de la población mundial.
Estos números reflejan la elevada incidencia del plástico en la crisis mundial de residuos, y debido a que la mayoría de los productos plásticos están diseñados para usarse una sola vez y desecharse por lo que terminan pronto en un vertedero o en el hábitat de millones de animales alrededor del mundo.
El daño que provocan los residuos plásticos a la fauna silvestre de los océanos es brutal: cada año mueren 100 mil mamíferos marinos y un millón de aves marinas por tragar estos desechos; a estas muertes se suman las que se dan por enredos, asfixia, y estrangulación provocadas por bolsas, popotes y otros objetos plásticos (datos arrojados por investigaciones de ONU Medioambiente y difundidas ampliamente por Greenpeace).
La desmesurada contaminación plástica también está repercutiendo en la salud humana: sus partículas pueden encontrarse en el agua que corre por los grifos de las ciudades y poblaciones del mundo; recientes estudios de la UNAM han determinado que los mexicanos podríamos estar consumiendo hasta 35 gramos de plástico a la semana proveniente del agua, y de animales que han tragado plástico y los cuales consumimos para nuestra alimentación.
Otra fuente de contaminación son las bolsas plásticas que se encuentran en terrenos y vertederos y que se convierten en potentes criaderos de mosquitos y plagas que transmiten enfermedades como la malaria, zika y el dengue.
Revertir los daños del plástico: transición hacia la economía circular.
Diversos organismos como el Foro de Recursos Mundiales (WRF, por sus siglas en inglés), han demostrado con datos científicos que el manejo de los materiales desde su extracción, pasando por su producción, transporte y desechos, tiene una relación directa con el cambio climático. Por ejemplo, reciclar 1 kg de materiales en lugar de enviarlos a un relleno sanitario puede ahorrar 5 kg de CO2.
Por estas razones, se ha señalado insistentemente por distintas organizaciones ambientalistas que el cambio climático y la pérdida de biodiversidad es consecuencia del modelo de economía lineal que desde hace más de 100 años se ha limitado a “extraer-fabricar-y eliminar” bajo la premisa de que existe una oferta constante y viable de recursos naturales.
Ahora bien, debido a que los recursos no renovables que antes se consideraban inagotables ya alcanzaron a comprometer la capacidad del planeta por el consumo irresponsable de recursos la economía lineal enfrenta cada vez más retos y cuestionamientos en su operación.
En respuesta a la manera lineal en la que producimos, vendemos y consumimos surgió desde los años 70 (S. XX) el modelo alternativo de economía circular que promueve un flujo cíclico para la extracción, transformación, distribución, uso y recuperación de los materiales y la energía de productos y servicios disponibles en el mercado.
Este modelo comenzó a popularizarse desde los años 90 y hoy se considera indispensable para generar prosperidad económica, proteger el medio ambiente y prevenir la contaminación.
Actualmente, de acuerdo al informe anual de Circularity Gap 2019 sólo un 9.0 por ciento de la economía es circular, lo que representa enormes retos para lograr cambios significativos y conducentes a frenar la contaminación ambiental y lograr el desarrollo sostenible.
Otros datos de este mismo informe nos señalan que diariamente usamos 34 kg de cosas, de las que 31 kg se desperdician. En referencia al plástico, el 34 por ciento del plástico en un producto se va al ecosistema, y sólo el 2.0 por ciento devuelve el producto a través del reciclaje.
En aras de frenar la contaminación plástica, en los últimos años se ha venido impulsando la regulación para el uso de las bolsas de plástico. Sin embargo, es importante no perder de vista que las 8 mil toneladas de residuos que cada año terminan en los océanos requieren de medidas más definitivas para frenar esta tendencia.
En el último informe de ONU Medio ambiente y el Instituto de Recursos Mundiales (WIR, por sus siglas en inglés), se destaca que al menos en 127 países de los 192 revisados han adoptado alguna forma de legislación para regular las bolsas de plástico a partir de julio de 2018. Pero son pocos los que regulan el ciclo de vida completo de las bolsas de plástico, desde la fabricación y producción, el uso y la distribución, hasta el comercio y la eliminación.
Por ello, si realmente se quiere impulsar y fortalecer una nueva economía del plástico es prioritaria la creación de bancos de materiales en lugar de rellenos sanitarios y la implementación del uso de tecnologías innovadoras para dar una segunda vida a los artículos plásticos, como ya está ocurriendo con los teléfonos celulares que pueden usarse para diferentes servicios.
De igual forma, para lograr cambios significativos a partir del modelo transformador de la circularidad es necesario consolidar el compromiso y la participación de los sectores público, privado, social y gubernamental, así como la colaboración, adhesión y ratificación de acuerdos y programas internacionales.
El Acuerdo Global de la Nueva Economía del Plástico es un ejemplo de lo que podría lograrse en el futuro al conjuntar y consolidar esfuerzos. Fue firmado por 250 organizaciones en octubre de 2018 y tiene como objetivo central erradicar el desperdicio y la contaminación por plásticos a partir de una nueva regulación para los envases de plástico, y a través de la innovación para garantizar que el 100 por ciento de los envases y empaquetados de plástico se puedan reutilizar, reciclar o compostar de forma fácil y segura para el año 2025.
Un hecho destacable sobre este acuerdo es que las empresas que representan el 20 por ciento de todos los envases de plástico producidos en todo el mundo están adheridas a este pacto (Danone, H&M, Mars, PepsiCo, Coca Cola y Unilever, entre otras), así como los principales productores de envases como Amcor y Novamont, lo cual es indicativo que las empresas están aceptando que son parte del problema de los residuos y que deben actuar en consecuencia adoptando el modelo circular.
México, residuos y circularidad
Según la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT), cada mexicano genera casi un kilo de residuos sólidos al día por lo que al año se generan más de 44 millones de toneladas que equivale a 175 veces el volumen de la pirámide del Sol de Teotihuacan y 231 veces el estadio de fútbol más grande de México. Por otra parte, el 90 por ciento de estos residuos terminan al aire libre o en rellenos sanitarios.
Estos números nos sitúan entre los 20 países más contaminantes del mundo de acuerdo a la lista de la organización Global Carbon Project. De seguir esta tendencia, en sólo 10 años se podrían alcanzar los 65 millones de toneladas de residuos.
En cuanto a los hábitos de consumo de los mexicanos, estudios de la Secretaría de Desarrollo Urbano y Ecología señalan que una familia consume en promedio 30 bolsas de plástico a la semana. Con esta problemática difícil y ardua por resolver debido a los muchos años que se dejaron pasar sin actuar a fondo, los primeros pasos hacia la economía circular en México se han enfocado a la reducción de residuos.
La adhesión de la Asociación Nacional de Industrias del Plástico A. C (ANIPAC) al acuerdo Global de la Nueva Economía del Plástico, ha permitido consolidar la iniciativa de modificar las legislaciones en todo el país para prohibir y regular el uso de bolsas de plástico, popotes, y artículos desechables como el unicel. Esta medida ya está en operación en más de 10 entidades y representa todo un reto para que los mexicanos migremos a las opciones biodegradables que se nos ofrezcan.
En la Ciudad de México, por ejemplo, a partir de 2020 quedará prohibida la comercialización, distribución y entrega de bolsas de plástico al consumidor en los puntos de venta, con la excepción de las biodegradables. De igual forma están exentas las bolsas de plástico que son necesarias por razones de higiene o que prevengan el desperdicio de alimentos.
Esto es apenas el principio para dar batalla a la crisis de residuos, si queremos que la economía circular prospere en México es fundamental que los fabricantes entren en el círculo virtuoso del modelo transformador que lleve a las empresas a adoptar políticas de protección a la biodiversidad, al medio ambiente y de educación ambiental; y a los consumidores a un cambio en sus hábitos de compras y del cuidado del medio ambiente, adoptando nuevos estilos de vida.
En otra entrega me referiré a las empresas en México que están apostando a este modelo con iniciativas 100 por ciento reciclables.
C$T-GM